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Luis Carlos Peris
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De la carpintería de ribera que hizo famosos a los artesanos de Coría del Río desde que las localidades ribereñas empezaron a vivir del Guadalquivir queda sólo una muestra. El porche de los Hachilla como se les conoce en el pueblo permanece, irreductible, en un paseo fluvial jalonado de bares y que tiene mucho más que ver con el paseo marítimo de cualquier localidad costera que con un pueblo a la orilla del Guadalquivir. Eso no es mejor ni peor, simplemente es una forma de aprovechar el gran paseo y disfrutar del río como han hecho los diferentes pueblos que pasaron por sus orillas.
En este paseo, ya muy cerca de la barcaza que cruza al otro lado, destaca la carpintería de los Hachilla. Frente al río, mirando a las pequeñas barcas y algún que otro camaronero con las artes preparadas, casi se puede imaginar la explanada llena de esqueletos de barcos. Si cerramos los ojos casi se puede oler a la brea del calafateo e, incluso, sentir algo de brisa marinera aunque el sol recuerde que el termómetro sobrepasa los 40 grados.
Es cierto que en este astillero de río sólo queda la memoria de los vecinos más antiguos. Recuerdos de los barcos de madera de 25 y 30 metros de eslora que entonces ocupaban la orilla del río. De los numerosos carpinteros que entonces trabajaban para embarcaciones que faenaban en el viejo Río Grande desde Coria del Río hasta casi Sanlúcar de Barrameda sólo queda José Antonio como un libro menudo e inquieto y lleno de artesanía.
Una parte importante de la historia de este municipio ribereño está enlazada con este oficio. José Antonio Asián, Hachilla, a sus 83 años sigue amando su trabajo y explicando con toda la juventud que aún sigue en sus ojos cómo "casi no se cabía de los barcos que había para construir o reparar" en los años 50 ó 60 del siglo pasado. Por este taller de donde no sólo han salido barcos sino también yugos para los bueyes que van al Rocío, ruedas para las carretas o muebles.
La carpintería de Hachilla lleva 105 años vigilando la orilla del río pero ahora el trazado de un carril bici amenaza su continuidad. A mediados de julio, José Antonio Asián y sus sobrinos mantuvieron una reunión en el Ayuntamiento de Coria del Río donde se le informó que el nuevo trazado del carril bici le obligaba a demoler el taller. Según el PSOE municipal, esta decisión incumple la ley de 14/2007 de 26 de noviembre de Patrimonio Histórico de Andalucía. Desde el Ayuntamiento, gobernado por Andalucía Por Sí, argumentaban que no existía ninguna autorización administrativa para el taller.
Desde que falleció su hermano Fernando, José Antonio se hizo cargo de la carpintería, donde es fácil encontrarle por las mañanas porque siempre tiene algo que hacer. Sigue siendo uno de los pocos sitios donde reparar barcas camaroneras o de pesca del albur que aún son de madera y que no han sucumbido al poliéster o la fibra de vidrio. Pero no todo es para el trabajo. José Antonio también recibe algunos encargos de personas que quieren pasear por el río en una barca "de las de siempre! y hechas "a conciencia".
Entre maderas y máquinas, Hachilla va contando la historia de los astilleros del Guadalquivir que está íntimamente ligada a la de Coria con su río. Por esta carpintería pasaron no sólo barcas de pesca, sino también barcos de hasta 75 toneladas como el María Lourdes. Eran otros tiempos.
La carpintería de ribera necesita para su ejecución unas instalaciones determinadas características. Básicamente, un taller y un espacio al aire libre donde se desarrolla la mayor parte del trabajo. Si hace un cuarto de siglo esta zona estaba llena de barcas en construcción, ahora es una zona donde aparcar. Una vez terminado el barco se procedía a su botadura en el embarcadero. Por eso la carpintería, en este caso, está en el mismo paseo fluvial. Delante del taller solía haber una zona porticada de mayor superficie que era utilizada como secadero de troncos que se curan a la intemperie.
En Coria llegaron a existir hasta seis astilleros a los que se sumaban numerosos artesanos que trabajaban por cuenta propia. El Guadalquivir era un modo de ganarse la vida y las embarcaciones siempre necesitan mantenimiento. Sólo en barcos de pesca había más de 60 en el tramo coriano del Guadalquivir y hoy quedan cuatro o cinco.
