Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
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Si los científicos le pusieran un nombre, sería éste: Alanís. La bola de fuego que cruzó en la noche del lunes el cielo de Sevilla está incluida en una base de datos, con un código, según la fecha y la hora en la que se registró su observación. Pero los astrofísicos suelen darle un nombre específico en función de la localidad que sobrevolaba durante el momento de su máximo brillo. Y en ese caso fue en ese municipio de la Sierra Norte donde el fenómeno alcanzó mayor luminosidad.
¿Qué es lo que pudieron ver muchos sevillanos en el cielo? El doctor José María Madiedo, el encargado de estudiar el evento, explica que simplemente fue una estrella fugaz y así lo percibieron muchos testigos. Un astro que fue cambiando de color según fue variando su altura. "La alta temperatura de la bola de fuego ioniza las moléculas del aire y hace que estas emitan también luz a su paso, el color de la luz que se percibe depende de la composición de ese aire, y esa composición varía con la altitud", explica el científico.
Quien pudo contemplarlo debe saber que no fue una ilusión óptica y que fue realmente especial. ¿Qué hace distinto a este avistamiento? Una estrella fugaz, como las que suelen verse en determinadas épocas con relativa frecuencia, se produce al entrar en la atmósfera un fragmento de roca del tamaño de un grano de arena. Y un bólido, o bola de fuego como la cruzó el firmamento anoche, tiene lugar cuando esa roca ya es de un tamaño superior al de un guisante o una nuez, según explica Madiedo que confirma que hay bolas de fuego asociadas a determinadas lluvias de estrellas, como por ejemplo las perseidas, las gemínidas, etc. Y otras que no están asociadas, son de tipo esporádico, como el caso de anoche.
¿Qué tuvo algo más de especial el citado evento? Sí, la hora a la que se produjo, las 21.32, lo que hizo que muchísima gente pudiese verlo y se registrasen llamadas a Emergencias para saber qué estaba sucediendo. También la velocidad a la que entró en la atmósfera fue llamativa, pues estos fenómenos suelen ser más veloces. En este caso fue de 61 mil kilómetros por hora, lo que facilitó también su observación, que algunos estiman en cinco segundos. Normalmente la roca se desintegra mucho antes de alcanzar el suelo. "La atmósfera actúa como un escudo muy eficaz que destruye estos materiales en la mayoría de los casos, evitando que puedan suponer algún peligro", comenta Madiedo.
Pero para los astrofísicos, desde el punto de vista científico, lo realmente interesante es la posible asociación de la bola de fuego con el asteroide potencialmente peligroso 2000 QW7, que la NASA ha vigilado en los últimos días y que pasó cerca de la Tierra el pasado día 14. "Este asteroide, que tiene varios cientos de kilómetros de diámetro (entre 300 y 700 aproximadamente), es potencialmente peligroso porque si impactase contra la Tierra podría provocar daños considerables. No obstante, a fecha de hoy no hay riesgo de que ese impacto se produzca", confirma Madiedo.
Un asteroide es una roca que orbita alrededor del sol y que es más pequeña que un planeta. De estos objetos, por distintos procesos, pueden desprenderse rocas que siguen su propio camino en el Sistema Solar. Y a veces esas rocas desprendidas de asteroides se cruzan con el camino de la Tierra y entran en la atmósfera a muy alta velocidad. Así es como se generan estas bolas de fuego o bólidos.
Informar sobre el fenómeno se antoja, por este motivo, fundamental para frenar bulos. Los científicos reiteran que en ningún momento ha existido riesgo tras avistarse la bola de fuego. Lo que ahora se estudia es si la roca que entró en la atmósfera y dio lugar a esta bola de fuego procedía del temido asteroide. Aunque la órbita que seguía es muy similar, lo que invita a hacer esta asociación, todavía hay que hacer cálculos para afirmarlo.
Las imágenes difundidas anoche por el Instituto de Astrofísica de Andalucía fueron grabadas por los detectores de proyecto SMART en observatorios de Sierra Nevada (Granada), La Hita (Toledo) y Sevilla capital, de hecho, algunos vídeos y fotografías muestran tejados de la ciudad e incluso la Torre Sevilla. El fenómeno se vio desde más de 400 kilómetros de distancia, por lo que hay cámaras en Almería, en Calar Alto, que también pudieron filmarlo.
La Red de Bólidos y Meteoros del Suroeste de Europa cuenta con más de 80 cámaras en 10 estaciones de detección que cubren casi el 85% del cielo de toda la Península Ibérica. Opera desde 2006 y hay información pública disponible (vídeos de los bólidos) desde 2009. Sólo este año, la red cuenta con más de 50 bólidos clasificados. En lo que va de septiembre se han observado otros tres.
Anualmente la red detecta más de 500 bólidos, aunque estadísticamente estiman que anualmente menos de una decena podrían producir meteoritos en la Península Ibérica (1 ó 2 con una masa superior al kilogramo). El estudio detallado de las trayectorias de estas bolas de fuego permite determinar en esos casos los posibles lugares de caída de meteoritos aunque su recuperación no sea siempre factible por las dificultades intrínsecas a cada lugar. Determinando sus órbitas heliocéntricas se puede deducir su procedencia en el Sistema Solar.
José María Madiedo es doctor en Física (especialidad en Astrofísica) y en Química y está vinculado al Instituto de Astrofísica de Andalucía. Su labor como investigador se centra fundamentalmente en el estudio de meteoroides, meteoros y meteoritos y de los objetos del Sistema Solar de los que éstos proceden, como asteroides y cometas. Ha publicado y participado en más de 200 trabajos sobre estos temas. Él coordina el proyecto SMART, donde hay otros andaluces que integran el equipo investigador, como el doctor José Luis Ortiz.
Es probable, aunque no previsible. Estos fenómenos son habituales en algunas épocas del año, pues suele haber bolas de fuego asociadas a las perseidas a mediados de agosto. Octubre, noviembre y diciembre también suelen ser meses en las que estos fenómenos son más frecuentes.
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