"Hay que crear escuelas de costura. El oficio se va a perder"
Exposición de Tony Benítez
El diseñador sevillano advierte de la falta de mano de obra cualificada en la confección de prendas
Su muestra 'Toda una vida' permanece abierta hasta el 25 de abril en la Fundación Cajasol
¿Dónde guarda la ministra Montero los complementos del traje de flamenca?
A sus 89 años, Tony Benítez (Sevilla, 1935) no se anda con rodeos a la hora de analizar un sector en el que fue uno de los pioneros en la ciudad, el de la moda y el diseño. Advierte que muchos jóvenes "se creen artistas" por el mero hecho de obtener un título, pero aún más le preocupa la situación que sufren los talleres y que él mismo ha experimentado: la falta de costureras. Por tal motivo, lleva años proponiendo que desde las instituciones públicas, como el Ayuntamiento hispalense, se fomenten escuelas de aprendizaje que eviten la pérdida de un oficio con siglos de historia, abocado a desaparecer por su mala remuneración salarial.
Tony Benítez nos recibe en la planta alta de la Fundación Cajasol, donde hasta el 25 de abril permanece abierta la exposición Toda una vida, conformada por varios vestidos de flamenca, batas rocieras y otros complementos diseñados por este artista sevillano a lo largo de su vida, además de piezas antiguas que pertenecen a su colección particular. Mantener tres minutos seguidos de charla con él resulta difícil, pues raro es el visitante que acude a la muestra y no se detiene para saludarlo. "Esta exposición te la debía Sevilla", afirma una de sus admiradoras a la que dedica un autógrafo.
Recién recuperado de un resfriado, con chaqueta y corbata, atiende a varios medios de comunicación en una mañana de Feria de Abril, celebración que este año no ha pisado. Alerta de uno de los riesgos que se ciernen sobre la fiesta: "aquello se ha convertido en un circo". Tony se refiere a los conjuntos (outfits, que dirían los modernos) que se ven estos días sobre el albero. "El diseño le ha ganado la partida a la naturalidad", mantiene el modista, quien no acaba de comprender ciertos modelos de trajes de flamenca, entallados hasta la rodilla y que se convierten en impracticables al llegar al real. "Con ellos no se puede andar, ni bailar sevillanas. Las mujeres se tienen que desnudar por completo al usar los diminutos aseos de las casetas. Incomodísimos. No los entiendo", lamenta.
Su primer Rocío, a los 16 años
Como contrapunto a esta tendencia copiada hasta la saciedad por nóveles y firmas consagradas de la moda flamenca, Tony pone de ejemplo algunos de los conjuntos que forman parte de la exposición. Ahí están las batas rocieras que diseñó para María Rosa y su Ballet Español en el espectáculo El Rocío, estrenado en 1999. La soltura y la naturalidad en las combinaciones constituyen la base de unas prendas para las que se inspiró en los dibujos que decoran los antiguos pañuelos con los que las peregrinas cubrían el pelo para salvaguardarlo de la polvareda del camino. También tomó de referencia sus propios recuerdos. "La primera vez que fui al Rocío tenía 16 años. Con Triana venía la carreta de Bernardo de los Reyes, de Castilleja de la Cuesta, todo un personaje de la época. Lo acompañaban Lola Flores y Paquita Rico. Lucían trajes que nada tienen que ver con la sofisticación actual", apunta.
El origen de los trajes de flamenca "antinaturales" coincide, quizás, con el momento en que se empezó a emplear la expresión "alta costura" en este traje regional. Benítez rehúye de tal calificación. "La alta costura es un concepto francés que exige muchos requisitos que no siempre se cumplen", aclara Tony, quien prefiere usar una definición menos grandilocuente: "En España siempre hemos hecho buena costura, una labor artesanal, de enorme mérito y en peligro de extinción".
"Si la moda española ha traspasado fronteras y ha sido conocida a nivel mundial es por la labor que durante siglos han ejercido las costureras. Sin ellas, no hubiéramos alcanzado fama", sentencia. La figura de esta profesional es insustituible en una época marcada por la prisa. "Es un trabajo que requiere esmero y tiempo, pues supone mucha precisión".
No es el primer diseñador que alerta del grave problema al que se enfrentan los talleres de confección, que en buen número han sustituido esta mano de obra por "el patronaje y las máquinas". Este artista de los lunares hace hincapié en que dicho déficit se debe a la falta de relevo generacional en el oficio. "Muy pocas jóvenes [y pocos, que aquí no se excluye el masculino] saben coser". Una carencia que también obedece a otra realidad incómoda de reconocer por los profesionales de la moda, pero a la que Benítez no pone reparos a la hora de hablar de ella: la baja remuneración salarial que reciben las escasas costureras que quedan. "Se paga muy poco por las horas de trabajo. No estamos ya en tiempos de esclavitud", se sincera.
Grandes modistas se han lamentado los últimos años de este déficit que ha llevado a varias firmas a crear sus propias escuelas de costura. Una iniciativa que Benítez ha propuesto en más de una ocasión al Ayuntamiento de Sevilla para que tome la iniciativa. "Se debe crear una escuela de costura donde las nuevas generaciones aprendan este oficio artesanal y no se pierda", comenta este sevillano de cuna y residencia, que defiende que cualquier trabajo que en dicha academia se hiciera habría de ser pagado. "Si no existe incentivo económico, no habrá empeño por aprender. La costura debe revalorizase. Hasta ahora se ha tenido como un trabajo menor, cuando requiere de grandes conocimientos y mucho tiempo, como todo aquello que se crea con las manos", argumenta.
