Ahora sí, Monchi, Sevilla y Roma
Sevilla FC
La figura del director deportivo sevillista concentrará todas las miradas en el cruce de octavos, aunque él prefiere un segundo plano para evitar las polémicas
Corría el 28 de febrero de 2020, un día antes de que este maldito año cumpliera el trámite de consumir el bisiesto, y en Nyon se celebraba el sorteo de los octavos de final de la Liga Europa. El ex futbolista alemán Dietmar Hamann se encargaba de sacar las bolas de los bombos cuando salió la del Sevilla Fútbol Club e inmediatamente después la correspondiente a la Associazione Sportiva Roma. Todas las miradas, lógicamente, se dirigieron a una persona, a Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi tanto aquí como en la capital italiana.
Ni que decir tiene que el personaje buscaba el agujero más grande en el que esconderse. No quería convertirse en el centro de atención por dos partidos así y el azar de los sorteos europeos se había encargado de ponerlo en la diana de todos los comentarios, tanto de los hinchas de unos como de otros. Por supuesto, el tópico de juega el Sevilla contra la Roma, no Monchi, no tardaría en aparecer tanto en las palabras de Manolo Zubiría, representante de los romanos a la hora de valorar el emparejamiento, como en todos los sevillistas que hicieron referencia al cruce.
Todos, menos Monchi, que eligió mantenerse en un discreto segundo plano a la espera de que amainara la expectación sobre su persona. Pasaron tantas cosas después que, sin duda, el maravilloso gestor de San Fernando sí llegaría a olvidarse de semejante compromiso, muy a su pesar por los motivos que se dieron, la mayor pandemia vivida en muchas décadas con unas consecuencias devastadoras tanto para el fútbol como para el mundo en general.
Lo cierto es que aquel Sevilla-Roma fue suspendido a escasos días de su celebración cuando el Covid-19 atacaba con dureza a Italia, primero, y posteriormente a España. Todo se paralizó, también la actividad futbolística, y comenzó la incertidumbre sobre si Monchi tendría que vivir el trance de visitar el Olímpico romano al frente del club de toda su vida.
Lamentablemente, no fue así, pero la vida sigue, las fechas se van consumiendo, el Sevilla completó una Liga sobresaliente con su cuarta plaza y la clasificación para la Liga de Campeones con los merecidos piropos a Monchi, y a Lopetegui, por haberle dado la vuelta a la plantilla como si se tratara de un calcetín. La Roma no empezó bien tras el retorno, pero se sobrepuso y no sólo se ha asegurado jugar la próxima Liga Europa sino que hoy finiquita la Serie A después de haber ganado seis de los últimos siete partidos, con el empate contra el Inter justo en el medio de la racha de triunfos.
Y llegados a este punto los focos vuelven a dirigirse hacia la figura de un Monchi que se devana, como siempre ha hecho, para que todo ruede con normalidad en la parcela deportiva sevillista. Incluso para que un positivo por coronavirus, como el protagonizado por Nemanja Gudelj en esta semana, afecte lo menos posible a todo el grupo.
Monchi se encarga de eso, arregla la permanencia de Banega tras el 30 de junio, lo cual no fue fácil ni mucho menos. Se introduce en todas las áreas, en la parcela médica también, y se encarga de todo lo que rodea a la primera plantilla, igualmente de la parte que tiene que ver con aislarla de todas las circunstancias que se han juntado desde que Reguilón le marcara un golazo al Valencia para finiquitar la temporada liguera.
El gestor de San Fernando, seguro, ha estado negociando para la confección de la próxima plantilla, pero ha conseguido que eso se convierta en el secreto de Estado mejor guardado para que ninguno de los futbolistas le puedan afear que se piensa en otras cosas y no en la Roma y en la posibilidad de protagonizar un nuevo éxito en esta Liga Europa que luce, con cinco copias nada más y nada menos, en las vitrinas del Ramón Sánchez-Pizjuán. Todas con Monchi como conductor principalísimo en la parcela deportiva.
Otro factor del que ha tenido que mantener al margen tanto a los futbolistas como a él mismo ha sido la lucha accionarial emprendida por el ex presidente José María del Nido en un asalto al poder que podía afectar a los jugadores y al cuerpo técnico. Ese asunto se zanjó entre las vacaciones de los propios protagonistas y el armisticio aceptado por las partes hasta nuevo aviso. Y, por último, llegó el positivo de Gudelj por coronavirus y la consiguiente preocupación tanto por la posibilidad de contagios como por el tiempo perdido en lo referente a la preparación.
Pero Monchi tenía que volver al foco, aunque lo haga en un segundo plano, sin querer realizar ningún tipo de declaraciones para nadie por respeto a la Roma y por no generar ningún tipo de polémicas tras su abrupta salida de la entidad italiana, con las duras críticas recibidas por parte de James Pallotta, el dueño de la sociedad anónima romanista y la persona que consiguió convencer al isleño de atreverse a una nueva aventura en su carrera.
Ese paréntesis se abrió en 2017, cuando Monchi le comunicaba a José Castro su deseo de abandonar la entidad sevillista después de haberla llevado desde Segunda hasta la cúspide del fútbol mundial y haber generado un sinfín de plusvalías con grandes fichajes que dieron un rendimiento deportivo que se tradujo en cinco Ligas Europa, dos Copas del Rey, una Supercopa europea y una Supercopa de España.
En Italia, Monchi aprendió a manejarse lejos de la zona de confort, llegó a participar activamente en una Roma que alcanzó las semifinales de la Liga de Campeones y finalmente decidió su regreso en 2019 cuando dimitió por desavenencias con Pallotta, justo cuando destituyeron a Eusebio di Francesco como entrenador y nombraron a Claudio Ranieri para el resto de la temporada. Ahí surgió la gestión de Castro, José María Cruz y Jesús Arroyo con la salida de Pablo Machín y también el cambio absoluto en la dirección deportiva que se propugnaba desde el consejo sevillista.
Monchi vio un Sevilla-Leganés recién nombrado, con un 0-3 sonrojante entre un equipo de gigantes, el madrileño, y uno de liliputienses. Entendió cuál era el camino y se puso manos a la obra para confeccionar su nuevo Sevilla. El resto está muy fresco en la memoria y tuvo su culminación en la clasificación para la Liga de Campeones. Y ahora, qué pasa ahora, que Monchi vuelve a estar en el foco de lleno con el Sevilla-Roma.
No será en el Ramón Sánchez-Pizjuán, tampoco en el Olímpico, será en Duisburgo, ciudad alemana y, por tanto, neutral, donde acudirá Monchi al frente de este Sevilla con la única preocupación que obsesiona en estos momentos al León de San Fernando. ¿Estarán los suyos en las condiciones físicas idóneas para pelear contra una Roma que llega tras acabar la Serie A? El jueves, si no pasa nada nuevo en este bisiesto, se podrá medir si, por ejemplo, la concesión de vacaciones a la plantilla sevillista fue la decisión oportuna. Y todo, siempre, bajo la supervisión de un Monchi que ha vuelto a convertirse en un dios mundano, no romano, en su club de siempre, el Sevilla Fútbol Club.
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