El negocio no sólo era boyante por los pescadores. El municipio ribereño era un punto importante en el transporte de mercancías se realizaba a través del Guadalquivir. Esta vía era mucho más barata que las maltrechas carreteras. Son los años en los que hay un trasiego constante de barcos areneros que llevaban material de construcción hasta los arroceros. El tramo desde Alcalá de Guadaíra hasta Coria, para llegar a Sanlúcar de Barrameda, era recorrido continuamente con todo lo que eso supuso para el pueblo, que se convirtió en un importante nudo de comunicaciones.
La carpintería de ribera es uno de esos oficios singulares que junto a otros, el tiempo y los nuevos materiales han hecho desaparecer pero que son señas de identidad de los territorios. "Aquí hemos tenido talleres de la Junta de Andalucía sobre esta artesanía, por eso no entiendo cómo ahora nos dicen que nos tenemos que ir. Esto también es historia del pueblo, igual que la del samurái Hasekura" explica Asián.
Él no entiende por qué después de más de un siglo manteniendo las barcas de Coria, ahora pretenden que cierre el taller. "Esto es mi vida, y parte de la historia. Aquí ha habido barcos de 25 y 30 metros y aún seguimos haciéndolos. Cada vez entran menos pedidos, pero las que aún están en el río con el camarón o el albur no sólo aquí sino también en Lebrija o en Trebujena, necesitan mantenimiento. Siempre tienen algo que arreglar porque en el agua la madera necesita mantenimiento", explica.
Lejos de amilanarse por la situación, y a pesar de su edad (o gracias a ella), José Antonio Asián y su familia han iniciado los trámites necesarios para obtener la concesión de la superficie que ocupa el centenario taller con la Autoridad Portuaria.
"Esto ha estado aquí desde mi padre y la verdad que nunca nos preocupamos en saber si tenía o no papeles. Ahora con esta situación nos hemos puesto manos a la obra para tener la documentación", asegura.
Porque si hay algo que tiene José Antonio Asián como todos los artesanos es la fe ciega en lo que hace. Una creencia que le hace querer a cada una de las embarcaciones que pasaron por sus manos y sentirlas como propias porque algo de él va en ellas. Las muestra como un padre puede enseñar orgulloso a sus criaturas desde la atalaya de su taller: "ese es mío, el que está detrás de los juncos, también. Han venido de otros pueblos para que les arregle el barco, porque ya no hay nadie que haga este trabajo", afirma.
Todo es altamente artesanal. Los palos de madera que se utilizan son de una dimensión importante y las plantillas hay que redimensionarlas porque el uso que se le de a cada embarcación determina cómo se construye.
La carpintería de ribera en Andalucía es una actividad documentada desde hace miles de años. Prueba de ello son las pinturas rupestres de Jimena de la Frontera en Cádiz, donde aparecen dibujadas una serie de embarcaciones y hasta lo que se ha interpretado como un astillero, o en los innumerables testimonios fenicios que hay repartidos por las costas andaluzas o las riberas del río.
En Andalucía, José Antonio Asián es el último carpintero de ribera fluvial. Es cierto que hace años se hermanaron con los de las jábegas malagueñas, pero estas embarcaciones suelen utilizarse en el mar.
En diciembre de 2003 se unieron para formar la plataforma ciudadana para la protección de la carpintería de ribera de Astilleros Nereo y pedir a la Junta de Andalucía su protección. El mismo Ayuntamiento de Coria del Río impulsó hace años una escuela taller de carpintería de ribera.
En diciembre de 2011 concluyó una escuela taller de carpintería de ribera que tuvo como objetivo la construcción de la barca Coria, llamada así en homenaje a tantos artesanos de los barcos que durante la primera mitad del siglo XX convirtieron este municipio ribereño en uno de los referentes de la navegación. Era una réplica de las barcas que en el siglo XVII servían para el transporte de pasajeros y mercancías por el Guadalquivir. En su construcción participaron 30 alumnos. Además, sirve de bote auxiliar al galeón Andalucía. Un apoyo y reconocimiento a un oficio que se quedó en este punto y que no siguió adelante.
Ahora, a falta de grandes barcos, José Antonio Asián construye, como una especie de afición alguna que otra barca en miniatura mientras espera que, al menos, su taller no desaparezca.
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