Dibujando vestidos desde niño
La predilección por la moda empezó desde pequeño. Con cinco años le gustaba dibujar vestidos. A los siete ya pintaba escenas de teatro, su otra gran pasión junto al flamenco. "A mi padre aquello le horrorizaba", admite. Durante algunos años fue "practicante". "Mi padre era enfermero y quería que me dedicara a lo mismo. Trabajé unos años en el Hospital de las Cinco Llagas y también en domicilios particulares". En este punto defiende que su público, tanto el sanitario como el del diseño, ha sido transversal (término políticamente correcto). "Lo mismo visitaba a la familia Sainz de la Maza que a los vecinos del Corral del Conde. Igual he hecho en la costura", refiere.
Su dedicación plena al diseño se inició a los 24 años. Con esta edad viajó a Suiza. Lo que iban a ser unos días de vacaciones se convirtió en una estancia de tres años. "Me encantó la educación de aquel país", subraya. En aquel periodo empezó a dibujar para algunas boutiques, donde sus trabajos gustaron mucho. De allí pasó a Madrid, ciudad en la que comenzó cosiendo botones para "los grandes de la moda" del momento. Pertegaz, Lino, Herrera y Ollero o Elio Berhanyer eran algunas de las firmas para las que realizaba esta labor y de cuyos genios tanto aprendió. Todos tenían un denominador en común, bebían de idéntica fuente, Cristóbal Balenciaga.
Cuando Tony menciona al diseñador vasco se le ilumina la cara. Abre los párpados antes de pronunciar una afirmación categórica: "es el padre de la moda española". Tal es la fascinación por este creador de alta costura (en este caso la calificación está más que bien merecida) que durante aquellos años de estancia en la capital española compró a plazos, en el Rastro, una colección de libros sobre este genio al que no hicieron sombra coetáneos como Christian Dior y Coco Chanel.
El propio Benítez reconoce que Balenciaga ha marcado muchos de los diseños que han salido de sus manos. Ejemplo más que evidente es la colección presentada en 1985 en Joy Eslava, la discoteca de referencia de la beautiful people en el Madrid de la década prodigiosa. En el escenario en el que habían actuado los grandes protagonistas de la movida madrileña, este sevillano subió a Manuela Vargas, la Chunga y Merche Esmeralda para que lucieran sus creaciones. Vestidos estampados de lunares en los que se percibía ese corte recto, propio de la Belle Époque que tanto caracterizó la obra del modisto vasco. "Eso era lucir un diseño, no como en la actualidad, que modelos con 20 años están más preocupadas por que el protagonista sea su cuerpo que la obra del modista", critica Benítez, que concluye semejante reflexión con otra afirmación sin tapujos: "las caras que ponían antes estas profesionales en los desfiles eran normales. Ahora, no".
El gusto por el flamenco
Para hacerse una idea de lo que supuso esta presentación, en la exposición se proyecta un audiovisual de la misma en el que se comprueba el gusto de Tony por recrear cuadros flamencos a la hora de dar a conocer sus colecciones. La afición por el cante jondo y el mundo que lo rodea la tuvo desde edad temprana. Una de sus pasiones, junto al teatro. De hecho, la base de la muestra son los bocetos que durante 25 años el modista ha pintado sobre los programas de mano de los Jueves Flamencos, organizados por la Fundación Cajasol.
A estos "apuntes rápidos", se suman otros diseños desconocidos de trajes de flamenca y batas de cola, así como algunas de sus creaciones ya confeccionadas y que han lucido artistas del cante y el baile. Sin olvidar varias piezas de su colección privada, como los mencionadas pañuelos con los que antiguamente las rocieras cubrían su pelo, mantones de manila del siglo XIX o mantillas elaboradas con encajes de Brujas.
Del amplio elenco de famosas a las que Toni ha vestido en más de una ocasión también da testimonio la muestra. Fotos con Concha Piquer, Rocío Jurado, Lola Flores, María Vidal y la duquesa de Alba, con quien protagonizó un reportaje en la revista Hola.
No deben pasarse por alto sus servicios a la Casa Real. Casi 30 años vistiendo a la reina Sofía y a sus hijas. Una relación que empezó a través de la secretaria de la monarca emérita. "La infanta Elena tenía entonces 17 años; Cristina, 15; y el actual Rey, 13. Siempre me trataron con ejemplaridad, con mucho respeto por mi trabajo", recuerda. Para la boda de la infanta Elena en Sevilla confeccionó una treintena de vestidos. De ellos, destaca el de doña Sofía, de color turquesa y con volantes plisados hasta la cintura, un conjunto que marcó tendencia en los 90.
Trabajos que se han ido sucediendo desde que en su juventud abrió taller en Madrid. "Yo diseñaba y probaba a las clientes. No cosía, esa labor se la dejaba a las profesionales, las que no debemos perder", reitera.
A las nuevas generaciones de diseñadores les recomienda paciencia. "Hoy hacen un curso y ya se creen artistas", lamenta. "Esta profesión es de muy largo recorrido. Hay que equivocarse mucho. Eso es muy importante. El reconocimiento, como en el flamenco, te lo da el público", reflexiona. Y para muestra -nunca mejor dicho- un botón: "Tengo 89 años y todavía me queda bastante por aprender". La elegancia en el diseño y el pensamiento.
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