Triplete de lujo en la Real Academia de Medicina de Sevilla
salud
Los doctores Antonio Cortés Moreno, José María Domínguez Roldán y Miguel Ángel Colmenero ingresan como académicos correspondientes en la tricentenaria corporación sevillana
El acto de recepción de tres nuevos académicos correspondientes en la Academia de Medicina de Sevilla
La cirugía ortopédica, la bioética o la medicina interna. Tres grandes bloques de las ciencias de la salud ante los que este jueves sucumbieron los asistentes a un salón Ramón y Cajal en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla abarrotado, donde tres grandes médicos, como también buenos oradores, fueron recepcionados como académicos correspondientes con tres magníficas exposiciones, fiel reflejo de la pasión a la que han dedicado su vida.
El acto comenzó con la presentación de los tres nuevos miembros de la corporación, los doctores Antonio Cortés Moreno, cirujano ortopédico especializado en cirugía vertebral; José María Domínguez Roldán, especialista en bioética y presidente de la Comisión Central de Deontología; y Miguel Ángel Colmenero, especialista en Medicina Interna y gerente del Hospital Virgen Macarena, quienes a continuación leyeron su discurso de ingreso ante compañeros de profesión, académicos y familiares.
En la mesa presidencial, como maestro de ceremonia, el presidente de la Academia, Carlos A. Infantes Alcón, que estuvo acompañado de la viceconsejera de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía, María Luisa del Moral, entre otras autoridades.
Antonio Cortés Moreno
Del elogio del doctor Antonio Cortés Moreno se encargó el doctor Felipe Martínez Alcalá, especialista en Aparato Digestivo, pionero de laparoscopia diagnóstica en España, y académico numerario en la plaza de Medicina Interna. En unas breves palabras puso en valor sus aportaciones a la cirugía ortopédica y, sobre todo, su notable recorrido por la cirugía de columna, donde Cortés Moreno, ha sabido “unir el arte que heredó de su madre y la ciencia que aprendió junto a su padre, el ilustre pediatra Antonio Cortés Sarabariego, que fuera discípulo del doctor Gregorio Marañón”, elogió Martínez Alcalá en su presentación.
Nacido en Cádiz en 1951, Cortés Moreno se licenció en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cádiz en 1975. En 1980 se doctoró. Ya apuntaba maneras desde el principio. Obtuvo la calificación de sobresaliente cum laude con su tesis Reparación de las lesiones osteocondrales. Estudio experimental con microscopía óptica y electrónica, que posteriormente fue también reconocida con el Premio Extraordinario del Doctorado del curso académico 1979-1980.
Hizo el MIR en la especialidad de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Virgen del Rocío, donde en 2005 se retiró voluntariamente para dedicarse únicamente a la actividad privada. Antes fue jefe de Sección de Traumatología, responsable organizativo de este servicio y facultativo especialista de área en el Hospital de Valme.
Siempre se rodeó de los mejores. Fue discípulo del profesor Jacques Sènègas en el Centro Hospitalario y Universitario de Burdeos, como también lo fue del traumatólogo Francisco Javier Sánchez Pérez-Grueso en el Hospital Universitario La Paz de Madrid. Gracias a él conoció en un encuentro de cirujanos de columna celebrado en Amsterdam al célebre Ohneba Boachie-Adjei, jefe emérito del Servicio de Escoliosis del Hospital for Special Surgery de New York, ex presidente de Scoliosis Research Society y fundador y presidente de la Fundación de Ortopedia y Columna Vertebral (Focos), con quien le une una relación profesional.
Estas claves de su vida personal y profesional fueron las que marcaron su discurso de ingreso en la Real Academia de Sevilla. En su intervención, realizó un recorrido histórico de los hitos de la fusión vertebral, el procedimiento quirúrgico que consigue la unión ósea definitiva de varias vértebras móviles en la escoliosis y las espondilolistesis. Empezó por sus orígenes, hace 125 años, de la mano de Russell Hibbs, cuando la técnica consistía en tallar las vértebras, aplicar injerto óseo e inmovilizar las vértebras durante meses, hasta años, de reposo en cama y corsé, hasta conseguir la soldadura.
