El turismo amenaza con echar el cierre de otro negocio emblemático
Turismo
El propietario del Picalagartos desoye la resolución del contrato presentada por el dueño del edificio al contar con una duración indefinida
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Hernando Colón siempre ha sido una calle eminentemente comercial, aunque con el paso de los años los negocios que en ella se instalaron han cambiado bastante: de plateros a souvenirs. Expositores de postales típicas de la ciudad ocupan tramos de acera, en muchas tiendas colocan en las fachadas camisetas con originales diseños y frases, y no faltan pequeños trajes de flamencas que cuelgan de los dinteles de las puertas de los establecimientos. El turismo amenaza ahora con echar el cierre de otro negocio emblemático del casco histórico. El dueño del Picalagartos ha recibido la resolución de un contrato que fue firmado hace ahora 30 años. Su intención es no marcharse al contar con un arrendamiento indefinido.
Los planes de los propietarios del inmueble enclavado en el número 7 de Hernando Colón pasan por aceptar una oferta en firme que tienen de una empresa que transformará el edificio en apartamentos turísticos. Antes deben resolver todos los arrendamientos que mantienen en vigor. El más complicado es el local comercial que se encuentra ocupado desde 1993 por este rincón bohemio del centro por el que han pasado varias generaciones de jóvenes amantes de la noche sevillana para tomar unas copas y unas tapas.
“Los vecinos se marcharán, pero a nosotros no nos pueden echar. El contrato es indefinido. No vamos a cerrar el negocio”, sostiene Gonzalo del Rey Fernández, propietario del Picalagartos. El documento tiene una cláusula, a la que se agarra y en la que se puede leer lo siguiente: “Este contrato será de duración de un año prorrogable a voluntad del arrendatario”. Ante esto, los dueños del céntrico edificio argumentan que existen dos sentencias recientes en las que se resuelve que este tipo de contratos indefinidos son contrarios a la idiosincrasia de los alquileres. Ambas resoluciones judiciales hacen referencia a una persona jurídica, “pero en nuestro caso se trata de dos personas físicas. Mi hermano y yo. Por lo tanto, es indefinido”. Todo apunta a que el conflicto entre arrendatario e inquilino terminará en los tribunales.
Hay una larga lista de cierres comerciales emblemáticos que se han sucedido en el centro de Sevilla desde comienzos de la pasada década. Una sangría que no cesa y que es aprovechada por franquicias y grandes marcas para ocupar los muy cotizados locales de esta zona de la ciudad, que con el tiempo ha ido perdiendo identidad, tanto en tiendas como en bares, hasta el punto de hacer del Casco Antiguo lo que muchos expertos califican como “parque temático”.
Cierto es que el Ayuntamiento ha intentado poner freno a esta tendencia, motivo por el cual el Pleno aprobó en la primavera de 2022 una ordenanza para proteger los establecimientos emblemáticos. A ella se podrán acoger los negocios que tengan un mínimo de 40 años de antigüedad, en los que se desarrolle una actividad “singular” o que se encuentren en locales que contengan elementos con valor histórico o patrimonial protegido. A cambio de dicho reconocimiento, el gobierno local contribuirá en campañas de publicidad y se beneficiarán de una línea de ayudas económicas.
Esta protección llega después de que numerosos bares y tiendas, con mucha historia a sus espaldas, se hayan visto obligados a echar el cierre. Los motivos más comunes que llevan a sus propietarios a tomar tal decisión suelen ser el cambio de renta antigua por nueva, que junto a la subida de los alquileres hace imposible que el negocio resulte solvente; la jubilación de sus dueños y la falta de un relevo generacional por parte de sus descendientes a la hora asumir esta responsabilidad; y también el cambio de ubicación de su emplazamiento tradicional.
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