"Estoy rota, no disfruto de esta segunda oportunidad"

superviviente del accidente de Tussam en Sevilla

María del Águila Sánchez Rojo, la mujer atropellada por el microbús en la Plaza del Duque, rompe su silencio dos años después del siniestro

Atraviesa una profunda depresión y no ha vuelto a subir a un autobús

María del Águila Sánchez Rojo, durante la entrevista.
María del Águila Sánchez Rojo, durante la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

A María del Águila Sánchez Rojo, a quien todos en su entorno conocen como Lala, se le vino el mundo abajo el 7 de diciembre de 2019. Pasaban unos minutos de las tres de la tarde y ella se apresuraba para llegar a una cita con su familia en un bar de la Cuesta del Rosario. Después de comer estarían un rato por el centro para ver el encendido de las luces de Navidad. Se bajó del autobús de la línea 13 en la Plaza del Duque. Caminaba hacia la Campana cuando fue atropellada por un microbús de la línea C5, que la incrustó en el escaparate de una tienda de Zara. Sufrió lesiones muy graves, una fractura múltiple en la pelvis, varias costillas rotas, un neumotórax, un hematoma interno que no se drenó bien del todo...

El parte médico es extenso. Se temía por su vida, pero salió. Le quedan muchas secuelas, tanto físicas como mentales. Dolor, estrés postraumático, depresión... Lleva dos años en los que no quiere salir de la cama y sólo lo hace por un compromiso adquirido con su madre, con la que vive en un piso de la zona Norte de Sevilla. No se ha montado en un autobús, no ha vuelto a pasar por el lugar del accidente, no ha vuelto a trabajar y ni siquiera habla con su familia de "lo que le pasó", como dice ella. El pasado miércoles, rompió su silencio con esta entrevista.

"Estoy rota", responde cuando se le pregunta cómo se encuentra. "Me encuentro limitada, no puedo hacer las cosas que normalmente hacía antes. Llevo dos años en los que no hace más que persistir el recuerdo de por qué estoy así. La realidad después de que me dieran el alta es que yo no quería levantarme de la cama".

La mujer, en la camilla del 061 el 7 de diciembre de 2019.
La mujer, en la camilla del 061 el 7 de diciembre de 2019. / Juan Carlos Vázquez

Estuvo dos meses y medio en el hospital. En ese tiempo, a su padre le diagnosticaron una enfermedad y murió de manera fulminante. "Imagínese lo que supone para una madre que ha criado a ocho hijos, tiene un nido vacío, se le ha muerto el marido, su hija todavía no ha vuelto del hospital. Y cuando vuelve, el drama que encuentra es que su hija no tiene ganas de vivir. Llegó un momento en que ella me llamó a la puerta y me dijo 'si tu actitud va a ser ésta, si no te vas a levantar más de la cama, prométeme al menos que vas a levantarte para comer, porque no sé qué planificar para almorzar'. Desde ese día me comprometí no sólo con ella, sino conmigo misma, en tener la voluntad de levantarme, porque, realmente, ¿qué daño más se le puede hacer a ella?". Dice que su madre es su eje y su hermano, Miguel Ángel, su bastión. Fue quien la acompañó a las sesiones de fisioterapia, algo que probablemente ella sola no habría hecho.

"Me levanto de la cama sólo para comer, por un compromiso adquirido con mi madre"

Es intérprete de lengua de signos. No ha vuelto a trabajar desde el día del accidente. "No me encuentro fuerte. Si yo me someto a un estrés, no lo aguanto. Y tampoco estoy bien físicamente. Ni siquiera soy capaz de ordenar mi cuarto, cuando lo hago me viene el dolor y prefiero echarme en la cama y no seguir. Y el frío de estos días no es lo más adecuado para los huesos".

La principal víctima del siniestro se emociona durante la entrevista.
La principal víctima del siniestro se emociona durante la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

Del día del accidente recuerda cada detalle. "Uno de los que más me impactó fue que al despertar vi arrodillado a un hombre, un transeúnte que pasaba por ahí, que me cogía la mano y me decía que era médico. ¿Perdona? Yo preguntaba qué me había pasado". Define a aquel médico como un "ángel". Ese facultativo le pidió que moviera la pierna unos centímetros porque tenía el escaparate de la tienda destrozado encima y podría caerse en cualquier momento sobre ella. El dolor fue de lo más intenso. Después llegarían los bomberos, policías y sanitarios.

Uno no debe ser consciente de la gravedad de lo que le ocurre cuando está cerca de la muerte. Ya explicó Philippe Lançon, el superviviente del atentado de Charlie Hebdo, que lo que pensaba mientras tenía la mandíbula destrozada de un disparo era en que había aparcado mal su bicicleta y en que no llevaba consigo la tarjeta de la Seguridad Social. María del Águila lamentaba que no iba a llegar a la cita con su familia (incluso le pidió perdón a su hermana por ello después en el hospital) y se quejaba de que el sanitario que la atendía le estaba cortando el chaleco que vestía, que era nuevo. "Y me dijo que me comprara otro en las rebajas".

