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Obama en el Alcázar, del laberinto a la mesa de billar

Visita a Sevilla

La visita guiada por Manuel Viñuelas se prolongó, por deseo del político, por una hora y veinte minutos

Se lleva decenas de fotos en su móvil y una charla cómplice y sencilla

Obama saluda al alcalde, en presencia del concejal Antonio Muñoz, en su visita al Alcázar. / Ayuntamiento De Sevilla
María José Guzmán

04 de abril 2019 - 19:30

¿Te quieres hacer una foto conmigo? La pregunta la hizo Barack Obama a Manuel Viñuelas, el guía del Ayuntamiento de Sevilla que acompañó en la tarde del miércoles al ex presidente de los EEUU en su visita al Alcázar. Dice bastante de la sencillez del líder mundial que esta semana ha protagonizado la mayor campaña de publicidad posible para la ciudad. Cuando en el Auditorio de Fibes el político irrumpió invitando a todos los asistentes a la cumbre mundial del turismo a descubrir "una ciudad preciosa y espectacular", lo más que había visto era el Hotel Alfonso XIII, del que se no se movió, por seguridad, en toda la mañana. ¿Qué pensará después de esta visita exprés a la capital?

Obama llegó al Alcázar, donde fue recibido por el alcalde y el concejal Antonio Muñoz, por el Patio de Banderas, que sus servicios de seguridad pidieron desalojar. No fue así, es una vía pública por la que el político accedió en coche ante la mirada de los curiosos concentrados. Viñuelas fue el elegido para que Obama se llevara la mejor impresión del Alcázar. "Teníamos 40 minutos y duró una hora y veinte, pero fue por decisión del ex presidente", comenta, sorprendido por el encanto del líder. "Yo, usando un término taurino, cuando veía que tenía querencia por un sitio, le daba un toque para que girase para otro sitio, pero todo fue decirle que los jardines no estaban dentro de la visita prevista para que adentrara en ellos, se le acercó un pavo real, parecía teledirigido, y acabó jugando agachado en uno de los laberintos", comenta.

Viñuelas es empleado del Ayuntamiento de Sevilla desde hace 37 años, trabaja en promoción internacional y actualmente es el responsable del mercado turístico alemán y chino. Y se conoce mil y un señuelo para picar la curiosidad del visitante y sacar una sonrisa.

Manuel Viñuelas.

"Intenté que la visita fuera relajada, antes que mi lucimiento, que él disfrutara de lo que estaba viendo y que se quedara con los detalles", explica Viñuelas, que sabe buscar las risas en cada momento y encontró complicidad en Obama cuando le apuntó que los techos de caoba llegaron de Cuba, pero antes de estar Fidel Castro. "Todos suelen sonreír, menos un dirigente chino al que atendí". El americano sólo no captó la broma cuando mostrándole el color de los suelos, de azulejos blancos y verdes, relató que era el color de Al Ándalus, de la bandera de Andalucía y del Betis. Fue James Costos, el ex embajador de EEUU que el acompañó en su paseo por el Alcázar junto a su pareja Michael Smith, quien tuvo que explicar el guiño futbolístico. Sí contestó con acierto cuando el guía hizo varias alusiones a palabras e inscripciones árabes. "Él mismo me confirmó que los dibujos de animales en los azulejos debían ser de época mudéjar, porque los musulmanes tiene prohibido estas representaciones", apunta.

Cuando pensaba que iba a terminar la visita, fue Costos quien en esta ocasión preguntó por las dependencias que usa la Familia Real, en la parte alta del palacio, y Obama dijo que no se iba sin verlas. Subió las escalaras con emoción, mostrando su buen estado de forma y un pie de talla 12, calzado equivalente a un 45 en Europa. Normalmente estas estancias no se incluyen en la visita al monumento, pero en esta ocasión se hizo una excepción. "Vivían como reyes", aseguró el ex presidente entre risas. Tras impresionarse con los artesonados y el pequeño oratorio de la Reina Isabel, quiso jugar una partida de billar americano en la mesa de caoba que hay en esta zona, revela Viñuelas, satisfecho y confiado en que, como Costos, a quien ya tuvo ocasión de enseñarle el Alcázar y también la Catedral, Obama regrese para ver la luz mágica de Sevilla en la Galería del Grutesco que se lleva entre las cientos de fotografías que hizo con su móvil. La visita se hizo corta, pero su sombra será muy larga.

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