Calle rioja
Francisco Correal
El filósofo de Cerro Muriano
Peligrosamente equivocado, dirigiéndose hacia puertas falsas, no se sabe si creando más incertidumbre en el terreno de juego o ante los micrófonos, donde se escucha al entrenador convencido en reforzar la idea, a los gestores contentísimos con dónde éste está queriendo llevar al equipo...
Y lo termina de arreglar quien en teoría debía poner experiencia, calma, liderazgo...
El Sevilla de la actualidad, el de este final de noviembre a una semana de la Junta de Accionista, es un piso en el que sus habitantes viven un brote entre esquizofrénico y de suplantación de identidad. Nadie es en realidad quien cree ser. Alguno se mira en el espejo y ve a Napoleón.
El entrenador vio a sus muchachos jugar “el mejor partido” desde su llegada, presidente y vicepresidente se retorcían en sus sillones entre congelados y sentenciados. El tercero en discordia, el director deportivo, sabe Dios cómo estaría pero tampoco nada cómodo, pues se imagina ya la guillotina también cayendo sobre su cabeza si su apuesta no va a mejor.
El Sevilla, pese a la opinión de Diego Alonso, dio pena otra vez. Salió entregado, ni ir perdiendo a los tres minutos hizo que adelantara su primera línea de presión para darle un poco de intensidad al duelo. Y cuando mejor estaba, cuando el balón empezaba a correr bajo los pies de Óliver Torres, llegó el líder de la manada, el nuevo capitán, para tirar a la basura la reacción. Cómo estará el equipo que hasta Jesús Navas perdió los nervios.
Replegado y esperando en la línea de medios por mucho que se quiera vender otra cosa, superado siempre en los duelos, descolocado a la mínima basculación siguiendo un balón del rival... el Sevilla salió entregado y tras el gol a los tres minutos entregado siguió.
Hubo ocasiones en las que la actitud del equipo dejaba en evidencia a su técnico. El rival jugando de espaldas en campo contrario y la línea de presión no se adelantaba, nadie mordía al poseedor para tratar de forzar un error... Uno de los fuertes de En-Nesyri es su gran trabajo en la presión, su velocidad en ese tipo de tareas defensivas, pero el marroquí tenía muy lejos a su compañero más cercano.
Después, delante de la defensa el dúo Fernando-Soumaré fue muy contemplativo y el mejor ejemplo es el golazo de Sadiq. Rizaban el rizo un eje de centrales en el que hay más galones de fachada que de fútbol (aunque Badé mantenía el tipo) y un portero que a veces, muchas veces, resta más que suma. Así es imposible.
Hasta la salida de Óliver Torres no hubo nada. Si vio algo Diego Alonso debería explicarlo con el vídeo. La presión a pares de la Real se comió literalmente al Sevilla. Si el partido se juega a duelos individuales este equipo está perdido. En intensidad ganó siempre el rival, atosigando al receptor.
Con Óliver sí se dio con la tecla. Buscó balón y éste corrió más y mejor, pero Sergio Ramos lo estropeó todo, como otras veces... ante el Lens, ante PSV, en Cádiz...
Llegó a soñar con meterse.
Los jugadores creerán en el modelo, pero fuera no se identifica.
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