En abierto
Francisco José Ortega
El 'difícil' reto de Víctor Orta con el nueve
Sevilla - Lazio | Marcaje al hombre
Sevilla/La veleta del fútbol gira caprichosa. Bien que lo sabe Wissam Ben Yedder, a quien de vez en cuando le asaltará a la mente ese penalti que marró en Tánger. Pero el amargor del recuerdo se le diluirá pronto, en cuanto un chaval se le acerque por la calle para pedirle un selfie, la versión milenial del autógrafo. Porque el franco-tunecino atraviesa el mejor momento como sevillista. En realidad, lleva meses encadenando mejores momentos como sevillista. Porque en cada partido ofrece algún recurso nuevo, algún perfil desconocido que enaltece su achaparrada figura.
Ha sido el nombre de la eliminatoria ante la Lazio. Si en Roma lo encauzó todo con otro alarde de timing para burlar la línea del fuera de juego y empujar a la red el enorme servicio de Sarabia, en Nervión sofocó el empuje de los italianos con otro gol preñado de virtudes. Agarró la pelota en tres cuartos de campo (control), se giró y arrancó por el carril del diez (cambio de ritmo), aguantó a los perros de presa (potencia) a medida que se acercaba a la media luna y cuando se atrajo a tres pares, cedió atrás a Sarabia, que tenía el ángulo abierto para soltar el latigazo a portería. Strakosha no blocó y el propio Ben Yedder siguió desgranando virtudes en la jugada: listeza para oler dónde podía caer el regalo y definir.
Gol. Su número 20 en Europa (12 en Champions, 8 en Liga Europa), los mismos que Gameiro y a sólo 8 ya de Kanoute, que lo vio en vivo desde el palco. Y el 100 del equipo en esta competición con su nueva denominación. Tanto redondo para un delantero redondo.
Ya nadie lo duda: Ben Yedder es el que debería salir destacado en la carátula si el Sevilla saca un día de estos un videojuego.
El personal, el mismo que se pregunta si merece la pena pagar 39 millones de euros para hacerse con los derechos de Andre Silva el próximo verano, tiene una certeza absoluta: que Ben Yedder es hoy más que el portugués, aunque el luso, con el tiempo, pueda llegar más alto en su carrera por sus condiciones innatas y sea una pieza clave para que el rendimiento del bajito de la pareja se haya multiplicado. Tanto, que los 9,5 millones que el Sevilla pagó al Toulouse por él (última gran gestión de Monchi tras la de Sarabia) se antojan una ganga para un jugador de 28 años y con contrato hasta 2021 cuya cláusula de rescisión, 40 millones de euros, no es ningún disparate.
Ben Yedder empezó destapándose como un delantero de espacio corto, que parecía jugar con gafas de cerca. Arrancada en pocos metros, desmarque de ruptura siempre en el área, un control, giro y tiro propios del fútbol sala en el que despuntó... Pero poco a poco, está ampliando su radio de acción en la hierba al tiempo que eleva su peso específico en el equipo. Ayer, era el que abría caminos y ahormaba el juego. Caracoleó y la pasó con sentido salvo en una pérdida que acabó en una peligrosa contra de Immobile (36’).
En la segunda parte, un golpe en un tobillo poco después de la roja al Mudo (60’) acalló aún más a un graderío que había pasado de la serenidad a una angustia que duró 11 minutos, hasta que Marusic fue expulsado. Todo acabó en fiesta con el gol de Sarabia, quién si no. El madrileño hizo su tanto número 19 esta campaña, que sumados a los 21 de Ben Yedder, hacen 40. Para acabar con otra cifra redonda.
Otra vez expulsado en el Sánchez -Pizjuán ante un equipo italiano, por un árbitro británico y cuando el Sevilla ganaba por 1-0. Otra vez, además, con una segunda amonestación más que rigurosa. A Franco Vázquez se le repitió el guión que padeció en cierto partido de la fase de grupos de la Liga de Campeones de hace dos campañas, la de Jorge Sampaoli. Entonces, el colegiado Mark Clattenburg le mostró la segunda amarilla por una falta a Khedira en el 36. En el 9 había marcado Pareja, pero la Vecchia Signora no perdonó (1-3). Ayer, el contratiempo dejó contra las cuerdas a los sevillistas durante 11 minutos, los que mediaron entre la roja al Mudo y la que el inglés Anthony Taylor enseñó a Marusic, también demasiado rigurosa. Esta vez, la victoria no voló.
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