Una visita a la Expo’92 y otros temas conectados
Lo que sorprendió a Richard Blagborne es cómo se ha troceado el territorio Expo con vallas, imposibilitando la continuidad e impidiendo ver el lago y el pabellón de España
LA visita a Sevilla del arquitecto canadiense Richard Blagborne, que fue un importante consultor de la Expo 92, ha motivado un paseo conjunto por los terrenos de la antigua Exposición Universal después de 32 años de su celebración. Richard, que ha participado en varias Exposiciones Universales, desde Osaka 1970, fue el principal diseñador de la Exposición de Vancouver 1986 e influyó decisivamente en el diseño de nuestra Expo 92. Este recorrido nos ha llevado a varias reflexiones sobre el futuro de la ciudad.
Hablando de los viejos tiempos, cuando nos conocimos, surgió el nombre de Jacinto Pellón, realmente, el autor de la Expo. Coincidimos en que la ciudad le debe un homenaje público, aunque falleciera en 2006. Muchos de los que participamos en aquel fabuloso evento, quizás la última gran Exposición Universal, pensamos que sin Jacinto Pellón no hubiera sido posible y que Sevilla está en deuda con él.
En nuestra visita, que empezó por el antiguo Pabellón de Canadá, del que fui director de las obras, Richard se mostró sorprendido por la mezcla entre antiguos pabellones recuperados y edificios nuevos para el magnífico Parque Tecnológico de la Cartuja. Una normativa dictada por el Buró de las Exposiciones Universales, exige que los países participantes derriben sus edificios después del evento. Así fue en Vancouver. Después de la Expo se demolió todo, salvo alguna excepción como el Centro de Convenciones y el monorraíl, para construir un nuevo barrio de viviendas. En el caso de Expo 92, el gobierno de Canadá vendió su pabellón a España por un dólar, ya que los costes de la demolición eran muy altos y debían ser pagados por los canadienses. Gracias a eso, tenemos hoy un pabellón plenamente operativo, ocupado por varias empresas tecnológicas y con un salón de actos, la antigua sala IMAX, de los mejores de Sevilla. Aquí se mantuvieron seis pabellones más, Hungría, España, Andalucía, Francia y Finlandia, además del Pabellón de la Navegación, que sigue funcionando hoy día con usos museísticos.
Lo que sorprendió a Richard Blagborne es cómo se ha troceado el territorio Expo con vallas, imposibilitando la continuidad e impidiendo ver el lago y el pabellón de España. El antiguo canal que conectaba con el río mediante una esclusa y que fue un elemento estructural de la muestra, ofrece un lamentable estado, seco y lleno de maleza. Cuando conté al canadiense que el Ayuntamiento estaba considerando edificar en su cauce se echó las manos a la cabeza. ¡Como si quisieran edificar el canal de la Plaza de España! Esta opinión también la comparto, ya que tanto la Expo 92, como la Exposición de 1929, merecen una protección especial, por ser territorios históricos que han contribuido decisivamente a la historia y el progreso de Sevilla. El canal, con sus amplias riberas, podría convertirse en un centro recreativo de calidad para la ciudad. Muchos deportes acuáticos tendrían cabida aquí, con terrazas y bares de esparcimiento en las orillas. Como si no hubiera miles de metros cuadrados, de propiedad pública, disponibles todavía en la Isla de la Cartuja, tanto dentro del parque tecnológico como fuera de él.
Otra cuestión que abordamos es la falta absoluta de viviendas en los terrenos de la Expo. A nuestro entender, la única forma de integrar la isla de la Cartuja en la ciudad es construyendo ciudad, es decir, viviendas, escuelas, comercios, equipamientos y transportes adecuados. En los terrenos de la Expo y al norte de los mismos, hay cientos de hectáreas de propiedad pública y no inundables, que podrían servir para una futura expansión de la ciudad. Estos terrenos fueron expropiados por el Estado cuando se construyó el nuevo cauce del río, la Corta de la Cartuja, para evitar las inundaciones periódicas de Sevilla y ahí permanecen. Así nos olvidaríamos para siempre de edificar Tablada, que es un territorio inundable. Entiendo que las presiones para urbanizarlo son muy poderosas: El Ministerio de Defensa vendió los terrenos en 1997 a las cajas de ahorro sevillanas, El Monte y la Caja San Fernando, que los revendieron a un grupo de inmobiliarias con la idea de construir pisos, hasta que el PGOU de 2006 tumbó esa posibilidad al declarar la zona como “terreno no urbanizable de especial protección”, entre otras razones, porque se encuentra dentro de la llanura de inundación del río Guadalquivir. La terrible catástrofe de la DANA de Valencia, ha hecho reflexionar al alcalde de Sevilla, que ya no está tan seguro de que los terrenos puedan ser edificables. Rectificar es de sabios.
Por cierto, Antonio José Cavanilles en su libro Observaciones sobre la historia natural del Reyno de Valencia, publicado, nada menos, en 1793, se puede leer: “(El barranco del Poyo) su profundo y ancho cauce siempre está seco, salvo en las avenidas quando recibe tantas aguas y corre tan furiosamente que destruye quanto encuentra. En 1775 causó muchísimas desgracias en Chiva, sorprehendiendo a media noche a sus vecinos; asoló un número considerable de edificios, esparciendo por más de dos leguas los tristes despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte”.
Desgraciadamente, la historia se repite sin que nadie haga algo para evitarlo. Esperemos que, en el futuro, Tablada no tenga un destino igual.
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