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Una ilustrativa vara de medir

Barcelona-Sevilla

El sevillismo, atento al talante con el que el equipo de Lopetegui afronte su visita a uno de esos campos en los que la imagen importa.

De Jong o Chicharito, la gran duda en el once.

Chicharito y Nolito sonríen antes de la salida para Barcelona con Jesús Navas en segundo plano. / Juan Carlos Vázquez

No se trata de medir qué potencial tiene este Sevilla. Ni siquiera el partido sirve para tener una idea de si podrá pelear, en qué condiciones y durante cuánto tiempo con los grandes. A nadie en su sano juicio se le ocurre discutir que el Barcelona está en un plano superior al equipo nervionense a todos los niveles, pero la cita en el Camp Nou sirve para calibrar cuál es la idea de Lopetegui, qué Sevilla idealiza en su libreta y cómo de grande es su ambición como entrenador.

Es sabido que el Camp Nou es un estadio que desnuda cualquier proyecto. Y lo hace en varias dimensiones. A lo largo y a lo ancho de la inmensa pradera blaugrana, el balón pone a cada uno en su sitio, igual que los partidos se pueden hacer eternos, pues el cronómetro corre a una velocidad distinta en este rodeo y contra este equipo, capaz de acelerar o decelerar según el resultado que marque el electrónico o que Messi esté o no en el campo.

El Sevilla de Lopetegui a día de hoy aún no se sabe si es carne o es pescado. El precedente ante el Real Madrid en el Sánchez-Pizjuán dejó una imagen inquietante, desde luego, pues más allá del resultado, de que las ocasiones entraran o no, la puesta en escena tiró más a reservona que a otra cosa y eso a una afición como la que tuerce y blanco y rojo no gusta nada, pero nada de nada.

Todo lo que no sea salir valiente, con cabeza pero valiente, al Camp Nou va a dejar tocado a un Lopetegui que no está sabiendo llevarse ciertas cosas a su terreno. Decisiones personales, que se pueden discutir pero que entran dentro de lo normal en el mundo del fútbol, pueden volverse insostenibles si la manera de afrontar estos partidos es temerosa. Y eso sí que no lo suele perdonar el sevillismo.

La Previa. / Departamento Infografía.

El equipo de Lopetegui se encuentra en plena fase de recuperar la confianza tras dos borrones muy seguidos que puso muchas cosas en duda y el que conoce un poquito a este club sabe que en una cita en el Camp Nou quizá no tenga tanta importancia para la afición el resultado final como el talante con el que salga, la disposición, el planteamiento, la idea de partida...

Excusas para no ir a por todo no tiene el entrenador guipuzcoano. Tiene a toda su plantilla disponible, incluido Carriço, y tiene en su nómina a jugadores en clara tendencia ascendente, como Reguilón y Ocampos, los mejores paradigmas de lo que requiere el fútbol pujante.

Nadie olvida que el Barcelona es el peor enemigo posible, encima con un megacrack como Messi en sus filas, pero el sevillismo quiere ver cosas que lo ilusione y cada cual desde su posición entiende que el Sevilla tiene sus armas para tratar de buscarle las cosquillas al Barcelona. Si lo hace o no dependerá de cómo las utilice el entrenador.

Armas

El buen momento de forma de Ocampos puede unirse a las bajas del Barça en ese costado como gran aliado del Sevilla

Sí hay un problema en lo que se refiere a la falta de profundidad que este equipo ha evidenciado en los últimos partidos. Sin ir más lejos, ante el débil APOEL al equipo le costó hacer ocasiones y, por tanto, no pudo cerrar el partido como hubiese querido. Y eso en un campo como el del Barcelona puede traducirse en no asomarse por el área rival si no se da el do de pecho desde el principio.

Una de las incógnitas es saber si Lopetegui segurá confiando en De Jong o para este encuentro recurrirá a una opción más móvil y que pueda aportar más en defensa y al espacio como es Chicharito. En teoría son el partido y el escenario perfectos, pero sólo el entrenador de Asteasu tiene la solución.

Al sevillismo y la opinión pública sólo le queda esperar la puesta en escena de su equipo, que a veces es lo que verdaderamente le importa en partidos como éstos, aunque los puntos, evidentemente, tienen su trascendencia, claro que sí.

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