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Las vidas que el Covid paralizó hace tres años

Tres años del primer contagio en Sevilla

Nuria, Raquel, Aitana, Carmen, Remedios, María Dolores e Isabel María ejemplifican las dificultades a las que se enfrentan quienes padecen Covid persistente y sufren muchos de los 200 síntomas identificados

Un estudio con sello sevillano analizará la calidad de vida de las personas con Covid persistente

Long Covid: así es la herencia de la pandemia

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Testimonios de las víctimas del Covid persistente en Sevilla / Juan Carlos Muñoz

"Mi vida no ha vuelto nunca a ser la que era". Coinciden y afirman al unísono Nuria, Raquel, Aitana, Carmen, Remedios, María Dolores e Isabel María. Se contagiaron de Covid en la primera, segunda y tercera ola de la pandemia y todavía hoy arrastran la losa de unas secuelas que ha paralizado sus vidas. Son sanitarias, dependienta, supervisora con personal a su cargo o empleada de hogar, pero en ninguno de los casos están ejerciendo su trabajo en la actualidad. Algunas han conseguido una incapacidad, otras están de baja y, en el peor de los casos, están de alta, aunque en condiciones evidentes que imposibilitan la búsqueda de un trabajo. Han cambiado sus hábitos, sus aficiones e, incluso, el sitio en el que vivían para adaptarse a sus nuevas limitaciones.

Se han convertido en mujeres dependientes que miran al futuro de forma incierta. Un futuro que no va más allá del mañana porque cada día es nuevo para ellas. No saben cómo se van a levantar ni si la sintomatología que siguen padeciendo les va a permitir bajarse de la cama. El coronavirus ha dejado secuelas por el camino y la persistencia es el capítulo más ignorado, dado que en muchos casos ha sobrepasado a los médicos y la ciencia.

Son la cara visible de una enfermedad que llegó a nuestras vidas hace tres años, la Covid-19, y que para un no desdeñable 15% de los afectados continúa años después de contagiarse, el llamado Covid persistente. "Una patología que no por ser ya medianamente reconocida es entendida por todos", advierte Isabel María Silva que, a sus 45 años, acude a esta entrevista ayudada por un andador. Cualquier desplazamiento a ella le cuesta un mundo completar. "No puedo hacer nada sola. Para estar aquí, me han tenido que traer y luego me volverán a recoger", afirma. Cuenta que puede hacer esta entrevista porque ha podido recuperar la voz que perdió por el virus. Lamenta que todo ha sido gracias a las terapias con una cámara hiperbárica que ella misma ha tenido que pagarse de su bolsillo.

"Tengo problemas para expresarme y me desoriento y no dónde estoy"

Isabel María Silva, afectada de Covid persistente con 45 años. / Juan Carlos Muñoz

Se contagió en octubre de 2020 en el geriátrico en el que trabajaba. Entonces, era una mujer joven, positiva y muy activa y sin ninguna enfermedad diagnosticada. Ahora, se compara con los abuelos a los que atendía en la residencia. "Estoy peor que los abuelitos que yo cuidaba en el geriátrico", manifiesta y añade: "Tengo diagnosticadas una lista de enfermedades a raíz del Covid como fibromialgia severa, fatiga crónica severa, colon irritable o un tipo de anorexia nerviosa".

Recuerda que cuando se contagió pasó por todos los síntomas que se decían que se podían tener. "Estuve dos meses en la cama tras el positivo. Se me pusieron las uñas de los pies negras, me salieron hematomas por el cuerpo, tenía mucha fiebre, me asfixiaba, tuve afonía, dolores de cabeza, tos, dolores de pecho, diarrea o vómitos. Todos", destaca. A los dos meses tuvo un espejismo. "Me empecé a encontrar mejor y creía que me iba a recuperar, pero a los cuantos días recaí y los episodios de fiebre, por ejemplo, no se me han quitado. Tengo problemas para andar, de visión, taquicardias, ansiedad, temblores y mucho cansancio. No puedo ni ducharme sola y, aún ayudándome, me deja destrozada y tengo que quedarme luego un rato en la cama para recuperarme. Me he convertido en una persona totalmente dependiente", afirma. Lo peor, subraya, "la inseguridad". "Tengo dificultad para hablar y a veces me cuesta trabajo expresarme porque no siempre digo lo que quiero decir y me quedo en blanco. También me desoriento y no sé ni donde estoy", apostilla. Todos esos síntomas los tiene apuntados en un papel. "Lo hago así porque como tengo lagunas mentales, así lo llevo siempre cuando voy de médicos", destaca.

