Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Sevilla FC
Fue tal día como hoy hace 18 años. Desde bien temprano el sevillismo se movilizó para vivir in situ o en la lejanía nerviosa una noche que llevaba esperando años y años, lustros, décadas... Una nueva final y además europea. Eindhoven se convirtió en el epicentro de un terremoto de emociones que se hizo sentir en toda Europa, al son acompasado y vibrante del Himno del Centenario de El Arrebato, que desde aquel momento empezó a ser identificado en todo el orbe futbolístico como algo más que un simple himno.
Fue la banda sonora de un estallido en el que centenares de miles de sevillistas soltaron la mohína acumulada desde su anterior título, conquistado en 1948. Habían pasado 58 años y el Middlesbrough fue poco rival para aquel Sevilla hambriento y extático, desatado y rabioso.
Cómo hemos cambiado, se dirán muchos aficionados que recuerden aquella noche mágica en el Philips Stadion y todo lo acontecido desde horas antes. Dieciocho años después de la mayor epifanía ante el mundo del Sevilla y del sevillismo, el club anda metido en una desazón constante, con un proyecto por definir que ni siquiera tiene entrenador después del logro de haber salvado la categoría, por segundo año consecutivo, a cuatro jornadas del final de la Liga.
Lo institucional y lo deportivo viven momentos de incertidumbre extrema. Pintadas en el estadio; recursos judiciales rechazados; un entrenador con contrato que no sabe aún si va a seguir la próxima temporada tras resucitar a un muerto; un presidente repudiado por su padre, el que fuera presidente de la ambición de aquella proeza histórica y que ahora se ha convertido en severísimo y a veces hasta desleal opositor; unos americanos metidos en el corpus accionarial y enfrentados al, prácticamente, el mismo consejo de administración de cuya mano llegó al Sevilla...; y una inquietud extrema por lo que pueda deparar el futuro a medio o largo plazo de un club hipotecado económicamente.
Se puede decir también que la mayoría de edad de aquella primera Copa de la UEFA que abrió la caja de Pandora de los títulos del Sevilla en el siglo XXI no ha venido de la mano de la madurez. Por el camino, el adolescente Sevilla que se hizo un hueco entre los adultos de Europa se fue estropeando entre guerras familiares y accionariales. Y cada uno le echará la culpa al otro. Como en un patio de colegio. En vez de cumplir años, el Sevilla de los títulos que asombró a Europa en aquellos años mágicos parece descumplirlos, como si fuera un Benjamín Button reescrito en clave futbolística por Scott Fitzgerald.
Nada menos que once títulos ganó el Sevilla desde que se estrenara con su primer entorchado continental en aquella noche mágica del Philips Stadion. Después de llenar las calles de Eindhoven de júbilo desbordante, hasta el punto de asombrar a los hooligans ingleses que se acercaban a la Markt Platz para ser testigos de una fiesta sin igual, el sevillismo vivió con una emoción inefable una final mucho más apretada que lo que señaló el marcador final: 0-4. Encima, Kanouté estaba tocado y no pudo ser titular.
Pero tanto el sevillismo como el Sevilla vivían en un éxtasis invulnerable desde aquel 27 de abril en el que el golazo de Puerta al Schalke 04 los catapultó a la final, aquella noche del jueves de Feria de aquel inolvidable 2006. Juande Ramos eligió frente a los ingleses este once titular: Palop; Daniel Alves, Javi Navarro, Escudé, David; Jesús Navas, Martí, Maresca, Adriano (Puerta, 86’); Saviola (Kanouté, 46’) y Luis Fabiano (Renato, 72’). En el minuto 27 marcó un golazo de cabeza Luis Fabiano a centro de Daniel Alves. Pero corrían los minutos y se mascaba la incertidumbre.
No se podía escapar aquello y la salida de Renato fue decisiva. Una apertura suya propició el 0-2, el primero de Maresca (79’). Aquello fue el estallido definitivo y el italiano volvería a marcar cinco minutos después (84’) antes de que Kanouté iniciase su idilio con el gol en las finales del Sevilla (89’). La vuelta a Sevilla fue memorable.
Desde Kansas City, el autobús del equipo recién aterrizado fue rodeado por cientos y cientos de motos y vehículos, con cientos de sevillistas asomados a los balcones de las torres del Polígono San Pablo. Luego el paseo por la ciudad fue triunfal. La Puerta de Jerez donde las celebraciones habían sido por poco honrosos ascensos por fin veía a un Sevilla campeón a lo grande.
La Catedral abrió sus puertas a aquella procesión enfervorizada y el padre Ayarra interpretó al órgano el himno de El Arrebato y en la Plaza de San Francisco el club brindó a toda la ciudad aquel primer título europeo de un equipo andaluz. El sevillismo que había llevado en volandas al equipo desde aquel zurdazo de Puerta vibró como no se recuerda y sorprendió al mundo por su aire naturalmente festivo y cantarín, en una comunión memorable e indescriptible que sorprendió a propios y extraños.
Fueron días de vino y rosas que tuvieron continuidad hasta la ruptura abrupta con el desvanecimiento de Puerta el 25 de agosto de 2007, tras cinco títulos conquistados. Desde entonces el Sevilla vivió momentos durísimos: la muerte de su héroe, la marcha de Juande, el encarcelamiento de su presidente... Y sobrevivió y ganó más títulos, hasta once. Pero todo se torció desde que Del Nido se enfrentó primero a José Castro y luego a su hijo. Ay, qué cumpleaños más feo. Cómo has cambiado, Sevilla...
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