Zafarrancho de limpieza en las Tres Mil Viviendas tras las redadas
La presencia policial es permanente en la zona, pero los operarios de Lipasam no van escoltados por la Policía
Los clanes de la marihuana tiran las plantas a los contenedores tras las redadas
Las imágenes de este martes en las Tres Mil Viviendas nada tienen que ver con las de hace una semana. No se acumula la basura en torno a los contenedores o debajo de los árboles, el olor a marihuana es menos intenso, las calles están más limpias y, se mire por donde se mire, siempre se ve a algún operario de Lipasam trabajando en el barrio. Decenas de trabajadores se afanan en dejar limpias las calles del Polígono Sur. Lo hacen a pie, con sopladoras que amontonan la basura en una misma zona para que luego sea más fácil recogerla, con barredoras de pequeño tamaño, con vehículos más grandes y con camiones de gran tonelaje.
Todo un zafarrancho de limpieza con el que parece que el Ayuntamiento de Sevilla quiere cambiarle la cara al barrio más pobre de España, que lleva dos semanas siendo noticia nacional por los tiroteos con armas de guerra registrados el pasado 12 de octubre y la posterior respuesta policial. "Podéis hacerle una foto a los policías que nos escoltan", dice, irónicamente, uno de los operarios que trabaja en la zona de la barriada de Murillo conocida como los Marrones. Evidentemente no hay patrulla ninguna cercana, aunque no es difícil cruzarse con algún dispositivo policial a poco que uno se dé una vuelta por el barrio.
Se refiere al anuncio que hizo el alcalde, José Luis Sanz, de que los trabajadores del servicio municipal de limpieza sólo entrarían en las zonas más conflictivas de las Tres Mil Viviendas con la escolta de la Policía Nacional. En las mismas declaraciones, Sanz garantizó que se seguirían prestando los mismos servicios porque la Policía mantenía un fuerte dispositivo en el barrio.
Los operarios cuentan que suelen entrar varios días en semana, pero el despliegue de este martes parece algo más reforzado de lo habitual. Hay cuadrillas de Lipasam por todas partes. En los Marrones, en los Verdes, en Las Vegas, en las 800. Se mire hacia dónde se mire siempre se encuentra algún vehículo de Lipasam, los más modernos en tonos verdes, amarillos y blancos, los más antiguos del clásico color naranja que identificó a la empresa durante décadas.
La zona conocida como Los Verdes es una de las más conflictivas. Es aquí donde se produjeron los tiroteos dle 12 de octubre y es donde viven la mayoría de los miembros del clan de los Caracoleños, llamados así porque proceden del desaparecido asentamiento chabolista de Los Bermejales. Es también uno de los lugares donde más basura se acumulaba. Varios operarios recogen los residuos de esta zona. "Nosotros no solemos tener ningún problema, al fin y al cabo les estamos limpiando las calles y no se suelen meter con nosotros, más allá de algún episodio puntual como le ocurrió a un compañero no hace mucho". Lo que le ocurrió al trabajador fue que tres menores le chulearon pidiéndole que les dejara la sopladora para jugar, el operario se negó y recibió un puñetazo. "Eran tres niñatos", cuenta. Este incidente ocurrió antes de los tiroteos y de que la tensión se disparara en el barrio.
En la calle Lazarillo de Tormes, el escenario del más grave de los incidentes del 12 de octubre, hay un grupo de personas que hablan abiertamente de "sacar las escopetas". Están comentando la jugada unos minutos después de que dos furgones de la Policía Nacional hayan hecho una intervención en la zona. La calle está llena de baches, probablemente realizados intencionadamente por los mismos delincuentes para que los coches de la Policía no puedan circular por ella a toda velocidad, en el caso de que pretenda perseguir a alguien. Esta estrategia es importada de otras zonas calientes del narcotráfico en Andalucía, como la barriada del Zabal en la Línea de la Concepción, donde están las mayores guarderías de hachís.
En las Tres Mil la droga reina es, desde hace años, la marihuana. La Policía desmanteló el viernes pasado nueve plantaciones en la zona de las 800. En Los Verdes también impera el aroma dulzón y penetrante de las plantas de cannabis. Una sola mirada a los edificios delata la presencia de plantaciones. En las fachadas se anudan cables de la luz que pasan de una fachada a otra y se observan demasiados aparatos de aire acondicionado. En la zona de los comerciales, justo al lado desde donde disparaban con balas trazadoras la noche del 12 de octubre, un hombre golpea un microondas para desguazarlo, mientras varias personas lo observan. Las miradas aquí hacia el forastero son mucho más duras que en otros puntos del barrio, más aún si acaba de irse la Policía.
Los controles de la Policía Nacional son continuos mañana, tarde y noche. En la rotonda de la Factoría Cultural, hay una dotación de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), con un furgón y las motos de gran cilindrada, que ha parado a un joven que iba en moto. Lo han llegado a engrilletar, aunque lo dejarán libre unos minutos después al no encontrarle nada sospechoso. Refuerza el dispositivo la Policía Local, que identifica a personas y vehículos en otra zona del barrio.
Junto al descampado que alguna vez será un parque, y que divide las dos fases de la barriada Martínez Montañés, siguen tiradas en el suelo varias plantas de marihuana, ya mustias y, por supuestos, sin los cogollos. Están así desde el lunes, cuando alguno de los clanes que cultivan cannabis en el interior de los pisos decidió deshacerse de ellas arrojándolas a la basura, antes de que les entrara la Policía en las casas.
Aquí las dejaron al descubierto. En otras zonas del barrio, las tiraron en los contenedores pero dentro de bolsas de basura de gran tamaño. También hay mantillo apilado en otros contenedores. O el tallo pelado, hasta sin hojas. Junto a las plantas tiradas en la basura trabajan unos electricistas que avisan de que no quieren foto. Un vecino llama a los periodistas para decirles que está bien que haya presencia policial en el barrio, pero que han detenido a gente que nada tenía que ver con el tiroteo y que el kalashnikov, el fusil de asalto con el que probablemente se efectuaron algunos de los disparos, sigue sin aparecer por ninguna parte.
En Las Vegas, el tradicionalmente considerado como punto más peligroso, lo que reina hoy en día es la degradación. Se ve a algún toxicómano consumiendo en plena calle. Todo parece devastado, hasta el gran retrato de Camarón pintado en una de las fachdas, que un día fue símbolo del barrio.
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