Como ella, son muchas las víctimas de esa versión larga del coronavirus y variados los síntomas. Se han detectado hasta 200 distintos. El Covid persistente es un síndrome que se caracteriza por "la persistencia de síntomas de covid-19 semanas o meses después de la infección inicial, o por la aparición de los síntomas tras un tiempo sin ellos", asegura el Ministerio de Sanidad. Aunque hay mucha falta de datos aún, parece más frecuente en mujeres y en edades medias.

"Han pasado tres años, pero el miedo y la incertidumbre persiste"

Nuria Hernández, de 45 años. / Juan Carlos Muñoz

A ese perfil responden Nuria Hernández y Raquel Velázquez se contagiaron en los primeros compases de la pandemia, en marzo del 2020, cuando tenían 42 y 43 años. Una fecha que queda lejos, aunque no para ellas. Fueron de esas personas contagiadas de Covid cuando la enfermedad era una incógnita que de pronto confinó a todo el país. Ejercían supervisora en un servicio de contact center y sanitaria cuando el Covid llegó a sus vidas y se conocieron en la habitación del Hospital Virgen del Rocío donde tuvieron que ser ingresadas por desarrollar una neumonía bilateral. La sensación de los que entonces iban al hospital les hacía pensar que "iban allí a morirse", recuerdan. Salieron del hospital y se volvieron a confinar en casa. Notaban que no estaban bien y así lo comentaban en conversaciones posteriores a aquel ingreso. Casi tres años después, siguen unidas por las secuelas del virus.

La jornada de Nuria y Raquel se resume en cansancio, mareos, décimas de fiebre, dolores musculares, taquicardias, una capacidad de concentración escasa y problemas estomacales. Llevan casi tres años sin apenas poder leer o seguir el hilo a una película y les cuesta mantener una conversación sin quedarse en blanco por momentos y terminar fundidas por el esfuerzo. Temen celebrar un buen día por pánico a una recaída.

"Tengo lagunas mentales al nivel de no poder ayudar a mi hijo de seis años con sus deberes"

Raquel Velázquez, de 46 años. / Juan Carlos Muñoz

Cuando se ponen a enumerar los síntomas que padecen tres años después, resulta imposible seguir el ritmo de la conversación y poder anotarlos todos. "Disnea, cansancio generalizado, fatiga, diarrea, taquicardias y pulsaciones elevadas, caída del pelo, dolores articulares y musculares, falta de concentración, erupciones en la piel o la disautonomía por las subidas y bajadas de temperatura y la tensión, entre otros que seguramente me estaré dejando atrás", enumera Nuria.

En el caso de Raquel, choca muchísimo la parte de su testimonio en la que relata que no es ni siquiera capaz de ayudar a su hijo de seis años a hacer los deberes. "Tengo lagunas mentales al nivel de que ante una simple suma de dos números simples, me quedo en blanco. No sé qué contestarte a mi hijo, Eso es muy duro. Ni yo misma me quiero creer que me esté pasando esto", lamenta.

"Mi vida ha cambiado al cien por cien; antes no sabía cómo mi era mi sofá, ahora lo tengo hundido"

Remedios Gómez, 56 años. / Juan Carlos Muñoz

A Remedios Gómez, el Covid le ha generado una ataxia cerebelosa, una afectación neurológica que le ha afectado al habla y también a sus movimientos. "Me decían cuando hablaba por teléfono que si estaba comiendo, que se me escuchaba raro, me paré a escucharme y comprobé que era verdad que no podía expresarme bien", recuerda Remedios que dio positivo en Covid el 4 de enero de 2021. Cuenta que pasó la enfermedad de una forma llevadera y que incluso quería incorporarse a trabajar antes de los siete días que marcaba entonces el protocolo. Es empleada de hogar y estaba acostumbrada "a no parar quieta". Nada tiene que ver con su vida de ahora. "Yo no sabía ni cómo era mi sofá porque apenas me sentaba, ahora lo tengo más que hundido". Acude a la entrevista acompañada de una amiga y ayudada de su andador. Pese a sus 56 años, Remedios es consciente de que se ha convertido "en una persona dependiente". "He llorado mucho porque no sabía qué me pasaba. La enfermedad la pasé más o menos bien, pero a los siete días no podía levantarme de la cama. Tenía un cansancio que es inexplicable, temblores y unas taquicardias que son muy desagradables", indica. Aún siguen. "Mi vida me ha cambiado al 100%", apostilla.

