El último fracaso para la zona cero del barrio sevillano de San Jerónimo

El Macero

El proyecto para rehabilitar el ruinoso y abandonado mercado de abastos cae en saco roto al no poderse cumplir una exigencia de la firma interesada en su cesión

Roma en la médula

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Estado de deterioro del mercado de abastos de San Jerónimo en Sevilla. / José Ángel García

Hay quien dice que para conocer en realidad una ciudad hay que visitar los cementerios y los mercados de abastos, ya que en ellos radica la seña de identidad de las urbes. La vida y la muerte contrapuestas en este luctuoso mes de noviembre. El barrio de San Jerónimo, una de las zonas periféricas al norte de Sevilla, se encuentra a escasos metros del camposanto hispalense, ese auténtico museo al aire libre cuya visita resulta más que recomendable estos días. Sin embargo, y pese a disponer de un centro cívico enclavado en un recinto de gran valor patrimonial como es el monasterio renacentista que da nombre al barrio, sus vecinos llevan años sin un servicio tan básico como es una plaza de abastos, ese lugar que –siguiendo la terminología del lenguaje políticamente correcto– “vertebra” la sociedad.

Seamos precisos. El mercado, como instalación, existe, pero la mayor parte de su estado recuerda a la cruenta guerra desatada hace un mes en la Franja de Gaza. Una auténtica desolación. Todo es ruina. La última remodelación que se llevó a cabo la acometió el gobierno del socialista Alfredo Sánchez Monteseirín en 2004 en una tercera parte de su superficie. De los 14 puestos que se abrieron entonces, sólo permanece con actividad una cafetería que sirve desayunos. Casi dos décadas después, los titulares de los comercios los han cerrado. El último cesó la actividad hace cuatro años.

Manuel Vera es “el último mohicano” de aquella reapertura. Sirve desayunos en su bar de ocho a once de la mañana. El negocio sobrevive de lunes a viernes gracias “al chorreo de clientes”. La gran demanda llega el sábado y domingo. A sus 57 años, Vera ha conocido el mercado de San Jerónimo “en todas sus facetas”. Al poco de abrirse a comienzos de los 70, su reforma en 2004 y la marcha de los últimos comerciantes (en su día llamados placeros). Vera hace uso de la metáfora para explicar el cierre de los puestos: “el pez grande se come al chico y nosotros hemos sido el pequeño”. Lamenta que en la actualidad invertir en un negocio de alimentos perecederos no “resulta rentable” y culpa en buena medida a los ciudadanos que optan por las grandes superficies y cadenas de supermercados a la hora de hacer las compras.

Entrada principal del mercado de abastos de San Jerónimo, inaugurado en 1973. / José Ángel García

La afirmación de este tabernero resulta incontestable. Por muchas iniciativas que los gobiernos locales hayan pretendido poner en marcha para que puedan competir con las grandes marcas de alimentación, lo cierto es que los nuevos hábitos de consumo hacen imposible la igualdad de condiciones entre supermercados y las plazas de abastos tradicionales, de ahí que muchas de ellas se hayan reinventado al otorgar cada vez mayor cabida a la restauración gourmet. Ejemplos en Sevilla hay varios.

La desidia municipal

Sin embargo, en el caso del mercado de San Jerónimo, además de los cambios sociales, existe una auténtica desidia municipal que ha dejado en estado ruinoso y sin uso una instalación que podría suponer un revulsivo económico para el barrio. Así lo defienden Juan José Conde y José Fernández, presidente y tesorero de la asociación de vecinos Todos somos iguales.

El estado ruinoso que presentan las instalaciones. / José Ángel García

Hagamos memoria. La plaza de abastos de San Jerónimo se inauguró en 1973. Su impulsora fue la cooperativa del mercado de la calle Feria. Se habilitó en los bajos de un bloque de pisos. En su día contó con 50 puestos de alimentación y 14 locales exteriores pensados para otros negocios. Era una auténtica manzana comercial de la que hoy día se mantiene su estructura entre cientos de escombros. En 2004, a petición de la referida asociación vecinal, se reformó una tercera parte y se dejó en olvido el resto.

