Los vecinos de San Marcos estallan contra la inseguridad y el deterioro crecientes

Los residentes en este barrio del centro de Sevilla señalan como origen de los problemas al reparto indiscriminado de comida en el convento de Santa Isabel

Aseguran que no se oponen a la labor social de las monjas, sino que sólo piden que haya un cierto control

Los robos y el menudeo de drogas son frecuentes y se han dado casos de exhibicionismo ante menores

El Polígono Sur y Los Pajaritos se enquistan como los barrios más pobres de España

Los vecinos de San Marcos, hartos de la inseguridad y el incivismo / M. G.

Los vecinos del barrio de San Marcos, en el centro de Sevilla, están desesperados por el deterioro de la convivencia y la creciente inseguridad en la zona. Los residentes centran el problema en el reparto indiscriminado de comida que hacen las monjas del convento de Santa Isabel, que atrae a decenas de indigentes cada día.

Esto provoca que muchas de estas personas acampen en calles y plazas del barrio, como la misma de Santa Isabel, donde hasta hace poco había instaladas tiendas de campaña, o bien duerman en portales y esquinas cercanas. Igualmente, los vecinos acusan a estos indigentes de cometer hurtos y robos en el barrio y de consumir drogas en plena calle. Aseguran que hay un foco de menudeo en la zona, pues vienen pequeños traficantes a buscar clientes entre las personas que acuden a diario al convento.

Un hombre duerme en un portal. / M. G.

Un grupo de vecinos explicó a este periódico que el problema es cada día más grave y urge una solución. Aseguran que en ningún caso se muestran contrarios a la labor social que hacen las monjas, sino que simplemente pidan que ésta se haga con algo de control.

Los residentes han tratado este asunto en varias reuniones que han mantenido con el Ayuntamiento y un representante de las monjas. En uno de estos últimos encuentros estuvieron presentes el delegado del distrito, Juan Carlos Cabrera, así como miembros de la Policía Nacional, Local, Lipasam y los servicios sociales.

Restos de suciedad y una persona sin hogar en el suelo. / M. G.

Cabrera propuso que el reparto de bocadillos se haga durante media hora cada día, de forma que podría haber una patrulla de la Policía controlando la situación en la zona en este tiempo. Sin embargo, las monjas se niegan alegando que realizan también una labor psicológica y atienden a las personas que van a pedir alimentos. Aunque en teoría el reparto de comida es de 9:30 a 11:30, en la práctica se prolonga durante toda la mañana, aseguran los afectados.

Antes había reparto durante la tarde también, si bien en 2014 se produjo el intento de secuestro de un niño por parte de un perturbado, que fue detenido por la Policía Nacional y enviado a la cárcel después. Esto hizo que se recortara el horario de entrega de bocadillos y sólo se haga ya por la mañana. Esto no quita que los usuarios de este servicio se quedan por la zona durante todo el día.

Lugar donde duerme uno de los indigentes de San Marcos. / M. G.

Otra cuestión que reclaman los vecinos es que haya un control sobre la población a la que se entrega comida, pues cualquier persona puede entrar en el convento y se le entrega el bocadillo. "Luego vemos los bocadillos tirados por la calle e incluso ha habido robos en los que se han llevado algún material y han dejado el bocadillo. Creemos que debe controlarse quiénes son los usuarios, saber si de verdad son necesitados, y sobre todo pedirles una identificación", explican los vecinos.

En una de las reuniones, un representante de la Policía Nacional les trasladó que el 80% de las personas que paraban por las inmediaciones de la plaza de Santa Isabel tienen antecedentes. "Muchos de ellos son delincuentes, que vienen atraídos porque pueden robar algo por la zona o porque pueden venderles un paquetillo de droga a otros usuarios".

"En los últimos meses han aumentado el número de personas sintecho, con frecuencia expresidiarios o politoxicómanos, algo que se evidencia por sus propias conversaciones sobre reyertas o venganza, así como por fumar plata en la plaza. He observado cómo menudean y adquieren las dosis ahí mismo. La situación se ha agravado de una forma alarmante y muy triste", añade otro de los vecinos consultados por este periódico.

La Policía habla con uno de los indigentes de la zona. / M. G.

En las últimas semanas, a un hostelero del barrio le quitaron la mercancía cuando estaba descargándola. Aprovecharon que fue a meter unas bolsas dentro del bar y cuando regresó tenía el maletero vacío. Hace unos días, sorprendió a una persona husmeando entre sus veladores, como si tratara de seleccionar algún objetivo para robarle. El comerciante se dirigió a él y éste le dijo que "era de Triana y venía aquí a trabajar, y que sólo estaba observando".

Otros vecinos han sorprendido a un hombre de los que frecuenta el convento masturbándose delante de unas chicas. Ha habido robos mediante el procedimiento dle tirón y son muchos los que optan por no pasar por los callejones como Lira o Hiniesta por la noche. Todos coinciden en que el deterioro del barrio es notorio y que se ha agravado en los últimos años. Incluso aseguran que otras zonas tradicionalmente más afectadas, como la plaza del Pumarejo, presentan ahora mejor aspecto que San Marcos. "Conocemos a vecinos que se han marchado a otras zonas como los Terceros, el Pumarejo o San Julián. No quieren vivir aquí".

Un hombre duerme en la calle. / M. G.

Los vecinos han tratado en numerosas ocasiones de dialogar con las monjas, pero éstas se niegan a cualquier cambio. "Dicen que lo que ocurre de las puertas del convento para fuera no son asuntos de su incumbencia. No nos oponemos a su labor social, para nada, pero en otros sitios las personas a las que se les reparte comida tienen que identificarse y hay un control. Aquí no", dice uno de los residentes.