"No es cansancio, es que hay días que no tenemos energía ni para parpadear"

Aitana Rojas, de 45 años. / Juan Carlos Muñoz

Con más de 330.000 contagios registrados en Sevilla desde aquel 26 de febrero de 2020 cuando se confirmó el primer caso, la cifra de personas con Covid persistente podría rondar las 50.000. Aitana Rojas es otro ejemplo de esta dolencia en Sevilla. Tiene 45 años y camina ayudada por un bastón. Utiliza broncodilatadores para compensar la sensación de falta de aire y asegura que cada noche se acuesta casi sin voz. La fecha marcada en su calendario como la que "acabó" con su vida hasta entonces es el 7 de enero de 2021.

Se contagió cuando cuidaba a su madre en el hospital donde estaba ingresada por otras patologías. "Mis síntomas fueron lo normal, como un gripazo gordo. Yo tengo un problema de coagulación sanguínea y estaba con anticoagulantes y era lo normal que me diera una flebitis en el brazo. Tenía todo lo que se esperaba", afirma. Sin embargo, el tiempo pasó y no mejoraba. Una placa recomendada por su médico de cabecera localizó la característica neumonía en casos de Covid. "Estaba ya en remisión, pero me hizo tanto daño en el pulmón que tardé siete meses en poder caminar sin ese ahogo tan extremo", relata.

Hoy, vive apartada de su trabajo como operadora en una tienda de telefonía porque su voz ya no puede ser su herramienta de trabajo. Tampoco puede asumir su responsabilidad como delegada sindical. Y en casa, la mayor parte de la responsabilidad con sus hijos ha recaído sobre su marido. "La sensación con la que vivo no es la de estar cansada, es que no tengo energía para moverme, solo el parpadear supone un desgaste y a eso se une la falta de memoria que hace que no te salgan ni las palabras", subraya.

"Lo que peor llevo es la incomprensión de amigos pero, sobre todo, de los médicos"

Carmen Benjumeda, de 55 años. / Juan Carlos Muñoz

Carmen Benjumeda también se contagió cuando cuidaba de su madre dependiente, pero en casa. La mujer que la ayudaba con sus cuidados dio positivo, pero se lo cayó y siguió trabajando. En casa de Carmen cayeron todos, incluso su madre. Era octubre de 2020 y recuerda que el trato que recibieron en el hospital "da miedo recordarlo". "Fue duro ver cómo éramos tratados, teníamos un bicho que nadie quería tener cerca. Mi madre también ingresó y pedí que nos pusieran justas, fue la peor experiencia de mi vida", relata.

Aquello pasó, pero Carmen no ha vuelto a ser la misma. A día de hoy "no queda nada" de esa Carmen que se define como "una polvorilla" en la tienda que la que trabajaba como dependienta, que ayudaba a sus vecinas con sus hijos, que atendía con total dedicación a su marido con una minusvalía y que "siempre tenía palabras de ánimo para todos". "Todo se ha tornado en dolores de cabeza, falta de concentración, dolores musculares y articulares y mucho cansancio. El comer o beber te cansa. No puedo explicarlo", asiente.

Pese a todo, lo que peor lleva es la "incomprensión". "Es duro que tu entorno de amigos o familiares no te entienda. Los médicos tampoco. Nos hablan de trastornos psicológicos y nos hinchan a antidepresivos, pero esa no es la solución a lo que nos pasa", lamenta.

