Tormenta de verano: ni iglesia ni cura

Calle Rioja

Cambios. Con el cierre por obras de Ómnium Sanctórum, el párroco Pedro Juan Álvarez Barrera anunció en la misa su nombramiento como nuevo rector de la iglesia del Salvador

Iglesia del Salvador, nuevo destino del párroco de Ómnium Sanctórum.
Iglesia del Salvador, nuevo destino del párroco de Ómnium Sanctórum. / Jose Ángel García

03 de julio 2024 - 06:59

NI este cura es supersticioso ni la superstición casa muy bien con los presupuestos de la fe, pero lo cierto y verdad es que Pedro Juan Álvarez Barrera, párroco de Ómnium Sanctórum desde hace 23 años, anunció a sus feligreses que dejará de serlo el 1 de septiembre y lo hizo en la misa del décimo tercer domingo del Tiempo Ordinario. Trece Domingos de verde para un cura sevillista. Esa maravillosa rutina evangélica que transcurre entre la Cuaresma, la Pascua y el Adviento. Tiempo de tránsito en el que el arzobispo de la diócesis, José Ángel Saiz Meneses, aprovechó para notificar los cambios de destino y nuevos nombramientos.

Al final de la misa, uno de los feligreses felicitó al párroco por su nuevo destino, rector de la Iglesia Colegial del Salvador, y salió de él un aplauso espontáneo al que respondió toda la asamblea. Dice el refrán que en tiempos de turbación no hacer mudanza, pero eso no va con los ciclos de la Iglesia, que por algo es una institución bimilenaria. El nuevo destino se hizo oficial el día de la festividad de San Pedro y San Pablo. El que negó a Jesús tres veces y el que persiguió con saña a sus incondicionales. Mártires de Nerón en los años 64 y 67 de la era cristiana, respectivamente.

Ha sido como una tormenta de verano porque de buenas a primeras los parroquianos de Ómnium Sanctórum se han encontrado con el templo cerrado por obras y con la noticia de que en puertas de celebrar sus bodas de plata, al párroco lo cambian de destino pastoral.

Sin iglesia y sin cura. El párroco no verá terminadas unas obras en cuyo proyecto se implicó hasta la extenuación, y que han vivido una pandemia y dos relevos episcopales, los de Amigo Vallejo y Asenjo Pelegrina. Este cura sevillano, hijo de un camarero de La Ponderosa, crecido en el entorno de la iglesia de san Benito y el barrio de la Calzada, era el pastor de un templo del siglo XIII, una de las iglesias fernandinas erigidas tras la conquista de la ciudad por Fernando III. Y lo destinan en este viaje en el tiempo a la parroquia del Salvador. La que fuera primera mezquita aljama de la ciudad, la de Ibn-Addabás, construida entre 829 y 830, en el primer tercio del siglo IX. Cuatro siglos más atrás.

La última misa en Ómnium Sanctórum tuvo lugar el 12 de mayo. Desde entonces, la Eucaristía se celebra en la casa parroquial de la calle Arrayán. Así serían las catacumbas. La planta baja de una casa particular, en la misma acera de la antigua peña Bética y el Bar El Algabeño, frente al palacio de los Marqueses de La Algaba, actual centro de interpretación del Mudéjar que históricamente estaba unido con la iglesia por una pasarela. Y de tan modesta casa de Dios este sacerdote se va a una iglesia de dimensiones espectaculares.

Ómnium Sanctórum y el Salvador tienen en común que ambos templos albergan más de una cofradía. El primero acoge a la hermandad de los Javieres, que por las obras trasladó a sus titulares a Santa Marina, sede parroquial del Resucitado, y al Carmen Doloroso, que está provisionalmente en la iglesia de los Terceros. Y a la más antigua, la hermandad sacramental de la Reina de Todos los Santos. Las dos de penitencia son del siglo XX los Javieres y ya en el siglo XXI la del Carmen, mientras que en la parroquia del Salvador el nuevo rector se encontrará con la hermandad del Amor, fundada a finales del siglo XVI (con la versión infantil de la Borriquita, que data de 1970) y la de Pasión, fundada en el segundo tercio de ese mismo siglo, el Siglo de Oro para entendernos, con el Cristo de Martínez Montañés que se encarna en Sevilla cada Jueves Santo.

