El violador del parque quiso mantener relaciones con otro hombre la noche del crimen
Los psicólogos coinciden en que el intento de suicidio de la víctima no era real, sino una "llamada de atención".
sevilla/Un hombre que frecuenta el parque de María Luisa ha asegurado este martes que Francisco Morillo Suárez, que está siendo juzgado por la violación y asesinato de Sara D. M., le propuso la misma noche del crimen, el 23 de febrero de 2016, mantener relaciones homosexuales, aunque finalmente no practicaron sexo.
El testigo ha dicho a los magistrados de la Sección Primera de la Audiencia de Sevilla que conocía al acusado desde hacía unos tres años, que Francisco solía ir en bici o andando, y que “siempre que lo veía” quería “ligar” con él y le proponía mantener relaciones homosexuales. El testigo añadió que sabe que “otros usuarios” del parque han practicado sexo con el procesado.
La noche del crimen, el acusado lo saludó sobre las nueve de la noche y, según este testigo, estaba “normal, ni nervioso, ni violento, ni borracho”, lo que contradice la versión de Francisco Morillo, que ayer dijo que había tomado media botella de ron, varias cervezas y cocaína.
Otro testigo que frecuentaba el parque ha dicho que al acusado le gustaba “espiar a las parejas” y a veces se masturbaba mientras las miraba.
Un policía nacional que también ha declarado en la sesión de este martes, y que analizó la información recuperada en el ordenador del acusado, ha reiterado que el acusado presenta una “parafilia de sexo anal, muy violento, y de sexo duro” y ha destacado que entre las imágenes halladas en el ordenador figuran de “mujeres atadas, sometidas, y de violaciones múltiples”, de todo lo cual el investigador dedujo que el “perfil” de Francisco Morillo era “compatible con los hechos que estaban investigando”.
De otro lado, el padre de la víctima explicó que Sara era una persona “muy sensible” que sufría ataques de “ansiedad” porque su trabajo le estresaba. La hermana de la fallecida ha coincidido con otros testigos que han rendido testimonio en que estaba “muy estresada”, pero ha dicho que el intento de suicidio no era real porque tenían planes para ese verano, como hacer juntas el “camino de Santiago”, y según algunos amigos esos días también estaba “organizando un cumpleaños” para el 6 de marzo.
Sara, ha continuado su hermana, era una persona a la que le costaba mucho relacionarse con los hombres, por lo que no dio crédito a la versión exculpatoria del acusado, según la cual, la víctima habría consentido en mantener relaciones sexuales, dado que “no era una persona lanzada”.
En la misma línea, se han pronunciado dos psicólogos que habían tratado a Sara –uno de ellos por un trastorno alimenticio en el pasado- y que indicaron que era “muy improbable” que la joven propusiera un encuentro sexual con un desconocido. Sobre el intento de suicidio que pretendió aquella noche, uno de los psicólogos señaló que más bien era una “llamada de auxilio o de atención”, porque Sara era una persona que tenía “pasión por la vida, era muy solidaria” y no la veía capaz de acabar con su vida, además de que era una persona a la que le “encantaba su trabajo” y tenía proyectos de futuro.
Otro psicólogo, que la trató una semana antes del crimen y le prescribió dos cajas de pastillas relajantes, afirmó que aunque se hubiera tomado todos los comprimidos esa misma noche estos barbitúricos no le habrían causado la muerte, porque la dosis no era alta y en todo caso la habrían dejado “muy sedada”, pero no le habrían causado la muerte.
En el juicio también han declarado una decena de policías nacionales, algunos de ellos de la unidad científica, quienes han corroborado que en ningún momento se rompió la cadena de custodia de las pruebas recogidas en el escenario del crimen, en especial, los ocho pañuelos de papel y las compresas ensangrentadas que fueron guardadas en una bolsa de plástico por una limpiadora del parque.
Los agentes han asegurado que se siguió “escrupulosamente” el protocolo de recogida de muestras y también han dicho que con la ayuda de 50 agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) “peinaron cuadrícula a cuadrícula” todo el recinto en busca de nuevas pruebas de la agresión sexual, que han insistido en que fue “brutal” y de “suma violencia”.
Los agentes de la Policía Científica precisaron que detectaron restos de sangre en el suelo del armario en la vivienda del acusado, así como en unos zapatos y en parte de las prendas.
Varios amigos y compañeros de trabajo de Sara D. M., que tenía 31 años, han coincidido en que la joven estaba “muy cansada” ese día y han afirmado que era una persona muy “perfeccionista y exigente” en su trabajo, al tiempo que han dicho que en la época del crimen se la veía muy ilusionada y estaba iniciando una relación con una chica.
La limpiadora vio "pruebas" que no podía limpiar del escenario del crimen
La limpiadora del parque de María Luisa Carmen Moreno ha reiterado en la vista oral que, aunque la Policía y su jefe le ordenó que limpiaran la zona donde fue hallado el cadáver, lo hizo con mucho cuidado, con guantes y guardándolo en una bolsa de plástico aparte, porque “eran pruebas, sean de asesinato o no, y eso no se pude dejar aquí, hay que recogerlo y analizarlo. Esto cómo se va a tirar si son pruebas”, insistió.
Aunque ante el tribunal no ha afirmado que actuó de esta forma por su afición a las series de televisión como CSI (Crime Scene Investigation), Carmen ha detallado que actuó como si se tratara de una recogida de muestras de la Policía. La trabajadora dijo que había “cuajarones de sangre” en el suelo, así como ocho pañuelos de papel y tres o cuatro salvaslips “todos con mucha sangre”. Para recoger las evidencias se puso en las manos una bolsita de plástico, de las de los bocadillos que dejan los niños, ha especificado, y procedió a introducir los pañuelos en otra bolsa de plástico, que ató y a su vez metió en la bolsa de basura negra y grande. “No se contaminaron con nada” porque la bolsa estaba limpia, y posteriormente los agentes de la Policía Científica recuperaron dicha bolsa de una cuba donde la había depositado.
El capataz del parque de María Luisa señaló que en la mañana del 24 de febrero le informaron de la presencia de una joven tumbada en un banco de la glorieta de Juanita Reina. La joven estaba como dormida, pero cuando la movió se dio cuenta de que estaba “muerta”, por lo que alertaron a la Policía y a los servicios sanitarios. El capataz afirmó que la Policía les ordenó que limpiaran la zona, incluidos los pañuelos de papel que estaban ensangrentados, algunos de los cuales estaban colgando en unos arbustos.
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