Virus del Nilo: Crónica de una crisis 'anunciada'
Las altas densidades de mosquitos se anunciaron la pasada primavera tras las lluvias de marzo y las altas temperaturas del mes de abril
La enfermedad cursa en su mayoría asintomática, pero en personas con comorbilidades puede ir de un dolor de cabeza a una encefalitis mortal
Los muestreos de mosquitos empezarán el próximo marzo para evitar otra crisis por virus del Nilo
Dos Hermanas lanza el último SOS contra el virus del Nilo
Que las densidades de mosquitos este año eran muy elevadas y que, en consecuencia, la probabilidad de una mayor proliferación de las especies transmisoras del virus del Nilo era previsible, ya lo avisó el investigador principal en la Estación Biológica de Doñana, Jordi Figuerola, en una entrevista en este periódico: “Estamos registrando abundancias de mosquitos mucho más elevadas de lo normal”, dijo a este medio.
Esta semana, la consejera de Salud, Rocío Hernández, lo corroboró con cifras en su intervención ante el Pleno del Parlamento, lamentablemente, cerca de 80 afectados y siete muertes después.
Hernández dedicó su primera comparecencia en la Cámara andaluza a informar sobre la crisis del virus del Nilo Occidental tras un brote que calificó de “excepcional”, porque no existen “precedentes conocidos ni registros de viralidad tan temprana, con una alta densidad de mosquitos, como lo prueba que se hayan llegado a recoger hasta 16.000 mosquitos diarios”, expuso.
Que las plagas de mosquitos iban adelantadas este año en Sevilla tras las lluvias del mes de marzo y las altas temperaturas de abril, y la posterior epidemia de gran calado que ha protagonizado el virus del Nilo en la provincia se puede entender, semiparafraseando al gran García Marquez, como la crónica de una crisis anunciada.
Y es que, se cumplieron los peores pronósticos. El virus del Nilo se ha vuelto a convertir en una pesadilla este verano en la provincia. De hecho, mientras se escriben estas líneas, siete personas han muerto por las consecuencias nefasta de la simple picadura de este insecto. Su propagación continúa. Esta misma semana, la Consejería de Salud y Consumo ha vuelto a confirmar nuevos casos. Otros siete, algunos, en puntos donde nunca antes se había detectado la infección como Gelves o El Real de la Jara.
Con todo, no es el primer verano que la presencia de una plaga de mosquitos del género Culex, el más común en la península, provoca una psicosis que se acrecienta en los municipios de las marismas del Guadalquivir, la zona cero del mosquito asesino donde se concentran todas las muertes y la mayoría de los casos. Son los vecinos que más lo están sufriendo, hasta el punto de verse obligados a encerrarse en sus casas en ciertas horas del día y llevar consigo el repelente para que los proteja.
Se preguntan por qué este insecto tan común en verano se ensaña con ellos. Pero también exigen soluciones. Unidos en una plataforma ciudadana, constituida a principios de agosto, han protagonizado concentraciones en La Puebla del Río, Coria del Río, Isla Mayor y, la última, en Dos Hermanas. Piden, además de más medidas preventivas por parte de las administraciones, un impulso a la investigación sobre una vacuna porque, a día de hoy, no existe como tampoco un antídoto para erradicar el virus.
Frente a la presión ciudadana y la petición de un cambio de estrategia para atajar la proliferación del mosquito, la Junta de Andalucía apela a la calma y defiende el planteamiento que diseñó tras el primer brote de 2020 que incluye un Programa de vigilancia y control integral de los vectores transmisores de la fiebre del Nilo, de carácter anual, que exige a los Ayuntamientos que diseñen sus propios planes de prevención para reducir las formas de transmisión entre sus vecinos.
Ulises Ameyugo, forma parte de ese batallón que lucha contra la extensión del virus. Para el subdirector de Protección de la Salud de la Dirección General de Salud Pública y Ordenación Farmacéutica del Servicio Andaluz de Salud (SAS) es complicado reconocer si, dado el final del verano, estamos también ante el final de la crisis. “Esto es un proceso que tiene muchos elementos y son elemenos, en su mayoría, de tipo ambiental, es decir, que dependen de la temperatura, del viento, de las lluvias, del flujo de aves migratorias y de la densidad de mosquitos. Todas actúan en conjunto y la naturaleza es la naturaleza”, explica.
El experto apunta a la bajada de temperaturas como una de las claves para reducir la reproducción de larvas adultas, que son las causantes de las picaduras. “Si entramos pronto en un periodo de temperaturas nocturnas bajas, estaremos ante la mejor manera natural de tener menos densidad de mosquitos”, indica. Cuenta que en días con temperaturas diurnas por encima de los 30 grados y nocturnas superiores a 17, la reproducción de la larva adulta puede llegar a ser de entre cinco y siete días. Lo normal son 15. “Esto es muy importante porque el número de mosquitos adultos que van a salir cuanto más calor haga será mucho mayor”, aclara.
