El desafío de no morir de éxito
Turismo en Sevilla
El crecimiento turístico de los últimos años obliga a regular el sector y buscar nuevos productos que permitan diversificar y desconcentrar la actual oferta al visitante
Sevilla se vende sola. ¿Cuánto de leyenda hay en este dicho? No hay crecimiento turístico sin una estrategia más o menos planificada. Antes y después. La capital vive una época dorada con 3,5 millones de turistas al año. ¿Eso es mucho o poco? Son cinco turistas por cada sevillano, una ratio mucho inferior a la que registran ciudades como Venecia, que multiplica esa cifra por ocho. La ciudad está aún lejos del colapso que sufren otras urbes europeas, pero el crecimiento experimentado en pocos años alimenta ya la turismofobia y obliga a adoptar medidas para regular la que, a día de hoy, es la primera industria de la capital.
El turismo seguirá aumentando. Sevilla es un destino consolidado, pero con potencial de crecimiento y el gobierno local ha trabajado en los últimos años para atraer grandes cumbres. La mayor fue la del Consejo Mundial de Viajes y Turismos (WTTC, por sus siglas en inglés), el mayor evento de esta industria en el mundo, que ha movido en Sevilla negocios por valor de 2.000 millones de euros, de los que algunos se han quedado en la ciudad. Sólo en ingresos directos, la cita que trajo por fin a Barack Obama a la capital dejó casi cuatro millones de euros, sin contar con el poderoso marketing exterior.
Sevilla se ha colocado en el foco de la industria y eso, es de suponer, tendrá su traducción en nuevas cifras que asustan ya a algunos sectores de la capital, los más conservadores y reacios a la expansión turística, que temen que la ciudad muera de éxito. Pero de esto difícilmente se muere, se muere de errores. Y el reto de Sevilla ahora es, no sólo sobrevivir, sino disfrutar de las oportunidades que este escenario brinda.
La clave está en saber gestionar con acierto este espectacular crecimiento turístico, combinando siempre la afluencia de visitantes con el ritmo natural de una ciudad con el mayor casco antiguo de Europa habitado, en una gran parte, por sevillanos. Y para ello lo primero es sentar unas normas, regular un sector donde todavía quedan algunas cuestiones por definir. ¿Pueden o no los ayuntamientos regular los pisos turísticos? ¿Se pueden acotar? Hasta hace unos días la Justicia había ido tumbando todos los intentos, pero ahora hay un fallo que le da la razón al Ayuntamiento de Bilbao y que podría ser el argumento que Sevilla vaya a esgrimir para agarrarse con decisión al toro de los alquileres turísticos. Es una esperada regulación que se suma, en menor medida, a la necesidad de ordenar también la circulación y estacionamiento de autobuses turísticos por la ciudad. ¿Es suficiente para acabar con los movimientos contrarios al turismo?
Sevilla tiene que poner en marcha otras medidas, como la desconcentración de las áreas turísticas. La experiencia del turista se centra en estos momentos en el entorno monumental de la Catedral y el barrio de Santa Cruz. El reto es crear otros ejes que ayuden a redistribuir a los viajeros y beneficien a otras zonas, generando nuevos negocios y revitalizando barrios carentes de inversiones. Posibles focos están en Triana, claramente, pero también en la zona norte del casco histórico, en un eje que discurre desde la Encarnación hasta la Macarena, a través de la calle San Luis, jalonada por un interesante y poco conocido patrimonio eclesiástico, y con especial atención a un BIC como la Muralla de Sevilla, preparada para ser abierta a las visitas. ¿Se llevará a cabo este proyecto? De momento, el Ayuntamiento ha logrado una ayuda de fondos europeos que le permitirá acometer un estudio y rehabilitación del lienzo de estos restos almohades, cuyo valor reivindica desde hace unos meses un movimiento ciudadano.
Flujos turísticos dentro y también fuera de la ciudad. La creación de ejes turísticos entre Sevilla y Córdoba, Málaga y Granada ha sido una idea abanderada por el alcalde de la ciudad, nuevas sinergias que todavía luchan contra años de agravios y falso centralismo.
A la consecución de todos estos cometidos ayudaría mucho la implantación de una tasa turística, una idea que ya fue lanzada en 2016 por el delegado de Turismo, Antonio Muñoz, y que se topó no sólo con la oposición de una parte del sector, el hotelero básicamente, sino de la propia Administración autonómica. Las diferencias entre la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla fueron un obstáculo para que se avanzara en esta iniciativa, que cuenta con muchos adeptos dentro de la industria turística local. Esta tasa permitiría a la ciudad ingresar más de dos millones de euros cada año que se dedicarían, ése es el proyecto, a inversiones en monumentos y en otras zonas de la ciudad y contribuirían a mitigar esa fobia al turismo.
La estrategia de Sevilla en este ámbito pasa también por aumentar la conectividad del aeropuerto, para lo que ya existe un plan que, si prospera en los plazos fijados, sumará 650.000 visitantes más a la ciudad cada año. El reto a medio plazo (para los próximos cuatro años) contempla al menos dos vuelos intercontinentales directos con Estados Unidos, Asia o Turquía. La meta está en combinar más de un segmento turístico premium con el low cost, sin renunciar a ninguno de estos extremos.
Sevilla está creando lo que algunos consideran ya la burbuja de los hoteles de lujo. La capital lleva años compitiendo para hacerse un hueco en este turismo de alto standing y este año acogerá un gran evento mundial. Sevilla ya cuenta con catálogo que aglutina la ahora dispersa oferta de hotel, comercio, restauración, moda y artesanía y que esté basada en la diferenciación con respecto a otros destinos, en lo genuino de Sevilla que la distingue de cualquier otro destino del mundo. Y uno de esos productos distinguidos son los hoteles en casa-palacio, por ejemplo. Una oferta a la que ahora se sumarán una decena de hoteles de máxima categoría y que servirán para atraer también a un turismo de compras. Es una de las sendas por las que Sevilla ha decidido caminar tras su experiencia en la cumbre mundial del lobby turístico, mercados en los que hasta la fecha han estado ausentes. Ya se trabaja en el siguiente triángulo: compañías aéreas para lograr vuelos transoceánicos, cadenas hoteleras del segmento de cinco y seis estrellas y compras.
Crear nuevos productos para ser competitivos es fundamental. Y Sevilla lleva muchos años vendiendo la misma idea: el patrimonio. No debe renunciarse a ello, claro está, pero sí completarlo con otra oferta capaz de sorprender al turista que pise la ciudad y encuentre nuevos argumentos para seguir haciéndolo. Se trata de grandes eventos, exposiciones, citas gastronómicas... del estilo de la Bienal de Flamenco, que ya funciona, como lo han hecho también las efemérides y años dedicados a la pintura. Ahora hay una buena excusa, el Año Magallanes, que tendrá que replicarse con otros argumentos en los próximos años.
Pero, junto a todas estas acciones, Sevilla debe convertirse en un destino inteligente. Los retos del sector corren en paralelo a la tecnología, la industria 4.0 y la inteligencia artificial. La experiencia del turista, que además ya busca emociones, se inicia en el momento en el que, desde el sofá de su casa, introduce en un buscador el nombre del destino Sevilla. Y acaba, o debería hacerlo, mucho tiempo después, con continuos “hasta luego” que le envíen información sobre la ciudad en relación a sus gustos y preferencias descubiertos durante su viaje. No es ciencia ficción. Ya se está haciendo. Y, sin duda, contribuyen a vender la ciudad.
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