De ahí pasó a las primeras cirugías correctoras de la deformidad, que se empezaron a practicar en los años 50 hasta llegar a la "revolución de la cirugía de escoliosis" que introdujo en 1960 Paul Harrington a través del desarrollo de una instrumentación correctora, de la que dijo que se convirtió en el "Gold Stándar de la cirugía de las deformidades hasta los años 80".
"Esto se hacía en el Hospital Virgen del Rocío cuando yo era médico residente. Recuerdo con admiración y cariño, al Jefe de Servicio de Traumatología, el eminente doctor Francisco Aguilar Cortés. Siempre me ayudó. Mi decisión de ser traumatólogo fue antes, se la debo al doctor Manuel Rull González, pionero en Sevilla de la técnica de Harrington. Del que tanto aprendí. Siempre le estaré agradecido", rememoró Cortés Moreno.
Así llegó en su discurso al nacimiento de la actual cirugía de las deformidades vertebrales "el 21 de enero de 1983". "De la mano de los cirujanos franceses Cotrel y Dubousset", aclaró el doctor. Y lo explicó. "Se estableció el uso de dos barras moldeables, con diferentes ganchos, que se colocaban en casi todas las vértebras. Esto daba una gran estabilidad. El paciente se levanta al tercer día y, por fin, sin corsé". "La gran evolución", remachó el cirujano.
Mejoras en la técnica y exitosos casos prácticos de por medio, como epílogo, Antonio Cortés Moreno habló de futuro y de la introducción a la cirugía de la simulación de inteligencia artificial. "Será fundamental a la hora de seleccionar al paciente y planificar las correcciones. El futuro nos promete unos objetivos más ambiciosos que el simple atornillado pedicular", sentenció, antes de poner en pie con un sonoro aplauso al auditorio completo con unas últimas palabras dedicadas a su padre. "A él dedico mi ingreso en esta ilustre corporación", concluyó.
José María Domínguez Roldán
Seguidamente, el presidente dio la palabra al doctor Jaime Boceta, quien se encargó de presentar al doctor José María Domínguez Roldán, en ausencia del académico José María Rubio Rubio, por un contratiempo de salud.
Con su disertación, titulada Consideraciones bioéticas de la definición de persona a través del diagnóstico de muerte encefálica, Domínguez Roldán dio claves sobre la controversia en torno a la situación de la muerte encefálica. Así, se refirió al desarrollo de los programas de trasplantes gracias a la implementación de muerte encefálica como “uno de los grandes hitos de la medicina en el último siglo”. También habló de los “opositores” a este concepto y desarrolló cómo en el ser humano en muerte encefálica global “desaparecen de modo irreversible una serie de características intrínsecas y exclusivas de la persona como la racionalidad, la consciencia de sí mismo, la conducta moral, la libertad, el proyecto vital, la identidad de persona, así como la inmanencia y trascendencia”, explicó.
Miguel Ángel Colmenero
El doctor Miguel Ángel Colmenero cerró el acto de ingreso de los nuevos académicos correspondientes. Presentado por el Académico de Número en la plaza de Enfermedades Infecciosas, el doctor Miguel Ángel Muniáin Ezcurra, Colmenero no dudó en posicionar a la Medicina Interna como "la columna vertebral de la atención médica". La definió como "el conocimiento profundo del cuerpo humano y su fisiopatología". Del internista destacó "la habilidad de escuchar, comprender y acompañar" al paciente a lo largo de su enfermedad.
Colmenero profundizó en la subespecialización de la especialidad, refiriéndose a las enfermedades infecciosas, las patologías crónicas complejas, los cuidados paliativos o el estudio de riesgo vascular, enfermedades autoinmunes y enfermedades raras. "La Medicina Interna, con su enfoque multidisciplinario, desempeña un papel crucial en la atención de estas condiciones, brindando tratamiento personalizado y apoyo continuo a lo largo del tiempo", defendió.
Como conclusión, el gerente del Macarena indicó que "las claves para conseguirlo son la capacidad de adaptación a las nuevas exigencias sociales, empoderamiento del equipo de trabajo y sobre todo la capacidad de innovación".
Al término de su discurso, el presidente de la Academia tomó la palabra e impuso su medalla a los nuevos miembros de la tricentenaria corporación sevillana, a los que recordó que este nombramiento "no es el final de una etapa profesional "sino el comienzo de una nueva al servicio de una institución y un reconocimiento.
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