“Pasará tiempo para que vuelva a coger un autobús”
Testimonios accidente Tussam Sevilla
Tres personas que resultaron heridas en el accidente de la Plaza del Duque relatan sus experiencias
Una iba en el autobús y los otros son peatones a los que golpeó una valla
María Gracia acababa de salir del Corte Inglés de la Plaza del Duque. Había comprado carrillada para prepararla al día siguiente, en un almuerzo que iba a celebrar en la azotea de su casa. Se le había hecho algo tarde y pensó en coger un taxi para regresar a su domicilio, en la zona de la Macarena, pero vio el microbús de la línea C5 detenido en la parada de la plaza y se subió. "Me deja muy cerca de casa y lo suelo coger mucho. Además, es una línea que da un paseo muy bonito por el centro", cuenta esta mujer, de 68 años y natural de Carmona pero residente desde hace mucho tiempo en la capital.
Así que se subió al autobús. En la puerta se dio una situación muy común cuando uno se sube a un autobús de Tussam y coincide con otro viajero. "Había una mujer que se subió a la par y estuvimos un momento que si pasaba yo o pasaba ella. Al final pasé yo. Solté las bolsas que llevaba y fui a pagar. Ni siquiera lo había hecho aún cuando el autobús pegó un acelerón brusco e inestable".
En cuestión de segundos, el microbús se vio propulsado en línea recta, sin que el conductor pudiera hacer nada por controlarlo ni frenarlo. El vehículo derribó la valla que separa la calzada de la acera, se subió a ésta y terminó empotrado contra el escaparate lateral de la tienda de Zara. Allí quedó atrapada una mujer, la que resultó herida más grave en el accidente y que sufre varias fracturas, la más preocupante en la pelvis. La fractura del cristal hizo que la mujer pasara al interior de la tienda y no quedara aplastada contra la pared.
En el interior del microbús, María Gracia cayó al suelo. "Una persona, no fui capaz de ver si era hombre o mujer, cayó encima mía y me quedé debajo de ella. Un instante antes del choque oí que alguien decía 'cuidado, cuidado, posiblemente la persona que cayó sobre mí, que se habría levantado de su asiento, porque vino desde la segunda fila. Yo lo primero que hice fue preguntar por el conductor, que estaba herido también".
Cuando le quitaron de encima al otro viajero que cayó sobre ella, María Gracia quedó sentada en el suelo del autobús. Alguien le hizo una fotografía con un teléfono móvil. "Fue algo que me molestó bastante en ese momento, que alguien se dedicara a hacernos fotos a los que estábamos en aquella situación".
Enseguida llegaron los Bomberos, el 061 y la Policía. María Gracia tenía varias magulladuras y contusiones, y el dolor se le ha incrementado a medida que han pasado los días. "En un principio no me eché a llorar por vergüenza. El año 2019 está siendo muy malo para mí y quizás por eso luego lo he relativizado", explica la mujer, que no tiene ningún problema en volver al lugar del accidente.
"Lo que sí me ha dado un poco de respeto es el autobús. Pasará un tiempo antes de que me vuelva a subir a uno. De momento me estoy desplazando en taxi", añade, y explica que no salió hasta el miércoles para ir al teatro, y porque tenía las entradas compradas antes del accidente y no estaba dispuesta a perderlas. Tras el siniestro, llamó a su hijo, al que la Policía Local permitió el paso con el coche, y fue éste quien la llevó al hospital. "Después me acordé de la carrillada, y mandé a mi hijo a por ella. La tenía la Policía", dice, con una sonrisa.
Bárbara Barbero, de 41 años y vecina de Camas, y Arturo Carmona, sevillano de 42, lo vieron desde otro punto de vista: el de la calle. Estos dos amigos habían comido en el Burger King de la Campana y estaban dando una vuelta por el centro para hacer algunas compras navideñas. Lo que hacían miles de sevillanos aquella tarde. "Aquella acera es un embudo porque tiene una valla y es muy estrecha para absorber a toda la gente que pasa por allí. Así que iba yo primero y ella detrás", relata Arturo, que explica que la calle estaba atestada de público. De buenas a primeras oyeron un ruido y él se percató de que el microbús se dirigía directo hacia el lugar por el que ellos pasaban. "Fueron milésimas de segundo".
Los peatones intentaron correr para esquivar el autobús pero era difícil por la cantidad de público que había. Arturo se dio la vuelta a tiempo para empujar a Bárbara, un gesto que pudo salvarle la vida. Los dos evitaron el impacto directo del autobús, pero fueron alcanzados por la valla, que el vehículo arrancó de cuajo y que lanzó contra la pared. Tras este rebote, la valla golpeó a estas dos personas. Bárbara se llevó la peor parte y llegó incluso a perder el conocimiento.
Los dos fueron trasladados al Hospital Virgen del Rocío en ambulancia. Allí estuvieron hasta las doce de la noche. Sufren magulladuras y contusiones por todo el cuerpo. Él tiene una fisura en el muslo y lesiones en el hombro, las costillas, la rodilla y los dedos del pie. Ella también padece varias lesiones y tiene que caminar con ayuda de una muleta. Ambos han iniciado una rehabilitación que ya les han dicho que puede ser larga.
Además de las lesiones físicas están las psicológicas, sobre todo en el caso de Bárbara. "Yo estoy muy afectada", dice la mujer, que apenas habla y se mantiene cabizbaja durante la entrevista. Está muy dolorida y admite que en varias ocasiones ha roto a llorar sin explicación alguna desde que sufrió el accidente. "No se me quita de la cabeza". La noche del accidente no concilió el sueño. "Sólo oía sirenas. Las sigo oyendo a menudo". Él no ha vuelto a montarse en un autobús, y ella sí tiene que hacerlo para volver a Camas. "No tengo más remedio, pero me da miedo".
Estos dos heridos en el accidente se han sentido respaldados por los servicios de emergencias y también por Tussam. Aún así, creen que tendrán que iniciar un procedimiento legal porque ahora mismo ninguno de ellos puede trabajar. Los dos padecen una discapacidad anterior al accidente y en este momento estaban en paro. Ella percibe una pensión no contributiva, mientras que él estaba encadenando contratos con una empresa que trabaja para la Junta.
Los dos sobrevivieron a atropellos cuando eran niños. "Yo estuve en muerte cerebral. A mi madre llegaron a decirle que no había solución, luego que nunca iba a volver a caminar... Y aquí estoy. Gracias a Dios lo puedo contar. Ahora estoy mal, pero podría haber estado mucho peor. Aquello pudo ser una tragedia".
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