Precisamente esa incomprensión hace que María Dolores M. empiece esta entrevista con lágrimas en los ojos. Está de baja "por depresión" porque, asegura, que para sus médicos "el Covid ya no existe". Tampoco fue entendida en casa al principio cuando se quejaba "de una bgran sensación de ahogo". Pero eso no impidió que, "a rastras", cogiera su coche y se plantase en el hospital más cercano de casa. Se quedó ingresada más de una semana. "Me contagié el 30 de octubre de 2020 y desde ese día estuve encerrada en mi habitación tres días. Yo les decía a mis hijas y marido que estaba muy cansada y que me ahogaba, que me faltaba el aire. No se lo creían. Pero al tercer día les dije que se fueran la patio y salí para ver si era capaz de subir la escalera y bajarla. Me quise morir. No era capaz. Me ahogaba. Así que como nadie podía llevarme al hospital porque no quería que se contagiaran, cogí mi coche y me fui sola. Fue muy duro", recuerda aún emocionada casi tres años después.

La Asociación Long Covid Andalucía exige unidades de referencias en todos las provincias

De la estancia en la hospital prefiere ni hablar porque asegura que recibió un trato "que es mejor no recordar". Pese a todo, el "infierno" le esperaba en su vuelta a casa. "Me mandaron a casa con un tratamiento de corticoides y yo me pensaba que me iba a comer el mundo, pero fue bajar la dosis y empezó mi calvario", dice. Se pasaba la vida en el baño, con "entre 60 y 80 deposiciones al día"; tenía unos dolores "terribles", sobre todo torácicos; y la cabeza con "muchas lagunas". Todo continúa, "en menor grado", destaca María Dolores, pero los síntomas siguen. "Sigo con diarreas continuas, aunque ya he pasado a ir al baño entre siete y ocho veces, continúo con muchos dolores y, por ponerle un ejemplo de cómo tengo la cabeza, he llegado a salir a la calle a sacar el perro, pero sólo llevaba el collar", afirma. Su vida ha cambiado hasta el punto de que ha tenido que cambiar de hogar. "No podía vivir en una casa de varias plantas con tantas escaleras", asegura. Se echa de menos a así misma. "Mi vida ya no es la misma. Yo era la que alegraba la fiesta, la alegría de la huerta y ahora nadie me entiende. Nadie sabe qué me pasa y los médicos a los que he ido tampoco", apostilla.

Todas han encontrado un apoyo y refugio en la Asociación Long Covid Andalucía. Un organismo que nació en mayo de 2020 como un colectivo de afectados y que desde entonces ha triplicado sus asociados. Piden que se les muestre, que se sepa que la enfermedad que padecen existe y que tienen muchas necesidades, que parten de la compresión médica, en primera instancia. Por ello, entre sus peticiones a las Administraciones exigen formación e información a los profesionales sanitarios del protocolo existente; la necesidad de creación de Unidades de Referencia en cada provincia, que garanticen un tratamiento y atención igualitaria para todos los pacientes, sin discriminación; un registro de pacientes; una adecuada atención psicológica; o la difusión e información a la ciudadanía sobre la enfermedad, entre otros puntos.

ectados

Octubre del 2020 queda lejos, aunque no para ella. Fue de esas personas contagiadas de Covid-19 cuando la enfermedad era una incógnita que de pronto confinó a todo el país.

Nuría

La asociación nace como un colectivo de afectados en mayo de 2020, en verano de 2021, viendo que tenemos una serie de necesidades que es necesario configurarse como asociación para poder acceder a la búsqueda de soluciones a esas necesidades nos registramos como asociación finales de agosto 2021. Hemos ido desde entonces pasos.

Previo a registrarnos como asociación ya habíamos dado pasos y manteniendo reuniones con la consejería de salud, fruto de esos pasos en verano de 2021 la consejería de salud crea un primer protocolo, que consideramos un paso adelante, pero de primeras no tuvimos acceso a ese protocolo los afectados, nos contaron que había herramientas a las que el sanitario tenía acceso, desde entonces hemos ido reclamándolo, pero vemos que no se lleva a cabo porque hay una cantidad ingente profesionales que desconocen de su existencia, si en la práctica eso no llega al final de la cadena al final los pacientes siguen desatendidos. Esa es una de nuestras mayores metas, que se cumpla en todos los lugares por igual, sin diferencias de donde se vive. Junto con la formación de los sanitarios y la información, no es normal que un paciente tenga que explicarle al médico que existe un protocolo. Con el cambio de la consejería en Salud, nos reunimos con la Consejería el 18 de enero con la subdirección de gestión sanitaria (documento). Nos los han pasado. Hay hospitales en los que sí hay unidades, como el Virgen del Rocío, con la internista Isabel Martín Garrido, en el resto se debería seguir ese camino. Hemos pedido que todas las provincias tengan una unidad de referencia. SI no, por provincias, en puntos claves para que se sigan dando pasos. O que haya médicos que todavía te cuestionen cuando la OMS, el Ministerio de Sanidad y la Consejería de Salud lo tiene más que reconocido.