El abandono ha generado innumerables molestias a los residentes más cercanos. “Un fallo en la construcción provocaba que las aguas fecales de los pisos de arriba cayeran directamente al suelo del mercado. Todo se inundaba de excrementos, que salían a la calle”, recuerda Conde.

Escenario de una película

Al fin, este problema se solucionó con un nuevo sistema de tuberías. Pero el abandono continúa hasta tal extremo que estas instalaciones sirven de vivienda de un okupa. El único uso oficial y reciente que se la ha conocido ha sido el de alquiler como escenario de una película protagonizada por Mario Casas. El grado de dejadez del antiguo mercado lo convirtieron en el marco idóneo para la grabación de una de las escenas policiales.

La zona del mercado remodelada en 2004. Excepto un bar, ningún puesto sigue abierto. / José Ángel García

No han faltado en ese tiempo propuestas de los vecinos para rehabilitarlo. En 2017 llegaron a plantear que los locales exteriores lo aprovecharan desempleados del barrio para emprender nuevos negocios. El propósito cayó en saco roto. Juan José Conde culpa del fracaso a la tardanza burocrática para el alquiler y al lamentable estado que presentan los establecimientos.

El último proyecto también se quedó parado, aunque los vecinos que estaban al tanto de él mantienen la esperanza de que se retome con el gobierno de José Luis Sanz. El representante vecinal recuerda que en el mandato de Antonio Muñoz estuvo a punto de cerrarse un acuerdo con un importante grupo de alimentación para que se hiciera con toda la estructura de la antigua plaza de abastos por un largo periodo de tiempo. “La intención no era sólo establecer aquí un gran supermercado, sino tiendas de todo tipo, incluidas las de ropa. Convertirlo en una gran centro comercial”, detalla Conde.

Un muro en pleno barrio

A poco de concretar el acuerdo (faltaban escasos meses para los comicios locales), surgió un problema. La firma inversora, ante el importante desembolso a acometer para la puesta a punto de las instalaciones y el equipamiento, puso como condición contar con una superficie cercana para aparcamientos, debido al déficit de plazas de parking en las inmediaciones. A tal demanda se le daría respuesta con un gran solar situado justo al lado del mercado, que en su día formó parte de un colegio y después de un instituto. El inconveniente se produjo cuando se tuvo constancia de que esa parcela no pertenece al Ayuntamiento. “Todo apunta a que es propiedad de la Junta. La llegada de las elecciones y el cambio de gobierno paralizaron las gestiones”, añade el presidente de Todos somos iguales.

Zona aledaña al solar amurallado que la inversora reclamó como parking para hacerse con el mercado. / José Ángel García

Esta asociación de vecinos ha pedido mantener una reunión con los responsables de Comercio del equipo de Sanz para valorar las posibilidades de que el proyecto salga adelante y se retome el diálogo con el grupo de alimentación. Aún no han recibido contestación. Conde incide en la importancia de dar uso a estas instalaciones para que San Jerónimo disponga, al menos, de “un centro comercial que le otorgue vida”. Razones no le faltan: “es un barrio con escasos servicios sociales, sin apenas infraestructuras públicas para los jóvenes”.

De hecho, en el referido solar se intentó levantar una Casa de la Juventud durante el mandato de Juan Ignacio Zoido. La idea la llevó a Pleno el PSOE mediante una propuesta respaldada por el PP e IU. Nada más se supo del proyecto. Una década después, ese terreno sigue baldío y amurallado, lo que divide el barrio en dos mitades. “Ese muro también provocó que los vecinos de la otra zona dejaran de venir a comprar al mercado. Aunque parezca una tontería, tener que rodearlo llevó a mucha gente a abastecerse en los supermercados de allí”, explica Conde, quien desea acabar con esta auténtica “zona cero” de San Jerónimo. Un barrio que lucha por recobrar la vida a las espaldas del cementerio.

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