La vuelta a la vida del cementerio de los ingleses de Sevilla
Patrimonio
La asociación Ángeles de la Ciudad trabaja desde hace tres meses en la recuperación de este camposanto con 170 años de historia situado en el barrio de San Jerónimo
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En pleno corazón del barrio de San Jerónimo, en el distrito Norte de Sevilla, a la espalda del monasterio que da nombre al barrio se esconde, a vista de todos, un singular lugar poco reconocido por la ciudad, sagrado para unos y objeto de vandalismo para otros: el cementerio de San Jorge, también conocido popularmente como cementerio de los ingleses.
En 1855, dos años después de inaugurarse el cementerio de San Fernando, que contempló un proyecto fallido de jardín para protestantes, se creó otro en Sevilla para dar sepultura a la comunidad inglesa que vivía en la ciudad. No hay precisión del número de tumbas, en suelo y en pared, aunque se calcula que podría haber unas 250. Francisco Ortiz, guardián del lugar y voluntario de la Asociación Ángeles de la Ciudad, trabaja en un inventario de fosas. "De momento, llevo apuntado unos 70 y aún me queda por analizar más de la mitad del recinto. Hay que tener en cuenta que en cada tumba puede haber más de un cadáver. Hay lápidas que incluyen los nombres de varios miembros de una misma familia".
La parcela está dividida en dos partes separadas por un muro blanco con ventanas de arco huecas. En la primera parte están los enterramientos del siglo XIX y principios del XX, y, en la segunda, donde hay unos cipreses centenarios, los de mediados del siglo XX. La primera fosa data de 1855 y, la último, de 1995.
El cementerio de los ingleses es propiedad de la Asociación San Jorge, cuyos miembros, una veintena aproximadamente, son descendientes de los difuntos que aquí se encuentran. De ellos depende el mantenimiento de este lugar, que en los últimos cinco años ha sufrido una importante degradación. Lápidas, figuras, bancos y cruces rotas, saqueos, profanación, basura, botellas, una pérgola central con grandes desperfectos que hace tan solo siete años estaba en perfecto estado, cruces de hierro robadas y un jardín que más parecía una selva. No sólo la mano del hombre está detrás de estos destrozos, también la naturaleza. Las raíces de un enorme ombú está moviendo lápidas y levantando el suelo de la pérgola central.
"El vandalismo está haciendo mucho daño a este lugar. Saltan el muro, rompen las lápidas. Se han llevado todas las cruces que había en los nichos de la pared para venderlas como chatarra. Solo quedan dos, y una de ellas no está completa", explica Francisco Ortiz, nombrado recientemente guardián de este lugar, trabajo que realiza de manera voluntaria como miembro de la asociación Ángeles de la Ciudad, que defiende en patrimonio histórico. "Mira, esto no estaba aquí el pasado domingo", dice el hombre al mismo tiempo que se agacha y coge del suelo un vapeador. Durante la entrevista, Ortiz recoge del suelo varios objetos extraños y ajenos al cementerio, como una figura de plástico con forma de diamante.
Desde hace tres meses, todos los domingo, un grupo de unos 20 voluntarios acude a este lugar para adecentarlo y cuidarlo. Desbrozan el recinto, plantan jóvenes cipreses y rosales, limpian las lápidas y descubren otras enterradas, arreglan los desperfectos y expulsan a algún que otro intruso que entra sin permiso, entre otras acciones. "Ya no se puede decir que el cementerio de San Jorge está abandonado. El cementerio de San Jorge vuelve a la vida. Estamos trabajando muy duro, pero necesitamos asesores, restauradores profesionales y financiación, sobre todo, financiación", se lamenta Ortiz, que, además, trabaja en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla. "Queremos que este lugar se convierta en un jardín abierto al barrio, que tenga un horario de visita y los sevillanos puedan conocerlo".
El origen del cementerio de San Jorge
El cementerio de San Jorge se ubica en la calle Marruecos esquina con Cataluña. Una vieja puerta negra de hierro con un gran cerrojo manual en mitad de un desconchado muro blanco da paso a este camposanto.
