Un tsunami de sangre y fuego

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Clásico. Las nueve novelas cortas de Chaves Nogales que Bayona llevará al cine son un clásico de la guerra civil como 'La Esperanza' de Malraux y 'Homenaje a Cataluña' de Orwell

El periodista Manuel Chaves Nogales, en bicicleta por Londres.
El periodista Manuel Chaves Nogales, en bicicleta por Londres. / D. S.

No se puede resumir mejor lo que fue la guerra civil española. Héroes, bestias y mártires de España. Es el subtítulo de A sangre y fuego, de Manuel Chaves Nogales (1897-1944). Nueve novelas cortas de la guerra civil y la revolución que vieron la luz por primera vez en 1937 en la editorial chilena Ercilla. Y ese texto capital, que con razón María Isabel Cintas, la gran estudiosa de la obra del periodista sevillano, compara con La Esperanza, de Malraux, y con Homenaje a Cataluña, de George Orwell, como obras esenciales para entender mejor el conflicto que todavía sigue desangrando mentalmente a este puñetero país, está ahora en las mejores manos. Las del director Juan Antonio Bayona y el guionista Agustín Díaz Yanes.

Tres vivencias bien distintas me vienen con el anuncio que Bayona ha hecho en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. La primera, el verano que leí el libro de Chaves Nogales editado por Libros del Asteroide. "Terminado el 13 de agosto de 2013 en la playa de Punta del Moral (Ayamonte)". Concretamente en la piscina del Edificio Estadio, una urbanización construida sobre el antiguo campo de fútbol de la bella ciudad fronteriza. 13 de agosto. Ponía fin a este libro del biógrafo de Juan Belmonte en el aniversario de la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, el mecenas de los poetas del 27. A sangre y fuego. Recuerdo que en uno de los altos de la lectura me hice un par de largos. Al otro lado de la piscina, una joven leía Cincuenta sombras de Grey. Si viera el título de mi libro, pensaría que éramos seguidores del mismo tipo de literatura. Pero la sangre y el fuego de Chaves Nogales eran de otras dimensiones.

El segundo recuerdo me traslada a la adolescencia. Igual que Bayona, aunque generacionalmente seamos capicúas (yo del 57, él del 75, como mi hermano Mario), los dos supimos antes de la existencia del TP (Teleprograma) que del PT (Partido del Trabajo o de los Trabajadores). Y por ese semanario televisivo con tamaño de misal, una gozosa miniatura impresa como los calendarios balompédicos del Anuario Zaragozano, nos hicimos cinéfilos, él con mucho más fundamento y enjundia.

El tercero es mucho más reciente. Nunca he conseguido vencer el miedo a volar, como la novela de Erika Jong. Siempre acudo a un antídoto infalible: la lectura. En mi estreno aéreo vencí ese pánico a los delirios de Leonardo con las últimas páginas de Paradiso de Lezama Lima, esa novela del escritor cubano que me parece que por aquí sólo hemos leído Pablo Juliá y yo. Y cuando hace un porrón de años crucé el Atlántico desde Caracas a Santiago de Compostela me pertreché con una novela de William Boyd, Las nuevas confesiones (me gustó mucho más Un buen hombre en África) y el resto lo hizo la película que pusieron en el avión, Interferencias, versión televisiva de Luna nueva de Howard Hawks y Primera plana de Billy Wilder. En mi último vuelo, Roma-Madrid, desplegué el Corrière della Sera, un periódico-manta como los de antes, y entre lo que entendía y lo que me suponía me leí una doble página de entrevista con Caetano Veloso, que profetizaba la derrota de Bolsonaro en las elecciones brasileñas, y cuatro páginas sobre la serie que Bayona ha hecho de El señor de los anillos. De Tolkien a Chaves Nogales.

Como dice en su prólogo, la vida convirtió al periodista Chaves Nogales en "camarada director". "Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado". Fue corresponsal en la revolución de Asturias. En España, en esos años, la Revolución, esa palabra sacralizada en los foros de la paleoizquierda, era una guerra dentro de la guerra.

Violencia desde el cielo, bombas de aviones, y desde la tierra, como el relato La gesta de los caballistas, con un personaje de plena actualidad. "El general Queipo -decía el marqués- me llamó para decirme que si le ayudábamos estaba dispuesto a dejar limpia de bandidos rojos la campiña del condado".

En la novela titulada ¡Massacre, massacre! un grupo de republicanos españoles se sorprenden ante la visión de un francés que estaba al frente de una escuadrilla de aviones, "pero no es aviador. En su país creo que era poeta, novelista o algo así". Quien así habla es el camarero de una taberna y se refería a André Malraux. Como Saint-Exupery o Bernanos, otro escritor francés que sobrevoló el cielo español en defensa de la República. Malraux fue ministro de Cultura con De Gaulle. Un tipo fundamental para el oficio de Bayona. Fue quien bautizó al cine como séptimo arte para defender la hermandad entre lo comercial y lo artístico. El aviador o poeta o novelista francés coincide con un grupo "de intelectuales antifascistas en el que iban el poeta Alberti con su aire de divo cantador de tangos, Bergamín con su pelaje viejo y sucio de pajarraco sabio enbalsamado y María Teresa León, Palas rolliza con un diminuto revólver en la ancha cintura". El revisionismo actual de la guerra civil oculta uno de los lados. La sangre de aquel conflicto fue un fuego cruzado, como titula María Isabel Cintas su introducción. Tan nuestra y tan ajena. Una probatura de agentes externos. "Dos ideologías, foráneas ambas, prepotentes y ambiciosas, que utilizaron el suelo español para medir sus fuerzas y dirimir sus diferencias. Eran estas fuerzas el Imperio contra la Revolución, fascismo contra comunismo y anarquismo. Hitler contra Stalin".

Héroes, bestias y mártires de España. Chaves Nogales inaugura un nuevo género, el realismo trágico. Se lee en la nota previa: "Estas nueve alucinantes novelas, a pesar de lo inverosímil de sus aventuras y de sus inconcebibles personajes, no son obra de imaginación y pura fantasía". La ventaja de Bayona es que ya es experto en tsunamis. Prepara un maremoto de sangre y fuego.

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