La eterna cantinela de todo es psicológico, haz yoga, pilates... es verdad que hay veces que cuentas esto en una reunión se puede decir que son casos puntuales, pero si hiciéramos una lista, el problema es, otra de las peticiones, es que no hay un registro de pacientes con Covid persistentes, el problema es que todo son estimaciones de que mínimo del 10 al 15% de paciente que han pasado con el Covid, quedan con Covid persistentes, esta es la mejor de las estimaciones, si en Andalucía hay, digamos, 1,5 millones de afectado de Covid, estaría hablando de 150.000 andaluces y yo diría que es un número más que suficiente como para prestare atención.

Otro de los puntos que nos duele la boca de pedir es la investigación. Nos tratan la sintomatología. Si no vamos al origen de la enfermedad y a la etilogía, no vamos a poder atajar de raiz del problema. La investigación es una inversión porque te ahorra costes en sanidad. Ese es otro caballo de batalla, junto al protocolo y la información a la ciudadanía, el covid no todo el mundo lo pasa en tres días y luego no pasa nada. Somos una mínima representación de una realidad. Hay muchísima gente que no sabe que tiene covid persistente.

La gente llega a través del boca a boca, que nos conoce por medios de comunicación y ya, también, unidades como la del Virgen del Rocío, ellos mismos dan a conocer a la asociación.

Hemos llegado a un punto en el que el Covid ya no es una prioridad. A la asociación siguen llegan casos, pero sí es cierto que a medida que avanzan las olas, la incidencia ha sido menor y además coincide con las vacunas, hicimos una encuesta porque queríamos conocer de que ola era cada paciente para identificar cuál tenía más impacto. De la primera 38%, la segunda 33% y la tercera que ya coincide con las vacunas baja al 10%. A partir de ahí, en las siguientes ola sigue habiendo, esto no para, pero en menor proporción.

Aitana, 45 años (Bastón)

Me contagie el 7 de enero de 2021. NO había vacunas, se empezaban a vacunar los mayores de residencias por aquellos entonces. Yo estaba cuidando a mi madre en el hospital porque tenía adenocarsinoma con metástasis ósea le estaban tratando el dolor. Yo lo hacía todo con mascarilla, pegada al gel hidroalcohólico. Lo cogí allí. Lo cogimos todos, mi padre, mi hermano y hasta mi madre y la ultima en dar positivo fue yo. Mis síntomas fueron lo normal, gripazo gordo, tengo un problema de coagulación sanguínea y estaba con anticoagulantes y era lo normal que me diera una flebitis en el brazo. Tenía todo lo que se esperaba. Cuando más o menos se me pasaron esos síntomas catarrales, la fiebre nunca se me ha terminado de pasar, me di cuenta de que cuando ando me ahogo, llamo a mi médico de cabecera, que no paraba de llamarme, se portó genial, me llamó y me hizo una placa y salió una neumonía, en remisión, pero me hizo tanto daño en el pulmón que tardé siete meses en poder caminar sin ese ahogo tan extremo. Sigo andando con broncodilatadores. Para colmo me vuelvo a recontagiar, y lo que más miedo me da de todo es la disnea porque la falta de aire es muy desagradable. Afonía, tengo un callo en la garganta, cada noche me acuesto ronca. Me van tratando en el Virgen del Rocío con fisioterapia y con broncodilatadores la disnea, tarda en quitarse, pero empiezan a salirme otros síntomas como son dolores en las piernas bestiales, un cansancio, no es que estés cansada, es que no tienes energía para moverse, solo parpadeas, falta de memoria, no te salen las palabras. TRabajaba en una tienda de telefonica en tienda y tenía que estar hablando todo el día y no tengo agilidad metal para ello, yo no soy la persona que era antes, era delegada sindical y llevaba mi trabajo y la representación de todas mis compañeras, mi casa... Me incapacitaron en diciembre para ejercer mi trabajo actual, pero adonde voy y qué trabajo hago. EN casa, en esos días que no te puedes mover tiene que asumir toda la responsabilidad. No puedo conducir porque puedo suponer un peligro. Tengo dos niños pequeños u los días que no me puedo mover, lo sufrimos todos.

