Unos titulares llenos de suplentes
calle rioja
El editor vive en Salamanca y el libro se imprimió en un pueblo de Zamora

Ob ra Póstuma. “Dos palabras que hielan el alma”. Lo dice Isaac López Redondo (Montilla, Córdoba, 1977) durante la presentación del libro Esa inútil perfección del silencio (Comunicación Social), del que es autor su padre, Antonio López Hidalgo (Montilla, 1957-Sevilla, 2022). Un libro con quince relatos, 16 si se incluye la muy emotiva nota de su editor Pedro J. Crespo, donde cuenta las vicisitudes por las que pasó un libro que empieza a cocerse en los primeros días de la pandemia. Como una trágica sinécdoque, la muerte de muchos iba a terminar en la muerte de uno, el propio autor, de forma repentina e inesperada.
El editor vive en Salamanca y el libro se imprimió en un pueblo de Zamora
El editor fecha su escrito el 26 de abril en Salamanca. El libro salió de una imprenta de Manganeses de la Lampreana (Zamora), topónimo que es en sí mismo un relato más. En la presentación, además de su hijo biológico Isaac y su hija académica Ángeles Rodríguez, con la que publicó Periodismo de inmersión para desenmascarar la realidad, estaban sus compañeros en la docencia Juan Carlos Serrato y Francisco Sierra, catedrático y diputado en el Congreso por Sumar, y la primera persona que empezó a hablar del libro. Joaquín Posado, filósofo y profesor de instituto, recorrió casi 600 kilómetros para hablar de un libro que recomendó a sus oyentes de la cadena SER en Zamora y del que ha leído fragmentos a sus alumnos de la ESO en sus clases de Ética y Filosofía.
Un libro de un autor cordobés, un manuscrito que viene de Zamora en la imprenta y en el aliento filosófico. La provincia donde nace el rey Fernando III que cambió la historia de Sevilla y de donde vino el catedrático Agustín García Calvo a dar clases en la Hispalense.
¿Es la literatura un género periodístico? Periodismo y literatura son como esos dos continentes que separa un océano y que están presentes en las vivencias viajeras de Antonio López. De su estancia en Quito y en las cimas andinas nació uno de los relatos. Hasta esas tierras, a las librerías de Hispanoamérica, viajaron dos de los libros de Antonio, Titulares y Géneros Periodísticos Complementarios. El viaje a la inversa del Inca Garcilaso, que nace en el Cuzco peruano para llegar a Montilla, el poeta que muere el mismo día que Miguel de Cervantes.
Antonio López fue el primer periodista que en su salto a la vida docente consiguió una cátedra de Redacción Periodística en la Universidad de Sevilla. Algunos de sus discípulos estuvieron en una presentación apadrinada por la Asociación de la Prensa, con su presidente, Rafael Rodríguez, como maestro de ceremonias en la Casa de la Provincia. Además de Ángeles Rodríguez, intervino desde el público un emocionado Mohamed, marroquí de Casablanca, a quien López Hidalgo le dirigió una tesis sobre la percepción de la primavera árabe en la prensa española y de Marruecos que su profesor no pudo ver concluida.
Esa inútil perfección del silencio fue el quinto título después de la intensa comunicación por correos electrónicos entre autor y editor. El primero fue Extraños en nuestras propias vidas, al que siguió Cartografía de un tiempo circular. La lectura de un texto de Borges le llevó a elegir La inútil perfección del silencio, que cambió por Vidas encriptadas, para volver finalmente a Borges con Esa inútil perfección del silencio.
“Hablábamos mucho del silencio a cuenta de Castilla del Pino”, dice Francisco Sierra, al que no pudo conocer en su nueva etapa parlamentaria. Habló de Antonio como un “gran melómano”, desde los Beatles a Jorge Drexler y reivindicó con su legado “un periodismo artesanal, no de inteligencia artificial”.