Hasta septiembre no tomará posesión de su nuevo destino. Completa un itinerario pastoral ejemplar en el que ha conocido muy distintos contextos evangelizadores: el mundo jornalero alejado del mensaje apostólico en su primer destino, Casariche; el ambiente rociero de Aznalcázar. Dos localidades con las que mantiene una estrecha vinculación por lo mucho que unen los sacramentos: bautismos, bodas, entierros. Los hitos biográficos de un cristiano. En el Salvador, sede de la hermandad del Rocío de Sevilla-Salvador, volverá a esos precedentes rocieros que se le quedaron muy adentro.

Dos de los cuatro seminaristas que acaban de ser ordenados nuevos presbíteros han sido destinados a dos pueblos que han sido fortines de la lucha jornalera y de cierto carisma mesiánico y caudillaje revolucionario, Badolatosa y Marinaleda. Una Sierra Sur que está también en los comienzos pastorales del nuevo rector de la iglesia

Colegial del Salvador. Aquí se encontrará con los Mendoza, que suena a familia nobiliaria o linaje de veinticuatros, pero es el común apellido de los campaneros y de Fernando Mendoza, el arquitecto-conservador y biógrafo de la Iglesia del Salvador.

Su sucesor en Ómnium Sanctórum, Ginés González de la Bandera, viene de Estepa y se hará cargo también de la asistencia espiritual en la iglesia de san Marcos, que no está cerrada por obras pero se ha quedado sin obreros con lo abundante que es la mies. La calle Feria es una cantera de sacerdotes para la diócesis de Sevilla: en ella creció Antonio Guerra, párroco de la iglesia del Corpus Christi de la avenida de la Palmera, cuya familia regentaba un puesto en el mercado de la Feria. El nuevo párroco de Ómnium Sanctórum, aunque viene de Estepa, está vinculado con una familia que regentó la Corsetería Modelo en la calle Feria. Calle en la que reside Pablo Colón, nuevo vicario pastoral de la iglesia de Santa Ana y capellán de las monjas de Santa Rosalía. Y Pedro Juan, pese a ser de la collación de san Benito y sus destinos en la Sierra Sur y el Aljarafe, ha estado casi un cuarto de siglo unido a esta iglesia de la calle Feria. La parroquia en la que bautizaron a Manuel González-Serna, vecino de la calle Palacios Malaver que fue párroco en Constantina, donde murió asesinado el verano de 1936, encabezando la última causa colectiva de beatificación de la diócesis.

En una de sus últimas misas en la Casa Parroquial antes de conocer su nuevo destino, la lectura era del Libro de los Reyes. El rey Nabucodonosor tomaba la ciudad de Jerusalén, vaciaba de tesoros la iglesia construida por el rey Salomón y mandaba al destierro a Babilonia al rey Joaquín con sus cortesanos, sus mujeres y sus eunucos, además de todos los herreros y cerrajeros. Lo de Pedro Juan no es un destierro, aunque sus feligreses lo echarán de menos. Una ley no escrita le impedirá desarrollar ejercicios pastorales en Ómnium Sanctórum en el primer año de su nuevo destino, para que su sucesor pueda desarrollar su estilo, su impronta. Celebrará el final de las obras que él mismo impulsó. La puerta principal está llena de andamios. La lateral de la calle Peris Mencheta, bajo el reloj de sol, ha sido ocupada por un sintecho. Un vagabundo que el otro día, al final de la misa de ocho y media, estaba tumbado leyendo El soldadito de plomo, el cuento de Hans Christian Andersen, mientras le llegaban las vaharadas con especias de las pizzas de La Tradizionale. Para tradición, las dos últimas iglesias de don Pedro Juan, Ómnium Sanctórum, del siglo XIII, y el Salvador, del siglo IX. Aunque en la fe se curtió en San Benito, junto a las imágenes de Castillo Lastrucci.

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