Raquel Velázquez, 46

Me contagie en marzo de 2020, a principios de la primera ola. (Se queda en blanco). Soy sanitaria trabajaba en un hospital de Sevilla, me contagíe allí. A partir de ahí la vida me cambió de la noche a la mañana. Cuando cogí el Covid, tenía todos los síntomas que se decían y muchos más. Es que ahora la gente no se hace la idea de lo que fue el Covid, tenemos la memoria muy corta y muy selectiva, al principio cuando cogías el covid y te ibas al hospital ibas a morirte, porque todo el que lo cogía e iba iba a eso. Yo lo llegué a pensar cuando me ingresaron. Mi sensación era esa, que me estaba muriendo. Era una situacion que no se sabía nada, la recomendación era no salir de nasa si no era necesario... yo no tenía la sensacón de no respiar bien, yo simplemente cada vez podría hacer menos cosas, llegó un momento en el que no podía parpadear en la cama porque me dolía, hastq eue me diagnosticaron la neumonía por Covid y a partir de ahí mi vida cambió radical. Estuvo ingresada xxx y salía a la calle qie seguía mala, estuve confinaa casi otro mes, y cuando empeizo a salir de la habitación, empiezo a ver que no soy como antes, que no estoy recuperada, siempre me he quejado de taquicardia, yo me ponía de pie y el corazón se me ponía a 140 pulsaciones, el simple hecho de estar de pie llenándome un vaso de agua. Emepecé a sumar, no me encontraba bien, conocía a Nuria en el Hosputal en la habitaciónn y coincidíamos en un un montón de síntomas y ela me comentó que había creado un grupo de wasa con más afectados. Tnego un hijo de 6 años al que no le puedo seguir el ritmo. Sus deberes no soy capaz de ayudarlo, cosas tan simples como sumas o restas, no sé contestarsle. La técnica mía cuando me dice que ha fallado es que lo he hecho queriendo para que sepa cómo se falla, pero es que yo no he sabido decirle. Lagunas mentales del tiempo 7+3 y quedarte en blanco. Ni yo misma me quiero creer que me pasa eso. Laboralmente me incorporé a trabajar a los 5 meses, la inspección me dio el alta, yo lo necesitaba, quería trabajar y sentirme útil, pero por favor que me reflejaran lo que a día de hoy me sigue pasando. Dolores de cabeza a diario, el pelo se me cae a puñado, las taquicardias, el cansancio... me incorpore pero veo que no puedo seguir el ritmo, me siento un momento de veces. Estaba trabajando, sin poder, y encima criticada porque no estaba haciendo lo que tenía que hacer. Me dieron de baja en febrero del año pasado y estoy esperando si me llama el inspector a ver qué pasa.