"Esto es un moridero, un triste sitio para enterrarse", continúa el guardián. Aquí no tenemos personajes famosos ni panteones, ni fue construido con una arquitectura bonita y especial, como sí ocurre en el cementerio inglés de Málaga. "Estos son unas tristes tapias de hace 170 años. Y los primeros enterrados están colocados en batería, como los coches, en el muro de la derecha sin más miramientos. Por lo tanto, no estamos ante un gran cementerio monumental digno de visitar como una gran atracción. Insisto. No es más que un triste moridero de ingleses que no tenían dónde ir y que la Iglesia Católica marginó. Eso sí, es un sitio con muchas historias mágicas".
Según algunas historias, fue el vicecónsul de Reino Unido en Sevilla, John Benjamin Williams, quien decidió comprar un terreno en las afueras para enterrar a los marineros ingleses que fallecían víctima de la tuberculosis, lo que impedía repatriar sus cuerpos. Esta colonia británica estaba formada por marineros, navieros e industriales que se instalaron en la zona de Huelva (cuenca minera) y Sevilla, donde establecieron varias fábricas, como la de Pickman de la Cartuja, por ejemplo.
Ortiz advierte: "Si nos creemos todo lo que pone en Wikipedia, vamos apañados". El guardián asegura que esta historia no está confirmada, aunque sí apunta que en muchas lápidas aparece escrito en inglés la palabra ahogado, lo que puede dar a entender que allí yacen marineros ingleses.
Según el relato del guardián, la Iglesia Católica, no quería dar sepultura a los ingleses en los cementerios cristianos "y eran enterrados en Tablada o en otros descampados de pie, para que no descansaran en paz". "Para ellos, era muy duro morir lejos de su tierra, los ingleses son muy patriotas", cuenta Francisco Ortiz. Ante esta situación, la comunidad inglesa se movilizó para tener su propio cementerio. "Se pensó en una parcela en el Prado de San Sebastián, en la Glorieta de San Lázaro y en otros terrenos. Al final se decantaron por esta parcela. Y Jonh B. Williams compra el terreno por indicación de John Cunningham "gran benefactor de la ciudad de Sevilla y de la iglesia anglicana de San Basilio".
A éste último pertenece la tumba más destacada del recinto, con una gran cruz de granito. "Cunningham merece una calle en Sevilla. Hizo grandes cosas por esta ciudad aunque para el público en general es un gran desconocido", se lamenta Ortiz. "Los sevillanos deberían conocer los orígenes británicos de su ciudad, como los clubs de remo o el propio Sevilla FC. De hecho, aquí están las tumbas de algunos cofundadores del Sevilla, como John Morris Mandy". Aquí también se encuentra enterrado Gilbert Farquharson, hijo del primer presidente del Sevilla FC.
Un famoso arqueólogo y un soldado de la II Guerra Mundial
En este cementerio confluyen diferentes estilos. Hay cruces celtas, tumbas católicas otras góticas e, incluso, una de estilo mudéjar, que pertenece al arqueólogo Bernard Whishaw (fallecido en 1914) y que abrió el primer Museo Arqueológico de Sevilla. "Whishaw fue un auténtico enamorado de pasado islámico de España", cuenta Ortiz. Esta tumba se encuentra en la entrada del recinto.
A los pies del ombú descansan los restos de un soldado de la II Guerra Mundial que murió con 24 años en julio de 1941. El monolito con sus datos y señas militares de la Commonwealth fue hallado roto en varios trozos hace menos de tres años. Ortiz los recuperó, los limpió y encajó como si de un puzzle se tratara.
El otro militar que yace aquí es el comandante Henry Peuleve, un héroe de guerra fallecido en 1963 a los 47 años. Su tumba es la primera que hay en la segunda zona del cementerio, donde se encuentran los enterramientos más recientes.
Ortiz asegura que en este lugar hay numerosas sepulturas de niños y personas ahogadas, tal como se puede leer en sus epitafios.
Los Ángeles de la Ciudad buscan la resurrección y el reconocimiento de este lugar por parte de la ciudad, pero Ortiz recuerda: "Nosotros solo somos unas personas que de manera voluntaria hacen algunas cosas buenas por este lugar, pero los verdaderos propietarios, los que deben restaurar las tumbas son sus propietarios", la comunidad británica.
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