El fallecimiento de Aníbal González, sepelio y homenaje (1929-1930)

Tribuna

Los autores recuerdan un acontecimiento que hace justo 92 años fue muy sentido por toda la ciudad

Cortejo fúnebre de Aníbal González en su paso por la calle Zaragoza (©ICAS-SAHP. Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano).
Amparo Graciani | Juan José Cabrero - Catedrática de la Universidad de Sevilla e investigador

31 de mayo 2021 - 18:15

El viernes 31 de mayo de 1929, a las dos y media de la madrugada, fallecía en su domicilio particular el insigne arquitecto Aníbal González Álvarez Ossorio. Lo hacía rodeado de su esposa, Ana Gómez Millán, sus hijos Ana, Pilar, María, Catalina, Aníbal, Isabel, Fernando y María Victoria, sus hermanos Carlos y Cayetano, sus sobrinos, su director espiritual, su médico de cabecera Blázquez Bores y otros familiares.

Su muerte ocasionó un profundo pesar a toda la sociedad sevillana que llevaba días pendiente de su estado de salud. De hecho, desde el día 29 la atención de los sevillanos estaba puesta en su preocupante estado quien, según el nada esperanzador parte de su médico de cabecera, el doctor Blázquez Boros, continuaba “en el mismo estado de suma gravedad”. Cientos de personas, de todas las clases sociales, acudían a casa de don Aníbal para tener noticias de su estado, “haciendo votos” por su mejoría.

El día 31, la familia recibió incesantes muestras de dolor llegadas de todos los estamentos sociales, desde los reyes y el presidente del Gobierno, hasta de artesanos y obreros.

En consecuencia, los actos de la Exposición quedaron suspendidos. La Comisión Permanente, reunida de urgencia, aprobó perpetuar la memoria del arquitecto erigiendo un busto de bronce en el patio del edificio central de la Plaza de España. También se decidió que la bandera nacional ondeara a media asta en la plaza y que los empleados del Comité lucieran crespones negros en sus uniformes. El Cardenal Ilundain ordenó que se cerrara la Exposición Mariana que desde el Congreso Mariano Hispano-Americano se exhibía en la iglesia del Salvador. Así mismo, la comisión de los Estados Unidos decidió postergar el acto de finalización de su semana al domingo 2 de junio.

Aquel día en el que todo se paralizó, llegaban a la ciudad Francisco Gil del Real y Adolfo Lodo, Comandantes de Caballería e Infantería, respectivamente y también secretarios de los museos de Valladolid y Toledo, para estudiar las posibilidades de que dichos museos aportaran nuevas piezas para ser expuestas en el Pabellón de las Industrias Militares.

El funeral y el sepelio de don Aníbal

El sábado 1 de junio la ciudad seguía conmocionada. El día estuvo marcado por el funeral y el posterior entierro de Aníbal González. Los periódicos locales, que en los días previos habían estado informando sobre el agravamiento del estado de salud de don Aníbal, dedicaban sus portadas a su fallecimiento,

incluyendo contenidos al respecto y semblanzas sobre el finado. Todo ello, se entremezclaba con artículos genéricos sobre los pabellones estatales y americanos y el reglamento del Gran Premio Ciclista de la Exposición que se celebraría a mediados de mes, publicaciones estas que servían para rellenar los espacios reservados a la Exposición al no haber novedades por la suspensión de las actividades a raíz de la muerte de don Aníbal.

Muestras multitudinarias de pesar

Aquella mañana todo se paralizó en el recinto de la Exposición. La jornada comenzó a primera hora en la capilla ardiente establecida en la planta baja de la casa familiar, una vivienda en alquiler de la calle Zaragoza en la que se celebraron unas misas por el alma de Aníbal González a las que asistieron familiares y amigos. Por la mañana, el personal del Ateneo que había relevado a la familia en el velatorio volvió a las dependencias del Ateneo. En la casa, se siguieron recibiendo coronas florales y despachos telegráficos. A petición del público, se pudo desfilar delante del cadáver. El desfile duró más de dos horas.

En señal de duelo, la Comisión Permanente dispuso que durante las horas del funeral y el entierro los pabellones y las instalaciones oficiales y regionales estuvieran cerrados y permitió a los trabajadores de la Exposición que asistieran a los actos. Los delegados de todos los países concurrentes se unieron a la iniciativa; además de cerrar sus pabellones aquella mañana, durante todo el día mantuvieron sus banderas izadas a media y enviaron una corona de claveles en cuya banda se recogía la frase “Las delegaciones americanas concurrentes a la Exposición Ibero-Americana a don Aníbal González”. Muchos establecimientos, fábricas y empresas cerraron durante aquella mañana instados por las patronales sevillanas del comercio y la industria. La prensa difundió las palabras del presidente del Centro Mercantil indicando que era "deber de todo ciudadano adherirse al duelo producido por tan irreparable pérdida", rogando al comercio que cerrara sus establecimientos durante el acto, e invitando a todos sus asociados a asistir a la conducción del cadáver.

