La trilogía de Su Eminencia

Lugares malditos

Calle Ingeniero La Cierva. La última persona que murió asesinada en Sevilla, el gestor Joaquín Gómez Borrallo, fue visto por última vez saliendo de un taller mecánico de motos de Su Eminencia, un negocio regentado por su presunto asesino y que está en un lugar en el que coincidieron otros dos crímenes ocurridos con sólo once días de diferencia en agosto de 2012.

La trilogía de Su Eminencia
La trilogía de Su Eminencia
Fernando Pérez Ávila

31 de julio 2016 - 05:03

CUANDO los investigadores del Grupo de Homicidios de Sevilla comenzaron a trabajar en la desaparición de Joaquín Gómez Borrallo, el gestor cuyo cadáver apareció carbonizado en el maletero de un coche en llamas en Alcalá de Guadaíra, hubo algo que les debió resultar familiar. El principal sospechoso del caso, que finalmente fue detenido y se encuentra ya en prisión, tenía un taller de motos en la calle Ingeniero La Cierva. Fue allí donde se vio por última vez a la víctima. Salía del local montado en una moto del presunto asesino. Era la mañana del 5 de julio.

El negocio del que salía el gestor es un pequeño taller mecánico ubicado en un extremo de esta avenida que es la arteria principal del barrio de Su Eminencia, casi en la rotonda de La Rosaleda. Tiene un toldo de color azul en el que se puede leer, con letras en blanco, el rótulo "Moto Félix Taller". Es el nombre de su dueño, Félix José Alba Peinado, un joven de 27 años vecino de Palmete que había contratado tiempo atrás a Gómez Borrallo para que le gestionara los papeles.

El gestor había contraído con el dueño del taller mecánico una deuda de 5.000 euros, que originó el secuestro y posterior asesinato de Gómez Borrallo. Félix José Alba fue detenido el viernes 22 de julio, el mismo día que la Policía supo el resultado de los análisis del Instituto Nacional de Toxicología que confirmaban que el cadáver carbonizado era el del gestor, que se había marchado la mañana del 5 de julio de su casa de Rochelambert para no volver nunca más. Cuatro días después se encontró su cuerpo.

El crimen se cometió en la vivienda de la calle Posadas, en Palmete, en la que residía el sospechoso. Pero, ¿por qué les resultó familiar el taller mecánico a los policías? Porque al lado de él se cometieron dos homicidios en el verano de 2012. Los dos casos ocurrieron con once días de diferencia. Si al lector puede parecerle absurdo matar por una deuda de 5.000 euros, cuando conozca los móviles de estos dos crímenes le parecerá que la especie humana -o algunos especímenes de la misma- sencillamente no tiene arreglo.

El primero de estos dos homicidios lo generó una mala mirada. Ocurrió la medianoche del 5 de agosto de 2012. Un hombre de 30 años, Rafael Pérez Alcantarilla, apodado elChaleco, chocó su vehículo contra un contenedor de reciclaje de vidrio. Estaba muerto, pero no había fallecido víctima del accidente, sino que presentaba tres heridas de arma blanca: una en el tendón de Aquiles, otra en el muslo y una tercera en el tórax, que resultó mortal de necesidad porque le atravesó el corazón.

Los autores de las puñaladas eran fueron dos cuñados que estaban cenando con sus mujeres en una pizzería de la misma calle, Ingeniero la Cierva, cuando pasó por delante de ellos el Chaleco con una bicicleta. Tras un primer cruce de insultos, el Chaleco pidió el coche a un amigo suyo y volvió a pasar por delante de la pizzería hasta en dos ocasiones, encarándose con los comensales. Los dos cuñados, ambos de mecha corta, se levantaron de la mesa y, con los mismos cuchillos con los que estaban cortando las pizzas, apuñalaron al tipo que les había vacilado minutos antes. Éste intentó huir y logró llegar al coche y ponerlo en marcha, pero se desangró y chocó, ya muerto, contra el contenedor. La Policía tardó seis meses en detener a uno de los asesinos -el primero fue arrestado en tres días-, que se refugió en una casa de una urbanización de Utrera y no salió ni para ir a ver nacer a su hijo.

El 16 de agosto, once días después, murió apuñalado un joven de 22 años llamado Francisco Javier Muñoz Alcántara. Lo degolló un menor de 17 años en la calle Trópico, un callejón situado a la espalda del taller de motos Félix. Asesino y víctima se conocían del barrio y mantenían una cierta rivalidad. El menor acababa de comprarse una moto y cuando la víctima lo vio le dio un pequeño roce con el coche de Irene, su novia, que en ese momento conducía él. El menor le pidió los papeles del seguro y Muñoz Alcántara se negó a dárselos. "Te voy a dar una polla", llegó a decirle, y así figuró en los informes policiales posteriores. Media hora más tarde, el menor destrozaba a martillazos el coche de Irene, aparcado donde su novio paraba siempre, entre las calles Valle-Inclán y Trópico. Muñoz Alcántara fue a pararlo, ambos forcejearon y el menor le asestó tres puñaladas: dos en el tórax y una en el cuello, que le seccionó la garganta. Luego volvió a su casa y fue su propio padre quien, al verlo completamente lleno de sangre, llamó al 091 y lo entregó. Cuatro años después, otro crimen se gestó en una moto, y en un taller de motos, de Su Eminencia.

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