Ignacio Valduérteles
¡Ya pasó!
Alavés-Sevilla FC | Crónica
El Sevilla se trae de Mendizorroza un punto que no le vale para seguir en la cima de la Liga, con la literatura que ello arrastra hasta la siguiente jornada, pero que lo refuerza en su objetivo real, prioritario y también nobilísimo, de acabar entre los cuatro primeros del campeonato. Regresa de la fría noche vitoriana segundo a un punto del primero, de nuevo el Barcelona. Y ese dato objetivo, con los pulsos ya templados, debe reconfortar al sevillista.
Y eso que Pablo Machín no anduvo afinado en la configuración del equipo inicial. Sorprendió al dejar en el banquillo a Pablo Sarabia, la pieza más decisiva de lo que va de temporada y que con el tiempo, lo corroboró al servir el gol del empate a Ben Yedder. Luego, desveló Machín que Sarabia estaba tocado del abductor y no quiso correr riesgos. Pero su planteamiento inicial no cuajó.
Otra vez el mecano chirrió con Roque Mesa junto a Banega, aun con el argentino pisando terrenos más adelantados en teoría. Cuando los menudos centrocampistas coinciden, el Sevilla suele desafinar. Y si el enemigo es ducho en el juego físico, el panorama se le ennegrece del todo a los nervionenses. Volvió a ocurrir.
Mendizorroza pide una intensidad extra. Energía en las disputas, atención en esos balones largos que encierran el peligro sordo de la segunda jugada, a la que iban como leones Jony, Ibai o Manu García.
Y este Sevilla, limitado en sus aptitudes físicas, no se distingue por ser un equipo enérgico. Se veía venir que los zapadores Manu García –media docena de tarascadas hizo hasta ver la tarjeta amarilla en el minuto 25–, Pina y Wakaso, que han hecho carrera en el fútbol por sus fricciones y rudos contactos, iban a imponer el guión de Abelardo.
Se desperezó el partido pero no lo hicieron los de rojo, encerrados en un círculo vicioso: la incapacidad de salvar la primera línea de presión alavesista forzaba a retrasar el balón a Carriço, Kjaer o Sergi Gómez –el único que medio sabe sacarla es el portugués–, cuando no terminaba en el voleón destemplado de Vaclik, y esa larga parábola concluía con Andre Silva perdiendo la pugna con su par de la zaga blanquiazul.
Hasta el descanso, sólo una vez encendió el Sevilla el fuego en el área de Pacheco con ese juego en largo. Ben Yedder, el único despierto en el líder, salía al costado izquierdo para sacar de su zona de confort al central para cerrar espacios y sorprender. Así peinó una pelota de cabeza, enlazó con Andre Silva, se desmarcó y el luso lo puso de remate devolviéndosela por arriba. No fue una definición limpia, la zaga vitoriana le cerró los ángulos con rapidez y el franco-tunecido disparó cruzado y raso. La pelota se marchó junto al palo izquierdo de Pacheco por poco.
Esa acción, la única de peligro de los sevillistas en la primera parte, ocurrió en el minuto 34. El Sevilla apenas hacía sangre pero tampoco se la hacían a él. En el 33, Duarte conectó un zurdazo que se le envenenó a Vaclik. El checo no blocó, pero Sergi Gómez llegó el primero a ese balón sin dueño.
No obstante, el partido se le puso en chino al Sevilla en el enésimo golpeo con el pie de Vaclik, que dejó clarísimo por qué optó por ser guardameta y no jugador de campo. Su golpeo quedó corto, no pasó el mediocampo y Aguirregabiria ganó el salto para cabecear. La pelota iba para Calleri, en manifiesto fuera de juego, pero Sergi Gómez la peinó y Sánchez Martínez, también su colega González Fuertes desde el VAR, consideraron que ese toque del sevillista provocaba una nueva jugada y que habilitaba al argentino, que sirvió un pase raso y paralelo a la línea de gol que Vaclik no pudo interceptar. Jony llegó antes que Carriço y remachó a gol con su izquierda.
Abelardo, que había impuesto su molde sobre la hierba, le había ganado la mitad de la partida a Machín. Pero quedaba la otra mitad. Y el soriano, esta vez sí, movió ficha con rapidez. Y con éxito. Amadou por Roque Mesa disipó el riesgo de acabar con diez jugadores. Y el francés, cuando en el minuto 69 entró Sarabia por Kjaer, se acopló a la zaga con oficio.
Ahí, con Promes en una novedosa posición de carrilero diestro, ganó el Sevilla una pieza ofensiva, la que faltaba con Jesús Navas sentado en su sofá en Los Palacios. El holandés evidenció que lo ve mejor pegado a la cal.
El Alavés, con su público alentándolo para seguir forzando el fallo de Vaclik con el pie, quiso mantener su presión arriba, pero el mayúsculo desgaste físico le pasó factura y cuando Franco Vázquez, sobre todo, recibía en el medio, ya tenía espacios y líneas de pase para provocar fuegos. Avisó el Sevilla con una apertura de Andre Silva a Promes, cuyo control le cerró el ángulo y picó al lateral de la red de Pacheco (63’) y un minuto después fue el Mudo quien se plantó ante el portero tras robo de Promes a Duarte y pase de Ben Yedder al argentino. Pacheco evitó el empate con su pierna derecha.
El tercer movimiento de tablero de Pablo Machín terminó de obrar la reacción de los de rojo. Sarabia entró por Kjaer y el juego se volcó definitivamente hacia Pacheco. Otra vez el madrileño aprovechó la obsesión de su marcador por taparle la zurda y dio un gol con su derecha. Ben Yedder le marcó el sitio y se adelantó al portero para picar a la red.
Quiso el Sevilla consumar la remontada para brindar otra semana de literatura con el liderato, pero la mejor ocasión fue de Brasanac, que cabeceó a un poste: mejor aún le supo el punto al Sevilla, el segundo de la Liga.
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