Bienvenido, míster Monchi
La final Sevilla - Inter
Hace veindidós años, el Sevilla se sintió honrado con el mero hecho de poner el estadio para un Real Madrid-Inter de Champions
En un reflejo de su crecimiento, el club de Nervión mira de tú a tú, por un título europeo, al aristócrata club lombardo
El 16 de septiembre de 1998 fue el día que el Sevilla estuvo más cerca del FC Internazionale milanés. O más bien al contrario: fue el Inter el que apareció en el mismísimo corazón de Nervión… para enfrentarse al Real Madrid en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán. El anfitrión, por entonces, estaba a una distancia sideral de los torneos continentales que ahora parece jugar por castigo. De hecho, atravesaba una de sus contadas temporadas en Segunda División cuando Lorenzo Sanz, entonces presidente del coloso merengue, se decantó por el coliseo sevillista, y no Mestalla, para que el flamante campeón de Europa (1-0 a la Juventus en Amsterdam, el mes de mayo anterior) empezara la defensa de su título en su obligado destierro por aquella portería derribada en el Bernabéu en la semifinal ante el Borussia Dortmund.
Para aquel Sevilla que tres días antes había empatado a cero en Mérida con Monchi sentado en el banquillo –Paco Leal era el portero titular, hasta entonces imbatido en tres jornadas–, un club que sorteaba a los acreedores como Ronaldo Nazario sorteaba defensas, fue como si a Cenicienta le brindara el hada madrina una noche de lujo y boato que ni soñada. La entidad que presidía Rafael Carrión se limitó a poner su casa para un partidazo de Champions y ofrecerse a la UEFA para las tareas organizativas. Esto es, para cuidar de los dos polos que obsesionan al poderoso organismo del fútbol continental: la seguridad y el cuidado de los patrocinadores. Y el club de Nervión se volcó. Incluso el catering estuvo a la altura de la ocasión y la prensa disfrutó de bocadillos de jamón del bueno, bueno. Otra historia fue lo que tardó luego en cobrar la factura la reputada casa que surtió las viandas. En aquel Sevilla, había el dinero justo para comprar balones. O casi.
Aquel Inter que adiestraba Luigi Simoni tenía equipo para discutirle el cetro al gran coleccionista de orejonas: Pagliuca, Zanetti, un Bergomi en su ocaso, Simeone, Zamorano, y por encima de todos, Ronaldo. Los italianos fueron rácanos, y más cuando Fresi vio la segunda tarjeta amarilla en el minuto 42. En el banquillo, junto a Djorkaeff o Roberto Baggio, se sentaba un jovenzuelo que debutó esa noche en la Champions al relevar a Ronaldo en el minuto 74. Atendía por Andrea Pirlo. Le costó al Madrid de Hiddink, que acabó ganando con los tantos de Fernando Hierro de penalti (79’) y Seedorf (90’).
Ya en la sala de prensa, los ecos de la victoria madridista fueron sofocados por la noticia que rápidamente hizo capilaridad entre los presentes: ETA anunciaba una tregua indefinida y sin condiciones. Sobraba cualquier lugar común sobre veintidós señores de corto persiguiendo un balón.
El día siguiente al partido, Lorenzo Sanz dio un cálido agradecimiento a Rafael Carrión por la gentileza sevillista, regaló pines, algún llavero de plata a los empleados del Sevilla que colaboraron en la organización y allá que partió la comitiva hacia Santa Justa levantando la misma nube de polvo que aquella berlanguiana comitiva norteamericana que pasó de largo en Bienvenido, Mister Marshall.
Hoy, casi 22 años después, el FC Internazionale vuelve a aparecer en el horizonte sevillista. Pero esta vez el club de Nervión no se va a contentar con que el aristocrático club lombardo se sienta como un príncipe árabe en el vestuario del visitante, cuyas comodidades nada tienen que ver hoy con las del 98.
Esta vez, el Sevilla Fútbol Club aguardará en la hierba para mirarlo de tú a tú, enseñarle la escarapela con el cinco de su manga para recordarle quién es el rey, y luchar con la misma casta, coraje, fe y entrega que lo han llevado a ser uno más entre los ilustres del fútbol europeo. Bienvenido de nuevo, Mister Monchi...
Cuatro sevillistas y tres interistas ya han levantado la copa
Jesús Navas y Éver Banega aspiran a conquistar esta noche su tercera Liga Europa. El palaciego ganó las dos primeras ante el Middlesbrough y el Espanyol en 2006 y 2007, y el rosarino las levantó ante el Dnipro (2015, en Varsovia, donde fue elegido mejor jugador de la final) y el Liverpool, en Basilea (2016). En ésta también participó Escudero. Y el cuarto y último sevillista que ganó una Liga Europa fue el brasileño Fernando en 2011. Entonces militaba en el Oporto, que se llevó la final ante sus paisanos del Sporting de Braga. Los portugueses habían apeado en su camino hacia la final al Sevilla. Otros sevillistas tienen títulos europeos en su palmarés: Munir inscribió su nombre en la Liga de Campeones que ganó el Barcelona a la Juventus en 2015, además de los Mundiales de Clubes de 2015 y 2016; y Reguilón estuvo en el Mundial de Clubes que ganó el Real Madrid en 2018. Del lado interista, el uruguayo Diego Godín, el inglés Ashley Young y el nigeriano Víctor Moses son los tres integrantes de la plantilla que ya saben lo que es conquistar una Liga Europa. En el caso de Godín, en dos ocasiones con el Atlético de Madrid, en 2012 y 2018.
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