Los últimos serán los primeros
calle rioja
Competición. El Maratón de Sevilla, celebrado justo un mes antes del Domingo de Ramos, es plano y monumental, aunque en el kilómetro 40 todas las llanas son cuestas.
Justo un mes antes del Domingo de Ramos, el público aplaudía a ambos lados de la Alameda a la cofradía de los corredores. Hacía casi un par de horas que habían pasado los africanos que llegaron a la meta y al podio del estadio de la Cartuja cuando se escuchó una sonora ovación. Por número, parecía un coro del Carnaval. Todos llevaban en sus camisetas las palabras Egoísmo Positivo. Con música de la Macarena de los del Río, algunos corrían empujando carritos con los atletas más esforzados. Egoísmo Positivo busca integrar, a través del running, a personas discapacitadas en el mundo del deporte.
La Alameda de Hércules, con sus columnas de Realito y las de Calatrava, tiene también aspecto de coliseo deportivo. Las gradas se improvisaban en los veladores de los diferentes bares, y ahí Sevilla tiene el récord del mundo. Espectadores sentados en Casa Paco, en Gigante, en el Corral de Esquivel, en la Norte o en Badulaque. El Maratón número 34 ha sido el primero con las puertas de Aguilar cerradas. Filípides se quedó sin la sangre encebollada.
No faltaron un año más los Pretorianos de Tomares. Muchísimos corredores foráneos. La víspera llenaron Sevilla, tomaron pasta en los bares especializados y sus familias tapearon sin remilgos ni dietas. Pusieron el no hay billetes en casi todos los bares. En puertas del Día de Andalucía, había corredores de Lucena, de Torremolinos, tres de El Ejido con los deberes hechos. Toda Andalucía, África entera, nórdicos, orientales. El maratón es la procesión más globalizada de la carrera oficial, con patrocinio de Seguros Zurich. La hora suiza en todos los relojes. Algunos reconocían y jaleaban al actor Antonio de la Torre, que es corredor por afición y no por pose. Llevaba una camiseta azuloscurocasinegro, el color que le dio el Goya de sus numerosas nominaciones. Segundo Marathon Man, réplica de la película que protagonizó Dustin Hoffman.
El Maratón de Sevilla es llano y monumental. La calle Calatrava tiene una leve inclinación que en busca del kilómetro 40 (el 39 estaba en la Alameda esquina con Santa Ana) se hace como el Tourmalet. Rafa trabaja desde noviembre en Alemania. Ha venido a ver a la familia y aprovechaba para recordar sus dos maratones, el de Valencia y el de Sevilla. Después iría con su familia a ver la exposición de Van Gogh.
Un uruguayo y un guipuzcoano corren a la par. El maratón hace extrañas parejas de aventura. Otras son más ortodoxas: parejas sentimentales, parejas solidarias con la variante del lazarillo que acompaña al corredor ciego. Este año no hubo animación musical en la curva de la Alameda. No era necesario. Las palmas eran un sonido permanente. Desde sus estatuas, improvisaban un dueto Manolo Caracol y Pastora Pavón, con Chicuelo al baile con su capote. Romance de Valentía.
Desde la Plaza de España hasta el estadio de la Cartuja. Desde la Sevilla del 29 a la del 92. Desde la de Aníbal González a la de Cruz y Ortiz. Un condiscípulo de estos arquitectos, Guillermo Vázquez Consuegra, paseaba la víspera con su perro Camarón por la plaza del Pozo Santo. Como estamos en Sevilla, hasta el maratón se ha integrado en el fenómeno de las vísperas.
Este año no ha corrido Elisabeth. Hasta hace unos meses trabajaba de camarera en la Norte Andaluza y este año se va a Irlanda en pos de nuevas experiencias. El Maratón de 2017 le hizo fotos su vecino el actor Pepe Quero. El Maratón obligó a que todos hicieran deporte. Los hermanos Eulogio y Pilar García Romero se cruzaron a pie por José Laguillo. No había taxis ni autobuses. Ella iba hasta la estación de Santa Justa a coger el AVE de Madrid; él acababa de llegar desde Cádiz y caminaba hasta la Alameda.
Igual que los bares, el AVE también debió de llenarse de madrileños que como en el puente del 2 de mayo cuando cae en Feria vinieron a Sevilla para correr. Corredores de Valdemoro, de Aranjuez, uno con la camiseta del Atlético de Madrid que igual se fue a Nervión a ver a su equipo contra su verdugo copero. En el maratón no existen los verbos ganar y perder. Los últimos fueron los primeros. Fue entonces cuando apareció el sol y se despejaron los nubarrones. No faltaron los miembros del club Bikila, como el etíope que entró descalzo en el Coliseo de Roma ganando el Maratón de los Juegos Olímpicos de 1960.
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