Carmen Benjumea, octubre de 2020 55 años

Cuidaba a su madre, esa cuidadora se contagió y no dijo nada, se lo pegó a su madre y su madre a ella. Esta aencamada, estaba en su habitación, nos cambiamos de ropa para no entrar, pero si lo trajeron de fuera... Yo estuve una semana en casa, tuve que ir a urgencias, era una aborígenes que te cogieran el teléfono y tuve que mentir y decir que era sanitaria para que me atendieran (dependienta) era una odisea. Vinieron a casa, yo estaba muy mal, pero reconozco que exageré, dolor de cabeza, cansancio y me ahogaba. Me llevaron y tenía una mancha en el pulmón, me mandaron a casa con corticoide y antibiótico. En casa una semana en la cama sin poder moverme. Vivo con tres hijos y mi marido con una minusvalía, todos en casa encerrados y yo no podía moverme ni para ir al cuarto de baño. A la semana volvía a llamar porque parecía que tenía encima una losa, me recogen y me ven una neumonía bilateral, me dijeron que había dejado pasar mucho tiempo. 11 días ingresada. Ingresaron tb a mi madre y pedí que me la pusieran en la misma habitación. Fue la peor experiencia de mi vida. Ver cómo la tenían dormida, estar ingresada en esa época es inexplicaba, teníamos un bicho nadie quería saber de nosotros... Nos dieron el alta y estuve sin salir de mi habitación casa un mes y medio, salía cuando no había nadie. Seis meses sin salir de mi casa, de miedo, pánico horror de ver a la gente. Esa sensación de miedo, no se me quita. A día de hoy dolor de cabeza, falta de concentración, dolores musculares, articulares, mucho cansancio, que no te sientas descansas y se pasa, es un cansancio que beber o comer te cansa. Tengo que descansar comiendo porque me canso. Dos años sin trabajar, paso por inspección, yo pedía trabajar, psicológicamente lo necesitaba, Yo soy una persona muy positiva y optimista, pero llega un momento en el que te vienes abajo, no eres tú. Me levantaba a las seis y a las dos de la madrugada seguía activa. en la tienda era una polvorilla. Ayudaba a mis vecinas con sus hijos... Y ahora levantarme ahra y no saber qué pierna echar abajo porque no puedo... psicológicamente pasa factura. No soy una persona depresiva, pero esto me está pudiendo. Me dieron el alta el INS y luego aguanté 14 días, incorporada, pero era trabajar sin trabajar porque no podía. Sigo de baja y esperando a ver cómo acabo. Eso también nos hunde muchísimo. EL llegar a un médico y que nos diga es que psicológico, que descansemos... antidepresibos y esa no es la solución.

Remedios Gómez 56 años

4 de enero de 2021. Super activa, no sabía cómo era mi sofá ahora lo tengo más que hundido. Al principio pase el covid bien, me iba a incorporar incluso a trabajar. Pero me dijeron que me esperara a los siete días, ene se tiempo caí que no podía levantarme de a cama. Fui al médico y no tenía ni idea de lo que tenía. Me dieron el alta, me fui a trabajar pero no podía con la taquicardia. Me hartaba de llorar, no sabía qué me pasaba. Hasta que fui al médico, me dijeron que me tenían que prolongar la baja. Un año y medio así, me pasaron al Tribunal Médico, me denegaron la pensión porque no tengo tiempo suficiente cotizado y estoy en manos de servicios sociales a ver si me arreglan la ley de dependencia y me dan una paga. Ataxia cerebelosa, ayuda andador, compañada de una amiga y el cansacio, soy totalmente dependiente. Afectada al habla, me tiemblan las piernas, que parece que me voy a caer, para ducharme me ha puesto mi marido una agarredera para dcharme. Mi vida me ha cambiado al 100%.

María Dolores, 55 años

El 30 de octubre de 2020. Tuve la suerte que me hicieron la prueba, di positivo y me mandaron a casa. Fui la única en mi casa que me contagie. Por mi trabajo, me cambiaba en el porche, me duchaba en el primer baño que tenía. Estuve tres días en una habitación encerrada pero notaba que estaba con diarrea y me faltaba el aire, me dican en casa que no, a los tres días les dije que se fueran que iba a salir de la habitación e iba a subir la escalera, me di cuenta que no estaba bien. Arrastraba un cansancio que no me relajaba nada. Ese día decidí que me iba al hospital, la mabulancia no venía, y cogí y me fue sola. Yo iba a morirme. (Se emociona al recordar cómo fueron los días en el hospital) Cómo los siete o diez días ingresada fueron una pesadilla porque a los pacientes con Covid los trataban como apestados. Cuando di negativo me fui a casa, me dieron corticoide y yo me sentía perfecta, solo diarrea, 80 deposiciones al día, todo el día en el baño. Yo pensando en irme a trabajar, pero estuve tres meses con diarreas y con corticoides y cuando los rebajé fue lo peor. Dolores terribles, musculares, torácicos, que todavía lo tengo, me salen en la analítica lupus, pero no me echan cuenta. Me han hecho muchas pruebas. Seis meses de baja, bajaron las deposiciones de 80 a seis o siete al día me puse a trabajar, mentalmente lo necesitaba. Estuve año y medio trabajando hasta que he tenido que parar porque no puedo. No estoy bien. He estado año y medio engañándome a mi misma, pero no estoy bien. Yo tenía colon irritable, pero eso no hacía que mi vida fuera la mitad en el baño, ahora sí. El médico dice que lo que tengo es una depresión y esa es la baja que tengo. Estoy con psiquiatras y psicólogos, me dicen que tengo que admitir lo que tengo y hasta que no saquen las pastillita mágica. Cada seis meses me hago serología y sigo teniendo los mismos anticuerpos. Sacar al perro y solo llevaba la cadena. Yo creo que todos los síntomas que yo tenía, me los ha potenciado y agravado. Mi vida ya no es la misma, yo era la que alegraba la fiesta, ya no, era la alegría de la huerta, nadie me entiende, los médicos a los que he ido tampoco. Estoy de baja por depresión, porque el Covid "ya no existe", puede que tenga depresión, pero ahi se quedan.

