El último apuñalamiento eleva la tensión vecinal en las Tres Mil Viviendas
La reyerta vuelve a generar el rechazo al clan de los Caracoleños, al que muchos de los residentes consideran autores de numerosos robos y agresiones en los últimos tiempos
La situación recuerda a la de 2009, cuando un homicidio obligó al destierro a todo el grupo
El último apuñalamiento ocurrido el Jueves Santo en las Tres Mil Viviendas ha disparado la tensión vecinal en un barrio en el que ya la convivencia era bastante frágil de por sí. Lleva varios años siendo el barrio más pobre de España, con unos elevados niveles de paro, con el analfabetismo funcional por las nubes y con una población a la que la pandemia ha atacado especialmente al tener dificultades para ganarse la vida con la venta ambulante, sector al que se dedican buena parte de los residentes. Todo ello en un contexto marcado por el tráfico de drogas y, en especial, del cultivo de marihuana, que ha colonizado algunas zonas del Polígono Sur y provocado incendios, apagones y enfrentamientos entre clanes, con robos de droga incluidos.
Por si esto fuera poco, el último episodio ha añadido gasolina a un fuego que ninguna administración ha podido apagar, y que lleva ardiendo desde hace casi dos décadas. Concretamente desde el verano de 2004, cuando el gobierno municipal levantó a golpe de billetes (entregó 42.000 euros a cada una de las familias que allí vivían) el campamento chabolista de Los Bermejales, y permitió que los chabolistas compraran ilegalmente pisos en las Tres Mil Viviendas.
Aquellas familias que vinieron desde Los Bermejales son conocidos en el Polígono Sur como el clan de los Caracoleños, en referencia a sus residencias en chabolas o caracolas. También se les conoce con el sobrenombre de los Penanes. Casi todos se instalaron en la zona de la barriada de Murillo conocida como Los Verdes, por el color de las fachadas de los bloques.
Los Caracoleños han sido conflictivos desde que llegaron al barrio. Ya fueron cientos de vecinos los que se opusieron a que se instalaran allí y organizaron manifestaciones en contra de aquella decisión. Incluso el primer comisionado para el Polígono Sur, Jesús Maeztu (hoy Defensor del Pueblo Andaluz), que llevaba unos meses en el cargo, amenazó con dimitir si las administraciones no sacaban de allí a los chabolistas. Pero Maeztu no dimitió y terminó aceptando un acuerdo del que hoy se siguen pagando las consecuencias.
Los Caracoleños han protagonizado numerosos robos y enfrentamientos con otras familias. En una ocasión, una bala perdida disparada por uno de sus integrantes mató a un joven de 17 años que iba con su padre en un coche. Este homicidio ocurrió el 31 de marzo de 2009. Después, el clan al completo tuvo que abandonar sus casas e instalarse en un campamento chabolista en los bajos del puente de San Juan de Aznalfarache, por temor a represalias y en cumplimiento de la llamada ley gitana.
Este código no escrito apunta a que, cuando un gitano mata a otro, ha de pagarlo con el destierro, suyo y de su familia. Aquel exilio temporal se solucionó y los Caracoleños pudieron regresar a sus casas, que habían comprado ilegalmente años antes. Algunos denunciaron que las viviendas habían sido saqueadas y sus enseres robados.
Entretanto, la Fiscalía abrió diligencias contra los miembros del clan por ocupación de viviendas, ya que las compras que hicieron fueron todas en negro, sin papeles. De hecho, los pisos no podían venderse legalmente porque son de titularidad pública. Pertenecen a la Agencia de Vivienda y Rehabilitación de Andalucía (AVRA, antigua EPSA), si bien la compraventa de viviendas en el Polígono Sur nunca ha estado especialmente vigilada por la Junta ni por ninguna otra administración.
Los antiguos chabolistas siguieron en las Tres Mil Viviendas y la mayoría fueron absueltos en el procedimiento judicial al que se enfrentaron. Desde entonces, han seguido protagonizando incidentes en el barrio. Durante la primera ola de la pandemia se enfrentaron a la Policía y los vecinos de las Tres Mil los acusan del aumento de robos en la zona.
También aseguran que uno o varios de sus miembros fueron los autores del apuñalamiento del Jueves Santo. El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional está investigando el asunto y todavía no hay ninguna persona detenida en relación con los hechos. Sin embargo, son muchos los que señalan a los agresores como supuestamente miembros de este clan.
Los vecinos culpan a los Caracoleños del incremento de los robos en las Tres Mil Viviendas. Es cierto que, pese a ser un lugar habitual de delincuencia, los índices de robo en el barrio no eran muy elevados, precisamente porque los ladrones suelen cometer los delitos fuera del barrio. Con los Caracoleños, aseguran, todo es distinto. Fue precisamente un robo lo que condujo la madrugada del Jueves Santo a una reyerta con un arma blanca. Varias personas resultaron heridas, y una de ellas estuvo en estado crítico tras recibir varias puñaladas en diversas zonas del cuerpo. La víctima, de 20 años, permanece hospitalizada. También resultó herida la madre y otro familiar más.
Todo ocurrió de madrugada, cuando el joven herido sorprendió a varias personas robando en un quiosco que regenta, en la zona de las 800 Viviendas de la barriada Martínez Montañés, justo enfrente de Los Verdes, donde siguen asentados la mayoría de los miembros del clan de los Caracoleños. Era la segunda vez que le robaban y no estaba dispuesto a consentirlo. Así que fue a buscarlos a Los Verdes, donde se originó una reyerta.
En el curso de la pelea, una de las personas tomó un cuchillo jamonero y asestó varias puñaladas al joven, que salvó la vida de milagro. Cuentan algunos vecinos que fue crucial la intervención de su madre, que se tiró encima para protegerlo con su cuerpo y que no le siguieran dando puñaladas. Otro hermano también resultó herido.
El incidente provocó una reacción de hartazgo en muchos vecinos del Polígono Sur, cansados ya de la actividad delictiva de los Caracoleños. Algunas fuentes apuntan que se hizo correr el rumor de que el joven había muerto en el hospital para provocar la salida del barrio de los autores de las puñaladas, como ya ocurrió en el verano de 2010 con la muerte del joven alcanzado por una bala perdida. Sin embargo, en esta ocasión los presuntos agresores no estaban dispuestos a marcharse.
Algunos vecinos han planteado la opción de organizar una manifestación, si bien este tipo de gestos no suele prosperar en las Tres Mil Viviendas. Las últimas manifestaciones contra los cortes de luz, por ejemplo, fueron un ejemplo de escasa participación, pese a tratarse de un problema importante para el barrio. Robos a comerciantes, palizas a vecinos, sustracciones de marihuana a otros clanes fuertes de la droga, amenazas a vecinos, linchamientos a toxicómanos, abusos sexuales a drogadictas y ocupaciones de viviendas son algunas de las fechorías que los residentes achacan a este grupo de personas. La Policía mantiene abierta la investigación del apuñalamiento. La detención del autor o autores servirá, a buen seguro, para rebajar esta tensión acumulada en los últimos días.
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