Los últimos del Vacie
El asentamiento chabolista más antiguo de España ha quedado muy reducido, muchos de sus habitantes quieren salir pero otros se oponen a la política de realojos
El Ayuntamiento intentará de nuevo la erradicación completa del poblado este mandato
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El asentamiento chabolista más antiguo de España es hoy un conjunto disperso de casas que se mantienen en pie a duras penas, en unas calles llenas de baches en las que se acumula la basura, que recorren perros y gatos famélicos en busca de algún resto de comida, en el que hay fugas de agua y en el que los pocos vecinos que quedan pasan la mañana a la sombra. El paisaje predominante en el Vacie es el del hormigón. Cada vez que se tira una chabola, las autoridades colocan unos bloques cuadrados de este material para que se levanten nuevas casas. La población del asentamiento se ha reducido considerablemente.
A finales de los años dos mil vivían en el poblado 930 personas. Esa cifra se redujo a 529 en octubre de 2016, fecha del último censo conocido. Ese mismo año, el Ayuntamiento de Sevilla recibió una partida de 15 millones de euros de los fondos europeos para, entre otras medidas, la erradicación definitiva del Vacie. Un cartel recuerda en la entrada del asentamiento el proyecto que hay en marcha. En él se ven los logos de la Unión Europea y del Ayuntamiento de Sevilla. Abajo se lee el lema Una manera de hacer Europa.
Lo que se ve detrás, sin embargo, recuerda poco a Europa, o al menos al concepto de Europa asociado desde el final de la Segunda Guerra Mundial a una imagen de modernidad, civilización y cultura. Lo que hay a escasos metros del cartel es miseria, suciedad, chatarra y una vida en condiciones indignas para cualquier ser humano. Algo impropio de una sociedad del siglo XXI. El trabajo del Ayuntamiento en los últimos años también es visible en el Vacie, donde apenas quedará un centenar largo de vecinos.
La erradicación definitiva del Vacie es uno de los grandes retos que tiene por delante el nuevo alcalde, José Luis Sanz, en el recién iniciado mandato. Son muchas las familias que han salido del asentamiento en los últimos años, pero ahora queda lo más difícil, pues algunos de los que residen, sobre todo en el extremo del poblado más cercano al tanatorio de la SE-30, son precisamente los que no quieren salir. Muchos son delincuentes. De allí surgieron bandas organizadas especializadas en robos con violencia. Hay también armas y droga. En esa zona del poblado nadie quiere hablar y las miradas lo dicen todo.
En el rato que dos periodistas de Diario de Sevilla estuvieron en el asentamiento aparecieron una patrulla de la Policía Nacional, que mantiene una presencia frecuente en el poblado, y también dos de la Policía Local. La situación está tranquila en el Vacie desde que el pasado mes de octubre una joven resultara herida en un tiroteo, ocurrido por una discusión por las plazas de aparcamiento próximas al tanatorio. Las ráfagas se oyeron en el cementerio y el sonido se escuchó en un vídeo que se hizo viral. La Policía Nacional detuvo poco después a diez personas por el tiroteo, que coincidió además con una visita del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a la capital andaluza.
En la otra, la parte más cercana a una glorieta que se llama de la Astrofísica pero que nadie en Sevilla llama por ese nombre, viven las familias más candidatas a salir. Una de ellas es la de los Ramírez. Su patriarca es Antonio Ramírez Montero, septuagenario y gravemente enfermo de corazón, pero al que rara vez se le ve sin un cigarrillo en la boca. "Llegué a fumar hasta seis paquetes diarios", dice. Asturiano de Oviedo, vivió en Chapina, en Huelva y lleva más de tres décadas en el Vacie. "Soy el más viejo aquí". Y también el más respetado. Abre la puerta de su casa, una humilde morada en el versión más literal de la expresión, hecha con cartones y tablas. A la entrada está sentada Pilar, su mujer, que comparte los apellidos con él porque son primos hermanos. Dentro hay una nevera y un aparato de aire acondicionado que no funcionan. "Hambre no pasamos, eso es cierto, pero a veces tenemos que tirar la comida porque no la podemos mantener".