Estas medidas posibilitaron que, desde primeras horas de la mañana, toda Sevilla se echara a la calle para ir al funeral, figurar en la comitiva fúnebre o presencia4 su paso por las calles. El funeral y el entierro de don Aníbal fueron multitudinarios; imponentes manifestaciones de duelo.

El funeral en la Iglesia del Sagrario

A las nueve y media de la mañana la comitiva funeraria se dirigió a la iglesia del Sagrario, donde, a las diez y media, el arzobispo de Sevilla ofició el funeral. Presidieron el duelo el VI marqués de Alventos, José María de Rojas y Espelete en representación de Alfonso XIII (teniente de la Maestranza de Caballería, con quien precisamente don Aníbal había tramitado años atrás la construcción de la Casa de los Maestrantes), el gobernador en representación del Gobierno, el teniente de alcalde Carlos Delgado Brackenbury en representación del alcalde (quien ese día había de viajar inexcusablemente a Madrid a una reunión del Consejo Superior de Cámaras de Comercio), el presidente de la Diputación, el cónsul de Méjico en nombre de las repúblicas americanas y el Cuerpo Consular y varios familiares. Otra presidencia la formaban el director de la Exposición y su Comité, representantes de las Cámaras de Comercio de Madrid y Sevilla y de otras entidades. El desfile ante la presidencia del duelo duró más de una hora; incluso por falta de tiempo fue necesario interrumpirlo.

La comitiva fúnebre

Terminado el desfile, se organizó la comitiva fúnebre. En medio del gentío, a hombros de obreros de la Exposición y de amigos de don Aníbal, el féretro fue trasladado en comitiva al Cementerio de San Fernando. Según la prensa, en la comitiva iban “millares de automóviles y toda Sevilla”, y los taxis, con crespones negros en los faroles, transportaban gratis a los sevillanos al cementerio. La prensa diría que no se recordaba nada igual “en Sevilla, a excepción de las que tuvieron lugar con motivo de la muerte de Joselito y de Pedro Rodríguez de la Borbolla". Las imágenes del desfile son bien ilustrativas.

Finalmente, a las dos de la tarde el cuerpo de don Aníbal recibió sepultura en el panteón familiar proyectado en 1913 por el propio arquitecto para su hermano José González Álvarez-Ossorio en la calle Esperanza, izquierda 21 del Cementerio de San Fernando.

Cortejo fúnebre de Aníbal González en su paso por la Campana. A la derecha, el desaparecido Café París, obra del arquitecto (©ICAS-SAHP. Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano).

Iniciativas posteriores

La prensa refiere que aquel mismo día, tras el entierro, surgió una iniciativa para rendir homenaje a la figura de don Aníbal, que fue acogida con gran entusiasmo: construir una casa de estilo sevillano que sería donada a la viuda, Ana Gómez Millán, y a los hijos del finado. Los obreros de todos los ramos de la construcción dedicarían un día de trabajo gratuito y los materiales para la casa se donarían también gratuitamente. Hasta un año después, en el marco del homenaje que el Ayuntamiento organizó en memoria de Aníbal González, no se pondría la primera piedra de aquella casa, emplazada en la avenida de La Palmera número 16; esta, conocida como Casa de Ana Gómez Millán, sería proyectada por los arquitectos regionalistas Juan Talavera y Heredia y José Espiau, y financiada por una suscripción popular organizada por José Laguillo, director de El Liberal de Sevilla.

se4_ar-La comitiva funeraria en el Cementerio de San Fernando (©ICAS-SAHP. Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano).

Otras iniciativas vinieron por parte del Ateneo de Sevilla, que notificó que celebraría una velada necrológica por el que fuera su presidente electo, y de las hermandades que indicaron que también celebrarían funerales por su alma.

Actos suspendidos con motivo del sepelio

Las actividades de la Semana Nacional de los Estados Unidos se habían interrumpido por la muerte de Aníbal González el día anterior; también las puertas de sus pabellones estuvieron cerradas aquella mañana del sepelio y por supuesto no se hizo el habitual concierto de mañana en la Plaza de América. Las actividades se retomaron por la tarde, dado que los pabellones internacionales ya abrieron sus puertas. También se suspendió un festival a beneficio de los niños de las escuelas nacionales que ese día iba a celebrarse en la Plaza de Toros en el que iba a participar la banda militar de los Estados Unidos, el cual había sido organizado por el Ateneo de Sevilla, del que Aníbal González era presidente electo.

El martes 4 de junio, representantes de diferentes gremios de la edificación se reunieron en la sede de la Cámara de Comercio de Sevilla para tratar el modo en que los profesionales del sector podrían implicarse en el homenaje a Aníbal González anunciado por el Ayuntamiento. En la reunión los concurrentes constituyeron una comisión conformada por un representante de cada gremio. Por el de los metalúrgicos, alguien de la empresa Ollero, Rull y Compañía; por el de la cerámica, de Mensaque, Rodríguez y Compañía; por los carpinteros, Francisco López; por los marmolistas, Santiago Gascó; por los ladrilleros, la viuda de Andrés Fernández; por los pintores, Manuel Cañas; por los adornistas, Manuel Gómez; por los fumisteros, Manuel Cardoso; por los contratistas, Manuel Álvarez y por los almacenistas de madera, un representante de los Hijos de Romualdo Jiménez. La comisión habría de visitar a Nicolás Díaz Molero, alcalde de Sevilla, para transmitir el apoyo incondicional de estos gremios al homenaje proyectado.

