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Una crisis arrastrada

UD Almería - Sevilla FC | La previa

El Sevilla se ve impelido a ganar por la vía urgente tras un inicio liguero que ha reabierto todas las heridas cerradas en falso tras la temporada pasada

Lucas Boyé, un objetivo a tiro del Sevilla

Nianzou sigue con la mirada el balón ante Ocampos, Acuña, que está sancionado y Papu. / Juan Carlos Vázquez

El problema de cerrar una herida en falso es que la infección se puede reproducir en cualquier momento y la supuración obliga a volver a tocar donde más duele. Era un posibilidad que existía en el Sevilla desde el momento en que la cúpula ejecutiva decidió que no había otro camino que la continuidad de Julen Lopetegui, que ya fue tentado por el Tottenham Hotspur en la primavera de 2021, pero no recibió ninguna tentativa de tal altura en la pasada primavera, quizá cuando un potentetado inglés, por ejemplo, podría haber ofrecido la solución más digna para todos. Pero no. El fútbol y sus leyes van por unos derroteros distintos a los deseos o las ideas que uno proyecta en su imaginación. Lopetegui se quedó y el peor escenario posible era que empezase mal el nuevo curso. Así ha sido.

Porque la actual crisis del Sevilla, hasta tal punto aguda que José Castro, tras la segunda jornada, ha tenido que salir a la palestra a reconocer que "esta crispación no conduce a nada bueno", es una crisis arrastrada. ¿Cabría imaginarse al presidente del Sevilla hablando así por una derrota y un empate si el entrenador no fuese Lopetegui? ¿Si en su lugar hubiera llegado algún otro técnico, más o menos conocido? No, claro que no.

Onces probables. / Dpto. Infografía

El problema es que llueve sobre muy mojado y hay un amplio sector del sevillismo que ya no tragaba con el juego aburrido del técnico de Asteasu desde la temporada 20-21, desde que no estaba Banega y aún no había explotado en toda su dimensión real el problema de una plantilla que tiene carencias físicas aunque siga aunando bastante calidad. O en todo caso, tiene un perfil que no termina de acoplarse a esa idea primigenia de Lopetegui de realizar una presión alta, no arriba, muy arriba, según destacó ayer el técnico. ¿Acaso quiere engañarse a sí mismo? Porque a su clientela ya no creo que pueda engañarla...

Y no puede engañarla porque los fríos datos numéricos están ahí y el Sevilla del año 2022 no tiene nada que ver con el de aquel cañón que salió como un tiro del parón por la pandemia y logró con todo merecimiento el cuarto puesto y se coronó como campeón de la Europa League en aquellos partidos en terreno neutral y sin público en Alemania. En aquel contexto tan extraño y silente, el Sevilla fue el mejor de su clase... Pero luego se fue Banega, volvió el público a los estadios... y empezó el lento declinar del equipo al tiempo de que la racha de positivos en Covid daba paso a la racha negativa de lesiones.

Así, de los 28 partidos disputados en lo que va de año, el Sevilla de Lopetegui apenas ha ganado un tercio: 10. No es que haya perdido mucho, pues ha cosechado seis derrotas, con la última de Pamplona. Pero los 12 empates acumulados, sumando el del Valladolid en casa, han sido una losa que se ha unido a la sensación de ese juego con poca eficacia ofensiva, con demasiado manoseo del balón y escasa profundidad. Demasiados corsés tácticos a veces y demasiada ansiedad otras veces... He ahí las razones del aburrimiento.

Y he ahí el bagaje de esta crisis que arrastra ahora el Sevilla hasta Almería, donde lo espera un recién ascendido que ha tenido un inicio similar, derrota en el debut casero con el Real Madrid y empate en su visita al Elche. Pero sus sensaciones son muy distintas y Rubi dirige a un equipo que mantiene el brío y la fe del que acaba de conseguir un gran logro, como es el ascenso de categoría. He ahí su peligro. Los mensajes del ex técnico del Betis están frescos y son seguidos por sus futbolistas a pie juntillas por esa cercanía del éxito.

Los mensajes de Lopetegui ya suenan algo manidos, sobre todo si no se confirman con hechos. La urgencia es mala consejera siempre y que haya tan pronto en el Sevilla no es nada bueno. Pero es la consecuencia de aquella herida mal cerrada. Para empezar a drenar la supuración no le queda otra que empezar a ganar, hoy mismo.

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