El verano de la mafia georgiana en Sevilla
Cuatro ladrones de este país, especialistas en el robo de pisos, fueron detenidos en Triana en el mes de agosto en dos operaciones de la Policía Nacional
La madrugada del 12 de agosto, dos ciudadanos georgianos salieron de un bloque de la plaza Alfonso Jaramillo, en Triana, cargados de joyas y dinero que habían robado de un piso del edificio. En la puerta los esperaba una patrulla de la Policía Nacional, que sospechaba de que había una banda de ladrones robando por la zona porque en las últimas semanas se habían incrementado las denuncias. Como siempre que se produce un repunte rápido de las denuncias por robos en domicilios, concentrados todos en uno o dos distritos de la capital, todo apunta a la mafia georgiana.
Organizaciones criminales de este país cuentan con células en España que se dedican a robar miles de pisos al año. Se desplazan de manera itinerante de una ciudad a otra, se instalan en un piso turístico por unas semanas o como mucho un mes, e instalan ahí una base provisional, desde la que operan. Durante ese tiempo roban en decenas de pisos, y cuando creen que la zona ya está quemada y que la Policía puede estar detrás de ellos, se marchan a otra ciudad para continuar con su actividad.
Así funciona la mafia georgiana, que ha puesto sus miras en Sevilla en varias ocasiones en los últimos años. Once días después de la detención de la detención de los dos ladrones en la plaza Alfonso Jaramillo, la Policía Nacional detuvo a otros dos delincuentes de la misma nacionalidad por el mismo delito: robos con fuerza en viviendas. Uno de ellos había sido arrestado en Madrid dos meses antes, en junio, cuando forzaba la cerradura de una vivienda. Esta segunda operación también se desarrolló en Triana, una de las zonas preferidas por los georgianos, junto con Los Remedios y Nervión.
Los cuatro detenidos en Sevilla llevaban consigo herramientas de cerrajería. Son expertos en esta materia. Son capaces de abrir cualquier cerradura que se les ponga por delante, por blindada que ésta sea. Consiguen abrir las puertas sin causar daños aparentes aunque la cerradura tenga las vueltas echadas. Lo hacen en cuestión de segundos. Una vez que consiguen abrir, los robos transcurren en pocos minutos. Los delincuentes buscan básicamente joyas de oro y dinero, algo con lo que puedan obtener beneficio rápido y sin dejar demasiadas pistas para la Policía.
No son violentos. Los georgianos se aseguran de que la vivienda en la que van a robar está vacía. Lo hacen colocando un testigo de plástico o un pegote de silicona en la unión de la puerta. Suelen operar los fines de semana. Colocan los marcadores la noche del viernes al sábado y regresan la madrugada siguiente. Si ven que el trozo de plástico o la silicona siguen en el sitio en el que ellos los colocaron, entran. Si no, se marchan. Si por error se encontraran a alguien dentro del piso, no buscarán el contacto directo ni el enfrentamiento, sino la manera más rápida de huir. Conocen muy bien el Código Penal español y saben que si el robo con fuerza pasa a ser un robo con violencia e intimidación se enfrentarán a condenas más duras.
Este modus operandi les lleva a operar principalmente durante los fines de semana o en las épocas de vacaciones. De ahí que el pasado mes de agosto hayan sido detenidos cuatro delincuentes de este país en la capital andaluza. En el verano de 2018 fueron once los ladrones de pisos georgianos arrestados en Sevilla. Cuatro de ellos serían detenidos en Los Remedios y alegarían que habían venido a la ciudad a ver los toros, unas novilladas de promoción que se celebran en julio y de las que, efectivamente, la Policía les encontró unas entradas entre sus pertenencias. Que acudieran a los toros no quita para que robaran en al menos diez pisos de Sevilla en menos de un mes, según consta en la sentencia de la Sección Cuarta de la Audiencia de Sevilla que les condenó a penas de entre dos años y medio y cinco años y medio de cárcel y a la expulsión inmediata de España.
La intensa actividad de los ladrones georgianos se traduce en las estadísticas de criminalidad en un incremento de los robos con fuerza en domicilios. En Sevilla capital, este delito ha crecido en un 37% en el primer semestre del año 2019 en relación con el mismo periodo del año anterior. Se registraron 562 robos en viviendas entre enero y junio. Es decir, una media superior a los tres casos diarios. Hay que tener cuenta que, desde hace unos años, en este balance también se incluyen los robos ocurridos en zonas comunes, como garajes y trasteros, lo que hace que se eleve la estadística.
Una de las mayores operaciones policiales contra la mafia georgiana la hizo el Grupo de Robos de la Policía de Sevilla en el verano de 2014. Fueron detenidas 15 miembros de una organización criminal de este país. El atestado incluía un tratado sobre el funcionamiento de la mafia georgiana, que quedó después reflejado en la sentencia que condenaba a los acusados a la expulsión del país, impuesta también por la Sección Cuarta de la Audiencia de Sevilla.
La mafia georgiana presenta una estructura piramidal o jerárquica, con diferentes niveles operativos. Por un lado, los dirigentes de mayor importancia, que se denominan a sí mismos kanonieri qurdi (ladrones en ley), ubicados en Georgia y quienes toman las principales decisiones operativas. En un segundo escalón están los smotryachi, que son los jefes o responsables nacionales. En un tercer estrato se colocan los paleogenet, que son los mandos regionales. Todos estos tienen acceso a la caja común u obshchak. A ella están obligados a realizar aportaciones económicas todos los miembros de la organización, aunque sólo puedan hacer uso de la misma mediante autorización del jefe regional, que a su vez solicitaría permiso a los niveles superiores. Este dinero sirve para sufragar los gastos de alquiler, desplazamientos, manutención y, especialmente, los derivados del ingreso en prisión y fianzas.
En el escalón más bajo de la organización están los chestiorki o peones, algunos de los cuales son toxicómanos reclutados en Georgia. Viajan por diferentes países europeos provistos de pasaportes y documentos de identidad falsos, vehículos con matrículas de otros países y útiles de precisión adecuados para la apertura de cerraduras o fabricación de llaves falsas. La red tiene su propio código de conducta, con normas entre las que se incluye el no trabajar y vivir sólo de lo obtenido mediante el robo, así como la obligación moral de apoyar a otros miembros de la organización moral y materialmente, mediante el uso de la caja común. Otros principios son mantener el secreto absoluto sobre sus cómplices y enseñar a los nuevos miembros el oficio. Como marca de identidad, los jefes llevan tatuajes de pertenencia que muestran estrellas de ocho puntas, un murciélago, la palabra lobo en ruso o la cruz ortodoxa en los dedos.
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