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El adiós a Cayetana de Alba
Cayetana Fitz-James Stuart publicó su autobiografía en 2011, que dedicó a su padre. Decía que había tenido mucha influencia en su vida y le recuerda como un hombre “apasionante, muy importante en su época y muy leal”. Contaba que la educó con la misma o mayor severidad que si hubiera sido un chico, y al final no le importó que fuese una chica rebelde y bohemia. La duquesa confesó en Yo, Cayetana que odiaba la falsa modestia. En las primeras líneas del libro, la duquesa afirma: “¡Se han dicho tantas cosas de mí! Unas pocas, verdaderas; otras muchas, falsas; y bastantes bobadas”. Y termina diciendo: “Sólo se han enterado de lo que me ha dado la gana”.
Tres esposos, tres amores muy diferentes “pero muy verdad”, aunque el más fuerte fue el de Jesús Aguirre, llegó a confesar. En el libro aseguró que era muy hombre y hacían el amor todos los días, en respuesta a los rumores sobre su presunta homosexualidad. Y seis hijos, algunos más responsables que otros, y dos preferidos: Cayetano y Eugenia. Sin negar que los quería a todos mucho, admitió sin rubor que ser esposa había sido más gratificante que ser madre.
Cayetana consideraba “absurda y aburrida” la persecución que sufría por parte de los periodistas y garantizaba que jamás había vendido una exclusiva. No entendía qué interés podía tener para los españoles verla en un restaurante o una tienda, o en el cine: “Hago lo que todo el mundo”. También le gustaba supervisar los menús y ver qué se cocía en los fogones de sus palacios. Dicen que en Dueñas se preparaban hasta una veintena de gazpachos diferentes y se cocinaba mucha verdura y pescado.
En una entrevista publicada por este periódico con motivo de la edición de su autobiografía, la duquesa aseguraba que la edad le servía para poco: “Prefiero no pensar en ello. Los que llegan a cierta edad y se quedan años sentados en una silla haciendo bordados...”. Cayetana, en su último retiro en Dueñas, se levantaba y miraba su correspondencia y disfrutaba luego con la pintura y la conversación con Alfonso Díez y sus amigas. Sobre los líos de sus hijos aseguraba que “son mayorcitos y yo no me meto; que me dejen a mí vivir que les he ayudado mucho”.
Presumida, decía que no había ningún secreto, que jamás se había tocado la cara, que no sabía qué era el botox y que cuidaba su piel con cremas,resguardándose siempre del sol y sin prescindir de un masaje al mes. Y que sólo se maquillaba los ojos porque le gustaba ser natural, ella misma, con un excelente sentido del humor. A Los Morancos les abrió las puertas de su casa.
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