Los Ramírez se quieren marchar del Vacie, pero no se ven viviendo en un piso. Les ha llegado información de gente que ya ha sido realojada y han empezado a tener problemas de convivencia. Cuentan que los vecinos se quejan mucho y, lo peor, que han empezado a llegarles cartas de pago de hasta 9.000 euros en algunos casos por parte de la Empresa Municipal de Vivienda (Emvisesa).
Carina Ramírez es una de las sobrinas. En su día su nombre y su rostro ocuparon cierto protagonismo en la prensa local porque ella pertenece a un grupo de teatro que interpretaba La Casa de Bernarda Alba, y no podía participar en una de las obras porque tenía que ingresar en prisión por un robo de chatarra cometido mientras la grababa una cámara del programa de televisión 21 días, presentado por Samantha Villar. Hoy ya no vive en el Vacie, aunque lo frecuenta a menudo porque allí reside su familia.
"Si nos exigen esa cantidad de dinero, realmente preferimos estar en el Vacie que un piso. Pagábamos un alquiler de 25 euros al mes, pero luego hay gente que está recibiendo cartas reclamándoles 9.000 y 6.000 euros. Estamos teniendo problemas por todo, hasta por poner el ventilador. Yo a veces prefiero venir aquí, me siento más libre aquí", dice esta mujer, que vive actualmente en el cercano barrio de Los Carteros. Eduardo es otro de los familiares, que ha venido estos días desde Alicante, donde reside, para ver a sus parientes. Trabaja vendiendo zapatos y quisiera volver a Sevilla algún día.
Delfina Ramírez ha vivido prácticamente toda su vida en el Vacie. Tiene 64 años. De su casa sale María Luz, de 26. Dice que está harta de vivir entre miseria. "Mi chabola está muy limpia. Pueden verla, pero de aquí para fuera...". Señala una calle llena de basura, maleza y escombros. Lo mismo opina María Isabel, que vive en la chabola de al lado. "No me gusta esto, cada vez menos. Hay muchas envidias, muchas críticas", cuenta. Una de las niñas de la familia acaba de volver tras pasar un tiempo de vacaciones en una parcela de Los Palacios. "Con piscina", apunta entre risas.
En la parte más cercana a la tapia del cementerio está la casa de Amelia, una mujer de 36 años que también lleva desde que nació en el Vacie, pero que no quiere salir de allí. "Los que se han ido a los pisos no están contentos. No pueden hacer ruido, no pueden meter perros, no pueden tener puesta la música... Prefiero vivir aquí. Al menos esto es mío. Si me voy de alquiler a un piso no tengo nada. Aquí no debo nada y es donde he vivido desde que nací. No conozco otra cosa ni otra forma de vida". Aparece Cristina, una sobrina "tan paya como ustedes", les dice Amelia a los periodistas. Lleva una bebé en brazos.
Los días de fuerte calor, como los de la semana pasada, son horribles en el Vacie. "Nos echamos cubos de agua por encima", dicen algunos de los habitantes. En una de las casas de la entrada del poblado vive Encarna, que explica que hay una fuga de agua que nadie arregla. "Dígame usted si estas son unas condiciones dignas para vivir. Esto se encharca y hemos tenido que abrir unas zanjas. Ahí está el cartel que dice que esto lo van a arreglar. Podrían venir al menos a retirar la basura, que huele bastante, sobre todo los días de calor". Justo enfrente de su casa hay un pequeño vertedero.
Todos los habitantes del Vacie consultados por este periódico tienen una queja unánime: no hay actualmente ningún asistente social trabajando con ellos. Aseguran que la última se marchó hace tiempo y no ha sido sustituida. "Si tenemos dudas para cualquier papel, no tenemos a nadie a quien preguntarle". Otra de las quejas es la falta de limpieza en algunas de las zonas del asentamiento, lo que da lugar a la presencia continua de roedores. El Ayuntamiento, en cambio, asegura no sólo que hay asistencia social, sino que se reforzará la atención en este mandato para completar la erradicación definitiva del Vacie.
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