Isabel María Silva, 45 años

octubre de 2020 en su puestod e trabajo, sanitaria, trabajaba en un geriátrico. Estuvo dos meses en la cama tras el positivo, hematomas por el cuerpo, mucha fiebre, se asfixiaba, afonía, dolores de cabeza, tos, dolores de pecho, diarrea, vomitos... fui pasando por todos los síntomas que podía tener, yo iba pasando por todos. A los dos meses estuve unos días en los que creía que me iba a recuperar porque empecé a encontrarme mejor, a los cuantos días recaí y los episodios de fiebre no me han quitado, de 38 no paso, pero el mal cuerpo de la destemplanza muchos dolores, problemas para andar (andador), de visión, taquicardia, ansiedad, temblores, persona sana independiente y me he convertido en una persona totalmente dependiente. Me han traído hasta aquí. Inseguridad, me encuentro mal, no veo, me cuesta trabajo expresarme porque no siempre digo lo que quiero decir, me quedo en blanco, me desoriento, niebla mental... muchos dolores.

Me contagie con 42 años y no tenía ninguna enfermedad, ahora tengo muchísimas diagnosticas, fibromialgia severa, fatiga crónica severa, colon irritable, un tipo de anorexia nerviosa.... tengo una lista de enfermedades.

Mi vida era, tengo un hijo de 20 años, me quede vioda con 27 años, pase una depresón grande, me recupero y soy una persona muy activa, muy disfrutona, al haberme pasado aqulleo como que me comúa el mundo, disfrutaba de todo... He criado a ki niño sola, trabajaba, iba al gimnasio, super independiente, cogia mi coche y me iba sola a todos lados y he pasado a ser dependiente para todo, incluso para ducharme me tienen que ayudar y, aún así, luego me tengo que estar acostada un rato del desgaste físico que me supone. Todas las noches te acuestas con la incertidumbre de cómo me voy a levantar mañana. Miedos. Los médicos de la seguridad social he tenido muy mala suerte. Toda su afan era darme de alta, medico de cabecera que covid persistente no existía, a los 10-15 meses de estar enferma les dije que no me levantaba hasta que me mandara a la unidad de CP en el Virgen del Rocío, me mandó a las malas. Me puso que me había enterado de una asociación de que eso existía. Apuntado en un papel lo que le pasa porque no las recuerda. Le dijeron que si me creia que ellos tenían una pastilla en su cajón.

No dejaba de empeorar, la doctora Martín le ha puesto un tratamiento y ha dejado de empeorar. Puedo hablar porque me he dado muchas sesiones con la cámara hiperbarica que tampoco me la ha pasado la seguridad social antes no podía hablar nada, la mayoría de tratamientos y medicamentos, me los pago yo. El neurólogo me dijoq ue le hablara más fuerte cuando me vio, yo no podía hablar. Pérdidas de orina., fisio especialista en suelo pelvico y me lo estoy pagando yo. Peor que los abuelos que yo cuidadaba en el geriatrico. Me dieron de alta en noviembre, con el inspector no estuve ni dos minutos. Y me llegó la carta con el alta de la seguridad social. Mi contrato se acabó durante la baja y ahora no tengo trabajo ni lo puedo buscar.

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