Turismofobia en Sevilla: tiran un cubo de agua a un grupo de británicos desde un balcón en el barrio de Santa Cruz

Sucesos

El incidente ocurrió en la calle Lope de Rueda y afectó a una veintena de cruceristas que habían contratado la excursión a Sevilla tras desembarcar en Cádiz, en especial a una familia que decidió marcharse ipso facto

La guía que llevaba al grupo lamenta que "no es un incidente aislado" y cuenta que otros compañeros han denunciado empujones, gritos y "barbaridades" durante el ejercicio de su trabajo, en Santa Cruz y en otros barrios

Un medio británico se hace eco de los cortes de agua en los pisos turísticos ilegales: “Una lucha contra el turismo masivo británico”

‘Tó esto antes era barrio’, reza esta pancarta en el balcón de una vivienda en el barrio de Santa Cruz.
‘Tó esto antes era barrio’, reza esta pancarta en el balcón de una vivienda en el barrio de Santa Cruz. / Juan Carlos Vázquez Osuna

El turismo es esencial para Sevilla pero, como cada día hay más visitantes y el espacio sigue siendo el mismo, también genera indudables problemas de compatibilidad con quienes están en la ciudad no para verla sino para vivirla. La dificultad de la convivencia entre unos y otros empieza a ser un fenómeno palpable a pie de calle y hablar de turismofobia es innegable cuando ocurren sucesos como el acaecido en Santa Cruz, el barrio más turístico de la capital. Allí, un grupo de británicos se topó con un vecino que no tuvo mejor ocurrencia que lanzarles un cubo de agua desde un balcón. El resultado: cuatro turistas “chorreando”, una familia que abandonó el tour mientras lanzaba críticas furibundas contra Sevilla y una guía abochornada que no había visto nada así en 25 años de carrera.

El incidente ocurrió el martes a las once de la mañana en la calle Lope de Rueda, la entrada natural al barrio de Santa Cruz desde la Plaza Alfaro. Se trata de una vía muy concurrida y especialmente angosta. Los visitantes eran una veintena de cruceristas británicos que habían llegado a Cádiz en barco y contrataron una excursión a Sevilla. Su guía era Mercedes Míguez. “De repente desde un balcón nos tiraron un cubo de agua, acabaron chorreando un señor y un matrimonio que iba con su hija adolescente. La señora empezó a llorar como una magdalena y se marchó”, explica.

“Decía que había sido intencionado, que aquí están en contra de los turistas y que en Gran Bretaña los medios están dando mucha caña con la turismofobia de España”, recuerda la guía, que intentó “quitarle hierro” a la situación aunque “claro que había intención”, reconoce. “Fue muy desagradable. A partir de ahora, cada vez que pase iré con el móvil grabando”, adelanta. De hecho, en el hotel enfrente del balcón de marras le contaron que lo ocurrido “era algo reiterativo”.

“La visita siguió, pero ya se había arruinado”, lamenta Míguez, especialmente dolida porque el tipo de turistas que componían el grupo son de un sector asociado al conocido como turismo de calidad. “Los cruceristas dejan bastante dinero aquí y no molestan en absoluto, son los más encantadores”, apunta.

La guía, que pertenece a la Asociación Unitaria de Informadores Turísticos de Sevilla (AUITS) y que ya ha sido contactada por la Policía Turística y el Ayuntamiento, puso rápidamente el hecho en conocimiento de otros compañeros. Lejos de sorprenderse, sus colegas comenzaron a relatar otros incidentes que vienen sufriendo de un tiempo a esta parte, en especial desde el final de la pandemia. “Contaban que a ellos y a los turistas los empujan, les gritan y les dicen barbaridades. Una compañera me contó que ayer mismo –por el miércoles– la empujaron en la Macarena”, revela. Y lo que a ella le ha ocurrido “al parecer a otros compañeros les ha pasado también en Santa Cruz”. “No es un incidente aislado”, apostilla.

Los guías también comprenden el otro punto de vista, el de los vecinos. “Entiendo parte de la molestia. Al haber tanta masificación y grupos de free tours dando gritos a las doce de la noche, lo entiendo, pero la imagen que esta señora se lleva de Sevilla no es que Sevilla sea bonita. Tirar un cubo de agua no es la solución”, advierte Míguez. ¿Y cuál puede ser la solución? “Una es replantear los horarios en el barrio. Entiendo que los vecinos no pueden tener un free tour a las doce de la noche a grito pelado. O reducir los grupos: en los de los guías oficiales el máximo es de 30 personas, que ya es mucho jaleo. Y otra que se obligue a todos los grupos a llevar pinganillos, no es lo mismo hablar a voz en grito que en un tono normal”, responde.

Estas propuestas coinciden a grandes rasgos con las de los propios vecinos. Es más, durante el mandato del PSOE hubo consenso entre las dos partes para aprobar un listado de “buenas prácticas” que se quedó pendiente de convertirse en una ordenanza específica para el barrio, como explicó en su día María José del Rey, presidenta de la asociación de vecinos de Santa Cruz. Algunas medidas eran evitar las aglomeraciones en lugares de alto tránsito y/o de dimensiones reducidas; no obstaculizar las entradas a edificios ni el paso a otros ciudadanos; usar radioguía y pinganillos; prohibir los megáfonos; o evitar que las explicaciones se desarrollen junto a las ventanas o las puertas de las casas.

“La ciudad necesita al turismo, pero si hay dos o tres casos más se acaba la turismofobia porque se acaba el turismo. Y el turista de calidad no quiere ciudades abarrotadas”, sentencia Míguez.

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