El temor a la gentrificación
Las experiencias para revitalizar zonas deprimidas no siempre han sido ejemplares y han dado lugar a movimientos sociales que ahora vigilarán el destino de los fondos Feder en el distrito norte
LA ciudad se ha apuntado un tanto esta semana ante Europa y se ha hecho con 15 millones de euros de fondos Feder, dirigidos al desarrollo económico de las zonas deprimidas. En este caso, a los barrios del norte, entre ellos, El Vacie. Si la operación sale bien -no hay motivos para pensar que no-, Juan Espadas podría ganarse el título del alcalde que acabó con el poblado chabolista. No es cualquier cosa. Pero la verdad es que los proyectos presentados para regenerar esta zona de Sevilla van más allá. A estas alturas la prioridad no son las infraestructuras, por lo que la estrategia europea premia iniciativas sostenibles que persigan la innovación, la lucha contra el cambio climático, el fomento del empleo y la reducción de la pobreza. ¿Y eso cómo se traduce en los 19 barrios de la Macarena y el distrito norte elegidos?
El proceso se inició en abril de 2015, todavía con Juan Ignacio Zoido en la Alcaldía. Y su gestación duró nueve meses, pues se presentó en enero de este año. Entre los proyectos se habla de acercar las nuevas tecnologías a los vecinos, de smart city, de semáforos inteligentes, de coches eléctricos y autobuses peatonales para escolares. También de proyectos que suenan menos a ciencia ficción, como rehabilitar patrimonio cultural como el claustro del monasterio de San Jerónimo, o el etnológico, como la Venta de los Gatos de Bécquer. De recuperar ¿por fin? las antiguas naves de Renfe para convertirlas en contenedores para creativos del mundo del videojuego o la moda. Iniciativas singulares y sorprendentes. Desde reducir el ruido de la SE-30 con pantallas y árboles a evitar el daño que producen las toallitas húmedas que se arrojan a la red de saneamiento o construir viviendas con módulos de fácil montaje y transporte que vayan circulando por la ciudad para acoger a estudiantes y profesores universitarios. También se trata de rehabilitar locales, viviendas y solares para destinarlos a huertos urbanos, eventos culturales, coworking... De regular la ocupación ilegal de pisos en zonas como La Bachillera o de tutelar a los pequeños comerciantes para que ganen en competitividad.
Todo esto se ha elaborado con la colaboración de 82 entidades ciudadanas. Pero, aun así, el futuro desarrollo de esos proyectos y el destino que se le dé a estos fondos genera mucha inquietud en determinados colectivos. Esa lluvia de 15 millones de euros que se espera ahora ya cayó, casi en idéntica cantidad, sobre la ciudad hace décadas. Después de la transformación que supuso para la capital la Expo del 92 quedaron zonas en el centro histórico donde apenas se hizo un lavado de cara y que se habían convertido además en objeto del deseo urbanístico, en pleno boom inmobiliario. Y entonces llegó el Plan Urban. Aquel dinero, previsto para mejorar la situación de los colectivos desfavorecidos de estos barrios sirvió para arreglar infraviviendas y edificios municipales en desuso y calles, incluso llegando a cambiar el trazado urbano del casco histórico en parte. Una operación urbanística, más que social, como era su objeto, pues a esa población marginal no se le ofrecieron muchas más oportunidades. Y eso dio origen a un fenómeno denominado gentrificación que hasta entonces había pasado casi desapercibido.
La gentrificación es algo así como un aburguesamiento por el cual un barrio obrero, ya abandonado y degradado, experimenta un proceso de revalorización y elitización que hace que se expulse a sus habitantes tradicionales, que pasan a ser sustituidos por otros de clase media-alta. En Sevilla no sólo ha ocurrido en San Luis y la Alameda. También en Triana o en San Bernardo. Y hay un claro ejemplo en el Pumarejo, donde hay una plataforma de lucha muy activa.
En Sevilla hay un movimiento social, agrupado en plataformas y ligas, que ejerce resistencia a todo lo que pueda derivar en gentrificación. En la Alameda peleó para evitar que se construyera un parking; en el Pumarejo consiguió la protección patrimonial del palacio ocupado; y en San Bernardo hay un movimiento que defiende los realojos. En La Bachillera, uno de los barrios incluidos en la estrategia municipal, la gentrificación era un temor que ahora se acrecienta.
Hay muchas miradas fijadas en el desarrollo de estos proyectos y en su éxito o fracaso, que también será el del propio Espadas.
4 Comentarios