Agradables intenciones (0-2)
copa del rey · cádiz-sevilla FC
El Sevilla de Montella mezcla una fresca puesta en escena con juego dinámico y menos toque en ataque que sufre demasiado tras el descanso
Nolito y Jesús Navas deciden pronto
Vincenzo Montella hizo en Cádiz una presentación de su Sevilla, un Sevilla con nuevas intenciones fundamentalmente en su puesta en escena y en una fase positiva que ocupó toda la primera mitad, pero también un Sevilla que extrañamente reculó ante el empuje de un rival de Segunda que fue dueño y señor de toda la continuación. Queda la duda de saber cuál es el Sevilla que perdurará, qué Sevilla se podrá ver en la Liga cuando este grupo de profesionales tenga enfrente a un rival de más entidad. Seguramente ninguno de los dos porque es muy pronto y sólo con tiempo puede calar la idea en la sistematización de los movimientos del equipo, aunque el técnico italiano tratará junto a sus ayudantes de que ese Sevilla que busca, que desea el aficionado y que ha tratado de encontrar el club con el giro de timón, se parezca más al de la primera mitad.
El cuadro nervionense tiene el pase a cuartos en el bote. Eso es al menos una noticia agradable y justo lo que este grupo necesita para la confianza que requiere siempre un cambio de modelo en pleno camino, sin poder detenerse. El resultado, gracias a un arranque serio, dinámico y prometedor, permite mirar al frente con optimismo y asentando los pies en el suelo. El paso atrás de la segunda mitad puede obedecer a muchas cosas, entre ellas una posible relajación pensando en el derbi del sábado, el hecho de que en el campo estuvieran mayoría de los hombres que van a repetir ante el Betis... o también las dudas que siempre genera en una nueva manera de jugar en el que el rival cambie el paso y meta una marcha más, como hizo el Cádiz.
Porque entre esas matizaciones, esas nuevas intenciones que se le ve al Sevilla de Montella, está una defensa más adelantada para achicar el campo al contrario. Los mismos jugadores que hace nada acostumbraban a vivir más atrás deben ahora acomodarse a otra franja de terreno más adelantada. Ello le costó un susto a Lenglet ya antes del descanso y eso, cuando los rivales estudien el nuevo modelo de Montella, provocará otras maneras de ser atacado ante las que tendrá que defenderse. Y es lo que hizo en la segunda mitad el entrenador del Cádiz, que sin necesitar vídeos, vio que por ahí podía inquietar al Sevilla y sacó a dos balas en punta quitando la referencia de Barral.
En fase ofensiva, sí se apreció más dinamismo, un aspecto en el que este Sevilla sí va a gustar con respecto a los modelos tanto de Berizzo como de Sampaoli de sobar el balón antes de pasarlo. Prescindiendo del pase de seguridad tras el robo siempre que se pueda, el Sevilla busca el juego vertical y rápido, apenas un par de toques y, en ocasiones, el juego a la primera para sorprender al enemigo y no darle tiempo para reorganizarse.
Así, con la inestimable colaboración del rescatado e increíblemente repudiado hasta ahora N’Zonzi, sorprendió este nuevo Sevilla que a los nueve minutos ya mandaba en el marcador. Pizarro adelantó líneas con un pase vertical a Banega que Nolito convirtió en algo mágico con un giro de tobillo hacia dentro a la base del palo que menos esperaba el meta del Cádiz.
Evidentemente, en un choque de estas características, ante un rival inferior y abriendo una nueva era, Montella celebró el tanto como si el estreno hubiera sido en el derbi. El italiano sabía la importancia de ese zapatazo del sanluqueño por la confianza, la reafirmación en la idea y la seguridad que da empezar un camino con el viento a favor.
El Sevilla estaba cómodo en esa fase, alineado con los dos pivotes en horizontal, N’Zonzi a la derecha y Pizarro a la izquierda, en una especie de 4-4-2 en la salida del rival o 4-2-3-1 si Banega daba el paso atrás para recibir. El balón era escupido rápido y facilitaba que las basculaciones llegaran a su punto de destino con los espacios más despejados, algo que hace año y medio que no se veía en el equipo.
Un pase largo de Kjaer halló la colaboración del lateral del Cádiz para que Jesús Navas se encontrara con un balón franco para marcar. No falló pese a su posición bastante escorada y el trabajo podía decirse que estaba hecho en el Ramón de Carranza. O eso parecía, porque después, por lo que quiera que fuese, el equipo de Montella fue dando pasos atrás hasta verse sometido por un Cádiz al que le bastó sacar a Salvi y a Álvaro, dos titulares, para estar cerca de maquillar la noche y meterse de alguna manera en la eliminatoria.
Antes, Nolito, ese jugador que suele sacar conejos de la chistera pero que a duras penas llega a media hora antes de caer en picado, pudo hacer el 0-3 con un balón al palo en el que hizo una maravilla de desmarque con un cambio de dirección en carrera. Hubiera justificado más, de alguna forma, el bajón de la segunda mitad, un periodo en el que tras una tímida ocasión de Muriel –otra vez remató al muñeco– ya todo el campo sería para el Cádiz.
Puede que fuese el menor ritmo de Banega, puede que fuese la relajación lógica con el derbi del sábado en la cabeza... pero el caso es que el Sevilla perdió la posesión de la pelota y empezó a ver sombras en las galopadas de los amarillos. Perea avisó pronto y Aitor García, uno de los que hizo posible que el Cádiz eliminara al Betis en el Villamarín, ya obligó a Sergio Rico a levantar su figura con un derechazo que buscaba portería.
Pero las intervenciones más impresionantes del meta de Montequinto llegarían en la recta final, con un balón de Álex Fernández que buscaba la escuadra y, sobre todo, en el penalti que él mismo cometió al derribar a Salvi en una de esos movimientos que la defensa deberá ajustar para adelantarse como desea Montella. La arrancada de Álvaro hacia dentro sorprendió a Corchia y a Pizarro, pero Sergio Rico evitó que el Cádiz acudiera al Sánchez-Pizjuán con un 1-2 que, cuando menos, podía dejar un mal regusto.
El resumen es que Montellatrae un modelo con nuevas intenciones, con un juego más fluido y menos pastoso y que, poco a poco, deberá ir puliéndolo hasta que brille de verdad.
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