Llegada de la comitiva funeraria al panteón familiar en el Cementerio de San Fernando (©ICAS-SAHP. Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano).

En la noche del 10 julio la comisión se reunió en el Ayuntamiento a fin de tratar la gestión de la suscripción popular que se abriría para financiar la construcción de la casa para la familia del arquitecto. Asistieron los señores Hazañas, Talavera, García Oviedo, Muñoz San Román, Ollero, Espiau, Abascal, Merle Carbonell, Fernández Agreda, Luca de Tena y el secretario, Sánchez Castañer. Los puntos de suscripción serían el Ayuntamiento, el Casino Mercantil, el Círculo de Labradores, la Unión Comercial, Nuevo Casino, el Ateneo, el Centro Cultural del Ejército y la Armada, la Casa de la Montaña, la Unión de Empleados de Escritorio y los cuatro diarios locales. Se acordó pedir al diario ABC que abriera la suscripción en su publicación y dirigir una circular a los casinos, entidades y a los vecinos de Sevilla, pidiendo colaboración.

Pasaron los meses y poco se había avanzado. El 16 de mayo de 1930, ante la proximidad del aniversario del fallecimiento de don Aníbal, la comisión, bajo la presidencia del alcalde, se reunió en el Ayuntamiento y acordó adquirir un solar para edificar una casa para la familia del arquitecto, determinando que sus obras se iniciaran coincidiendo con el aniversario. También se abordó el tema de la financiación; Carlos Cañal, Comisario Regio de la Exposición, anunció que la Comisaría contribuiría con 15.000 ptas. y el Cardenal Ilundain que la iglesia sevillana aportaría 10.000 ptas. procedentes de los fondos del Congreso Mariano. En una nueva reunión, celebrada en el ayuntamiento el día 28 de se dio cuenta de que los terrenos para levantar la casa, situados en la avenida de La Palmera, habían sido ya comprados al marqués de Esquivel, por un importe de 60.000 ptas., que se abonaron de la suscripción pública y se confirmó el inicio de las obras para el 31 de mayo.

El homenaje a Aníbal González en el aniversario de su muerte

El sábado 31 de mayo de 1930, en el aniversario del fallecimiento de don Aníbal, se celebraron algunos actos en memoria del arquitecto, organizados por la comisión.

A las diez de la mañana, en la parroquial del Sagrario, se celebró una solemne misa cantada que se aplicó por el eterno descanso de su alma, a cuya finalización se entonó un solemne responso.

Entre quienes acompañaron a la familia se encontraban las autoridades de la ciudad, la comisión organizadora, los señores Carriedo, García Montalbán, Muñoz San Román, Bacarisas, Amante Laffón, Espiau, Arévalo, Granados de la Vega, Jiménez Carlés, López Saénz, Talavera, Lupiañez, etc., así como una numerosa comisión de maestros de obras, abastecedores, obreros, albañiles, ceramistas y carpinteros.

Una vez terminada la ceremonia, las dos coronas de flores enviadas por el Ayuntamiento y el Comité de la Exposición que habían estado en el presbiterio, fueron llevadas al Cementerio de San Fernando para depositarlas en la tumba del arquitecto en el panteón familiar.

A las seis de la tarde, en presencia de las autoridades municipales, se celebró el acto de bendición de los terrenos y colocación de la primera piedra por parte del alcalde, de la casa para la viuda y los hijos de Aníbal González que el ayuntamiento había decidido construir en terrenos de la avenida de la Palmera, comprados al Marqués de Esquivel mediante suscripción popular por un importe de 60.000 ptas. A continuación, los asistentes se trasladaron al edificio central de la Plaza de España, donde se inauguró la Exposición de Proyectos Arquitectónicos de don Aníbal González.

Mientras tanto, la Exposición, seguía su curso, ante su inminente clausura, prevista para el 21 de junio. Ese día, llegaron a la ciudad ciento veinte miembros de la Sociedad Excursionista de Málaga. A las diez de la noche, al final de la avenida de la Raza, en el Sector Sur de la Exposición, tuvo lugar un concurso de fuegos artificiales entre pirotécnicos españoles y portugueses, mientras en el Teatro de la Exposición la Compañía de Juan Bonafé y Hortensia Gelabert representaba El rayo, juguete cómico de Pedro Muñoz Seca y Juan López Núñez.

Dos años y medio después, el 31 de diciembre de 1932, el alcalde de Sevilla hizo entrega de las llaves de la vivienda a Ana Gómez Millán, viuda de Aníbal González. En ese momento, en la iglesia del Sagrario se oficiaba una misa en su memoria, y, en el cementerio, se colocaba una corona de flores sobre su tumba.

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