De un dolor de cabeza a una encefalitis mortal
El subdirector de Protección de Salud del SAS apunta que su trabajo se enfoca, sobre todo, en tratar de aminorar el impacto en la salud que las picaduras de mosquitos pueden causar en personas con comorbilidades. “Estamos trabajando para bajar las densidades de mosquitos y los datos así nos lo están indicando. Así conseguimos que la probabilidad de picaduras y, con ello, de infecciones graves sea menor”, explica.
La enfermedad se transmite por la picadura de un mosquito que, previamente, se ha infectado al alimentarse de aves migratorias que actúan como reservorios del virus. Una vez infectado, el mosquito puede transmitir el patógeno a humanos y otros mamíferos. Las personas son consideradas huéspedes accidentales, lamentablemente, en algunos casos, con consecuencias fatales.
La infección en humanos es complicada de detectar salvo pruebas muy específicas, como un examen de sangre muy concreto, una punción lumbar o un TAC o resonancia de la cabeza para comprobar si hay meningitis. No son pruebas ordinarias y de ahí que en muchos pueblos afectados se quejen de hay pacientes que no llegan ni siquiera a saber que tienen Virus del Nilo o que, lamentablemente, se confirme tras una autopsia.
Es importante saber que ocho de cada 10 personas infectadas por el virus del Nilo Occidental no llegan a desarrollar síntomas. De los que sí los desarrollan, la mayoría experimentan sólo malestares leves, como fiebre, dolor de cabeza y fatiga, por lo que, en muchos casos, puede no ser detectadas.
De agravarse y afectar al sistema nervioso, pasaría a ser una enfermedad neuroinvasiva grave que puede presentarse en forma de encefalitis, meningitis o parálisis de otro tipo, según el área afectada. Se habla de esta última enfermedad cuando existe una inflamación de las meninges, las membranas que cubren todo el sistema nervioso central, como del parénquima cerebral, parte del tejido funcional del cerebro, y puede ocasionar mayores daños si se dan factores de riesgo como edad avanzada, hipertensión enfermedades renales o diabetes, entre otros.
“Está científicamente demostrado que si 1.000 personas son afectadas por la picadura de un mosquito con el virus, 800 no van a tener ninguna sintomatología. Van a adquirir inmunidad, que les durará más o menos años, se sabe que es duradera, aunque no está escrito, pero no la van a sentir. Unas 190 personas van a tener algún síntoma leve como fiebre o dolor muscular y, en torno a unas 10, pueden tener un proceso neuroinvasivo y, por lo tanto, van a tener sintomatología que afecte al sistema nervioso como meningitis, encefalitis o ambas. De esas 10 personas, en una las consecuencias pueden ser fatales y terminar en muerte”, explica Ulises Ameyugo.
La edad y las patologías previas son factores de riesgo claros. A más años, las probabilidades de enfermar gravemente o morir son mayores, al igual que lo son las enfermedades acompañantes. Además, también son frecuentes las secuelas neurológicas la meningoencefalitis por el virus del Nilo Occidental.
Los ataques epilépticos en pacientes que han sufrido una infección severa por el virus del Nilo están relacionados con el daño directo al tejido cerebral. Lo que sucede es que este virus tiene la capacidad de cruzar la barrera hematoencefálica, una protección natural que separa el cerebro del resto del sistema circulatorio y causar una inflamación en el cerebro (encefalitis) o en las membranas que lo rodean (meningitis).
A esta cadena de acontecimientos se enganchan otros eslabones como son la muerte de las neuronas, la formación de cicatrices en el tejido cerebral así como también la alteración en la transmisión normal de señales eléctricas entre las células cerebrales.
En busca de una vacuna
Mientras, la Unión Europea ha destinado 5,7 millones de euros al proyecto LWNVIVAT (Limiting West Nile Virus Impact by Novel Vaccines and Therapeutics Approaches) que coordina desde el Instituto de Inviestigación del Sida IrsiCaixa, el investigador cordobés Jorge Carrillo. Se muestra optimista y esperanzado. “Creemos que es factible desarrollar la vacuna y estamos trabajando para acortar los tiempos”, indicó recientemente en una entrevista en este periódico.
En este trabajo intervienen ocho grupos de investigación de España, Francia, Alemania y Dinamarca y arrancó el 1 de diciembre de 2023. Son cuatro los principales retos a los que se enfrenta el equipo.
“Conseguir cubrir todos los linajes del virus para que la vacuna sea eficaz al más alto nivel, que sea efectiva para las personas en alto riesgo y la durabilidad”, indica Carrillo, para quien este último punto se presenta como el principal escollo. Esta fase de investigación está previsto que finalice en 2027, donde se iniciaría el desarrollo clínico que implica su fabricación en laboratorios y su adecuación a las pautas regulatorias, para lo que todavía no hay financiación asegurada.
En paralelo, el equipo que coordina Carrillo también trabaja en la generación de anticuerpos como una herramienta que permita tratar una infección para la que no hay un tratamiento específico.
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