Calle rioja
Francisco Correal
El filósofo de Cerro Muriano
Sevilla
La estampa de la Virgen María con el Niño Jesús sentado en el regazo encuentra en la diosa Isis –con su hijo Horus– su representación más antigua. Aunque son dos figuras independientes con manifestaciones de culto distintas, la relación iconográfica es manifiesta. Y se hace evidente cuando se puede contemplar de cerca la pequeña figura en bronce –de apenas 7 centímetros– de Isis amamantando a Horus, a quien coge en brazos, sentada sobre su trono. Una pieza –ahora en perfecto estado de conservación– que ha sobrevivido estoicamente al cambio de civilizaciones, a las fronteras geográficas y al paso del tiempo y que la Universidad de Sevilla guarda en su caja fuerte.
Se trata de una de las 72 joyas de la colección del Antiguo Egipto de la Hispalense. Un delicado conjunto en el que también hay anillos, sellos o varios amuletos que representan a dioses como Nefertem, Sobek o Anubis. Todos estos objetos fueron adquiridos al profesor de Filología Inglesa de la Hispalense, el Sr. Foudree, por el catedrático Antonio Blanco Freijeiro hacia 1970 para el departamento de Prehistoria y Arqueología de la institución.
La procedencia es desconocida aunque parece variopinta. Desde exploraciones superficiales –emprendidas por el propio Foudree– hasta los mercados de antigüedades que proliferaron durante los años de presencia inglesa en Egipto. En cualquier caso, la profesora Myriam Seco Álvarez pone en valor que la Hispalense adquiriera esta colección "para que los estudiantes tuvieran la oportunidad de trabajar y ver piezas originales en el estudio de Arqueología". Una práctica "muy útil" que proviene de la Universidad de Tubinga (Alemania), donde los universitarios "podían estudiar" las piezas de forma directa.
La reputada egiptóloga –que se encargó de catalogar el fondo en el año 2000– recalca que "es una colección bastante completa" que cuenta "con piezas excepcionales" como los amuletos de animales u objetos florales que permiten estudiar "cómo eran las creencias egipcias y la mitología" ligadas al culto a los dioses y a una excesiva superstición.
Pero no solo hay amuletos. También forman parte de la muestra algunos fragmentos de vidrio o recipientes de cerámica con una amplia gama cromática y una enorme belleza. Seco indica que una de las piezas más interesantes es el escarabeo de corazón –un talismán que ofrecía protección en el más allá– que tiene inscrito un texto del capítulo quinto del Libro de los Muertos, pero "le falta el nombre del propietario y nunca sabremos a quién perteneció".
Que el jeroglífico de este escarabeo –tan pequeño como la palma de la mano– se lea perfectamente es culpa de 40 alumnos de tercer curso del Grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales que se imparte en la facultad de Bellas Artes. Una actividad promovida por la profesora Raquel Manrique Alcaide dentro de la asignatura de Conservación Preventiva, quien pone en valor la labor de su profesión. Mucho más desconocida que la restauración, pero imprescindible para "cualquier tipo de movimiento dentro de una exposición". Desde la recepción de la pieza y su colocación dentro de una sala hasta su manipulación o el control de temperaturas e iluminación.
Manrique recuerda que las piezas que conforman el fondo del Antiguo Egipto llegaron a sus manos en sobres de papel. De hecho, "algunas estaban fracturadas debido al almacenaje que, obviamente, no era el adecuado". Y tomando su propia experiencia en el Musée Jacquemart-André de París propuso a la Dirección General de Patrimonio y Cultura de la Universidad de Sevilla el diseño de un nuevo sistema de almacenaje que reuniera los requisitos de conservación "y sirviera a los alumnos para trabajar con piezas reales".
Todo un reto teniendo en cuenta la antigüedad, la fragilidad y el tamaño de las reliquias. "Ha sido complicado gestionar la actividad pero el resultado ha sido excelente y todo un privilegio, porque hemos garantizado que todas se queden cómodamente emplazadas en su sistema de almacenaje", confiesa la docente. Durante el tiempo de ejecución del proyecto, los estudiantes han procedido a la identificación y documentación de las obras, la limpieza de depósitos superficiales, el análisis del estado conservativo y el diagnóstico pormenorizado de las piezas, el registro fotográfico y el acondicionamiento de la colección en un nuevo sistema diseñado especialmente para ello. De este modo, el trabajo se ha repartido en "cadenas operatorias muy concretas".
Los estudiantes han aplicado rigurosas medidas de conservación preventiva, asegurando un almacenamiento óptimo de estas piezas para así protegerlas de los posibles factores de deterioro provenientes del entorno. Comprometidos con los criterios actuales reconocidos por la comunidad internacional de especialistas en bienes culturales, se han utilizado materiales adecuados para garantizar la estabilidad ambiental y física de los amuletos: libres de acidez, estables a cambios de temperatura y humedad, de gran resistencia al fuego, transpirables y con una textura ultrasuave que impide la abrasión de la delicada superficie de las obras.
La profesora pone en valor la asignatura que imparte –esencialmente teórica– y la considera "el corazón de nuestra carrera". "A pesar de que la restauración es lo que más conoce la gente, porque salen las fotos del antes y el después, lo más importante es el prevenir". En este sentido, apostilla que el objetivo de la conservación preventiva "es minimizar los posibles daños que le puedan ocurrir a una pieza" evitando, por ejemplo, la manipulación de las reliquias. "Si no se conciencia de que el patrimonio es frágil, único e irrepetible, de nada sirve restaurarlo", apunta y compara su disciplina con la Medicina, porque se basa en la curación y en la prevención.
La profesora muestra su orgullo por "salvar" un tesoro y agradece la colaboración imprescindible del departamento de Prehistoria y Arqueología de la facultad de Geografía e Historia –custodia de las piezas– y del departamento de Pintura, que ha posibilitado la práctica y financiado parte de los materiales e instrumental utilizado.
Por su parte, la alumna del Grado en Conservación y Restauración Alba Graña confiesa que le ha parecido impresionante "trabajar con piezas con 3.000 años de antigüedad y pensar que estás contribuyendo a que perduren otros 3.000 años más". A su juicio es una de "las mejores sensaciones que te da la conservación”, porque "estoy haciendo que se mantenga el legado que he heredado". Por su parte, Jaime de la Llave, que está cursando el Máster en Conservación de Bienes Culturales y que colabora en el proyecto, señala que cuando finalizan la carrera no tienen acceso "a iniciativas de tanta envergadura con piezas de primer nivel".
La colección no se puede visitar por ahora, pero en 2022 formó parte de la exposición Imago Mundi y la previsión es que forme parte de las vitrinas del futuro museo de la Hispalense.
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