En el prólogo de El ruido y las nueces, Juan Cruz describe a Antonio López como “una especie de dandy de Austria que parece que viene de una cacería”. Sus trece libros han sido editados por Comunicación Social. Una firma editorial representada por el librero, Pedro Crespo, y su hijo el editor, Pedro J. Crespo. Clones literarios del alcalde de Zalamea.
Antes de que diera el salto a la docencia, vivió intensamente la vida de los periódicos. De esa época, acudieron colegas y paisanos como Miguel Ángel León o Paco Luis Córdoba, otros reporteros que también pasaron a la Universidad, como José Álvarez Marcos y quienes como Paco Gil Chaparro sublimaron su oficio en libros de investigación. Si éste acaba de publicar una obra sobre el crimen de los Galindos, del que en julio se cumplirán cincuenta años (ese año no sólo se murió Franco), la primera vez que el nombre de Antonio López Hidalgo llegó a las librerías fue con El sindicato clandestino de la Guardia Civil, que publicó con su amigo Juan Emilio Ballesteros. De los tiempos de El Correo de Andalucía estaba la periodista Lola Domínguez, que presenta el informativo regional de Televisión Española.
“La ficción es un producto vicario de la realidad”. Alguien recordó esta cita de José María Guelbenzu para destacar las dos patas del trabajo y la especialidad de Antonio, el periodismo narrativo, al que llegará, según confiesa su editor, aburrido de escribir libros académicos. Experto en los titulares, sus relatos están llenos de suplentes deliciosos, como el que titula El mundo necesita ocho millones de enfermeras y que es una de sus cinco Historias virídicas, un acercamiento humorístico a la pandemia.
Su amigo Juan Carlos Serrato conoció mejor “al Antonio literato que al Antonio periodista”. Recordó con emoción las horas que pasaban discutiendo por los géneros periodísticos. Más en los bares que en las aulas, porque no se es de Montilla sin el tributo y el blasón del néctar de los dioses. El editor habló de la veneración que López Hidalgo sentía por Pepe Guzmán, del que llegaría a decir que “escribía mejor que Antonio Burgos y cobraba menos que Francisco Umbral”.
El 26 de abril de 2022, el editor le mandó las galeradas del libro. Veinte días antes, el autor le había enviado la versión definitiva del manuscrito después de dos años de pandemia, confinamiento, vacunaciones y protocolos de alejamiento y aislamiento social. “Pedro, aquí llevas el libro”, le escribió a su editor. “Confirma su recepción. Luego te llamo. Si estás de acuerdo en todo, no hay prisa para su publicación. Es para disfrutarlo. Si vienes en Semana Santa, nos vemos. Un abrazo. Antonio”. El 19 de mayo, Antonio López cogió un tren para Madrid, donde formaba parte de un tribunal de tesis. Retrasaron la reunión para ultimar los detalles del libro. Tres días después falleció, tras regresar a Sevilla. “He necesitado dos años para, tras varios intentos fallidos, dejar el texto listo para llevarlo a la imprenta”. Le agradece a Isaac López, hijo del autor, que “en ningún momento me ha presionado para acelerar su salida”.
Por fin habla el silencio. Con relatos titulados Nacido para el circo, El último atraco, La bala (el primero que escribe en los inicios de la pandemia, confinado en su casa de Gelves), El silencio de la guerra (un episodio de la guerra civil en Ayamonte), Un mal día no lo tiene cualquiera y las dos series de relatos Historias virídicas y Viejos. Antonio López era único titulando. Para muestra, el título de su último relato, Este sueño no hay quien lo entienda.
El libro arranca con la cita de Borges a la que debe el título: “Me incorporé sin ruido, en una inútil perfección del silencio…”. Y con otra de Fernando Vallejo: “En silencio la realidad pesa menos”. Hay muchos tipos de silencio. En Sevilla es una hermandad que tuvo de hermano mayor a Mateo Alemán. Hipólito G. Navarro tituló uno de sus primeros libros El cielo está López. Un anacoluto perfecto del antiguo corrector de pruebas en el Polígono Calonge. Obra Póstuma. “Dos palabras que hielan el alma”. “Lo demás es silencio” (Augusto Monterroso).
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