"No entendemos bien esta política social. Quizás sea mejor hacer un estudio de las familias más necesitadas del barrio y darles a ella lo que necesiten en vez de darle un bocadillo al primero que llegue. En vez de darles a cien personas un bocadillo que vale un euro, darle 25 euros a cuatro personas que realmente lo necesiten. Ninguno de estos usuarios ha empezado a trabajar, o se ha matriculado en la Universidad. Ninguno ha salido de la marginalidad". Al final, lamentan los residentes, este reparto de comida se ha convertido en una forma de consolidar una pobreza, con el deterioro de la convivencia, la suciedad y los robos que llevan aparejados, en la zona, pues hay un efecto llamada.

Otra vecina, que lleva medio siglo viviendo en el barrio, recuerda que la plaza de Santa Isabel (elegida por los lectores de Diario de Sevilla como la más bonita de la ciudad) era el lugar donde jugaba de niña. "Cuando nació mi hija hubo un tiempo en que llevábamos a los niños a jugar allí. Hoy eso es imposible. Hace mucho que no juegan niños, hemos perdido esa plaza tan bonita", apunta la mujer. Otro de los residentes apunta: "el otro día me dijo un chaval del barrio que ya no hacen ni botellona en la plaza, porque tienen miedo a que les puedan robar".

La plaza de San Marcos. / Victoria Hidalgo

Una residente en la calle Castellar explicó que fue atacada recientemente por un individuo en la calle Espada, cuando se dirigía hacia su trabajo. "Me faltó el respeto y vejó mi dignidad como persona y mujer, me escupió en la ropa, sabiendo muy bien lo que hacía y en actitud desafiante, y se marchó como si nada, profiriéndome también algún insulto", indicó esta mujer, que asetura que ha tenido que cambiar su recorrido habitual para no cruzarse de nuevo con el agresor.

"Hace algún tiempo que vengo observando cierta agresividad en algunos de los transeúntes que se acercan en horario de mañana a por el bocadillo del convento de Santa Isabel, y no es difícil encontrar a algunas de estas personas deambulando por las calles hablando a solas, gritando, incluso insultando a otros viandantes, sin razón ni lógica alguna", apuntó la vecina.

La plaza de Santa Isabel, con el convento al fondo. / José Ángel García

"Sin ir más lejos, hace uno o dos meses mi marido también fue amenazado por otro individuo que apareció de la nada cuando estaba aparcando y lo amenazó con pegarle cuando este se bajara del coche, pero era tal el estado de euforia e incoherencia de esta persona, que se marchó sin más, dando alaridos y con ademanes violentos", añadió.

Para esta vecina, "es una pena y una vergüenza que los vecinos del casco histórico de la ciudad estemos padeciendo esta situación, de la que somos totalmente víctimas, y aún no tengamos soluciones para plantar cara a esta espiral de violencia que ha ido creciendo poco a poco en las inmediaciones de nuestro barrio, afectando a negocios, viéndose incrementado el número de robos de bolsos, ataques verbales y similares, entre otras circunstancias".

Los afectados aseguran que estos días, en campaña electoral, Lipasam pasa dos veces al día por las calles del barrio, pero que esta frecuencia no es la habitual. Echan en falta una mayor presencia policial y aseguran que a veces la Policía no acude a las llamadas. Quienes sí vienen, apuntan, son los servicios sociales, la Unidad de Emergencia Social del Ayuntamiento de Sevilla (Umies). "Pero poco pueden hacer si la persona no acepta ser trasladada al albergue".

"De puertas para fuera es un problema de gestión municipal"

La superiora general del convento de Santa Isabel envió el pasado mes de octubre una carta al director general del distrito Casco Antiguo, en la que abordaba el problema planteado por los vecinos del entorno. La religiosa defendía el reparto de comidas como una "actividad puramente social, destinada a personas que nada tienen y que parecen no existir para nadie".

Después de que los vecinos pidieran que se acortara la franja horaria del reparto de comidas, el convento consideró que "el objetivo final de esta demanda es que eliminemos el reparto de bocadillos", algo que es "del todo improcedente". "Una cosa es colaborar con los vecinos, y así lo venimos haciendo, y otra es que los vecinos determinen las actividades que podemos llevar a cabo o no".

La superiora de estas monjas filipenses añadía que "no es un mero reparto de bocadillos sin ton ni son, sino que es una atención que quiere ser personalizada". "Escuchamos al necesitado, hablamos con ellos, damos consejo cuando nos lo piden. Y ellos se sienten que al menos cuentan para parte de la sociedad", exponía la misiva.

En Santa Isabel se reparten cada día 200 bolsas de bocadillos, que van acompañadas de una fruta, un yogur o un dulce. "Llevar a cabo esta actividad en 30 minutos es del todo imposible, pues eso implicaría que en un minuto tendríamos que atender a seis usuarios".

"La actividad del convento empieza y acaba con el reparto de bocadillos. Queremos decir, que lo que ocurra de puertas para fuera es un problema de gestión municipal, con quien queremos colaborar, pero no a costa de anular la actividad. De la misma manera que los servicios municipales gestionan los problemas o las repercusiones de un acontecimiento deportivo o musical, por ejemplo, más allá del recinto donde tenga lugar esa actividad, entendemos que corresponde al Ayuntamiento hacer una buena gestión para minimizar los problemas sin deshumanizar la sociedad", insiste la responsable de la congregación.

54 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último