Los momentos previos

Incluso recuerda los momentos previos. Había atasco en la Alameda e iba a llegar tarde a la cita. "Me podría haber bajado allí y callejear a pie, pero decidí seguir hasta el Duque.¿Por qué? El ser humano necesita darle una explicación a todo, buscarle un significado, y no hay una explicación exacta. Cuando no la encuentra, decimos que el universo se alineó para que pasara aquello o que Dios lo mandó". Una vez allí, en el instante en el que el autobús la embistió brutalmente contra el escaparate, perdió la consciencia. "Podría decir que la gente me avisó antes, que me chillaron, pero a mi oído eso no llegó. Yo no vi ni el autobús".

Momento en que fue atropellada por el autobús.
Momento en que fue atropellada por el autobús. / M. G.

Cuando los policías le tomaron declaración, le comentaron que había habido suerte de que el accidente ocurriera a las tres de la tarde y no dos horas antes."Si no, hubiese sido como lo de las Ramblas de Barcelona. A las tres está la gente recogida en los bares. Yo misma iba a una cita con mi familia y ellos ya iban por la segunda cerveza".

Del hospital al pozo

Tiene un gran sentido del humor. Dice que una de las cosas que más le ayudó en el hospital fue hacer bromas sobre el accidente. Fue esa actitud positiva lo que la mantuvo fuerte aquellos días. "Me gusta sacarle punta a lo irónico de la vida". Decía, por ejemplo, que los fijadores externos que le colocaron eran un tendedero incorporado, o se ponía a indicar "cual capataz de la Macarena" a los enfermeros que la movían con la ayuda de una grúa para lavarla. "Luego pedía un aplauso por el trabajo bien hecho, como si estuviéramos en las calles de Sevilla".

María del Águila gesticula durante la entrevista.
María del Águila gesticula durante la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

O se queja de que, pese a haber visto de cerca la muerte, ella no sintiera absolutamente nada. "En algunos momentos me siento muy mística y sé que hay personas que han tenido experiencias extrasensoriales. Yo, sin embargo, me quedé en la más absoluta oscuridad". En la UCI sí tuvo una conexión con una persona que sufrió un accidente de parapente, al que luego conoció en persona.

En el hospital padeció una especie de síndrome de Estocolmo, se sintió bien en su habitación individual y se encerró en ese pequeño mundo, en el que estuvo hasta el 14 de febrero de 2020. Aquella actitud positiva se tornó en depresión cuando le dieron el alta.

"Me gustaría decirle al conductor que lo siento, porque para él también es un drama"

"Fue una rotura de todo mi ser, a nivel físico y emocional. Me tengo que recomponer, aunque esto también sea una elección voluntaria. Me pregunto si tengo voluntad o no. Hay días que no. Yo no recompongo mi vida desde lo que me pasó. A veces me siento desagradecida. No disfruto de esta segunda oportunidad de vida. No la hago mía. Me cuesta reconectar. En el hospital todos me decían que yo era un milagro, pero yo le dije a mi familia que hubiera tenido la mejor muerte si me hubiera quedado allí en ese momento".

Investigación parada

La investigación judicial del accidente está completamente paralizada. Dos años después, la principal víctima cobró su indemnización, pero no sabe por qué aquel autobús se aceleró solo y terminó atropellándola a ella y causando heridas a otras diez personas. "Decía antes que el ser humano le busca explicación a cosas que no puede explicar, pero a la hora de asumir responsabilidades es otra historia. Aquí tanto Tussam, como el Ayuntamiento de Sevilla como la aseguradora Zurich han hecho lo mismo que Poncio Pilato, lavarse las manos".

Arropada por su hermana Inmaculada.
Arropada por su hermana Inmaculada. / Juan Carlos Vázquez

Nadie de Tussam ni del Ayuntamiento se ha puesto en contacto con ella para darle una mínima explicación. El alcalde, Juan Espadas, visitó a su familia poco después del accidente, cuando ella estaba en la UCI, la llamó por teléfono una sola vez y le mandó un ramo de flores el día de Navidad. "Lo trajo un ordenanza y la tarjeta que traía era una de visita. Ni unas palabas de felicitación navideña. No ha habido un segumiento, una continuidad, un preguntar cómo vamos, si hace falta algo, si estábamos bien atendidos. Siento un abandono total, pero por parte de las tres entidades". Y pide que no se le tomen estas palabras en tono político, pues si el alcalde fuera de otro partido cree que habría actuado igual.

"El Ayuntamiento, Tussam y la aseguradora se han lavado las manos, como Poncio Pilato"

No espera gran cosa de la investigación judicial. "Yo estoy en medio de tres Titanics, el Ayuntamiento, Tussam y Zurich. Al final no eres un paciente ni una víctima, sino un número. No creo que ninguna de estas tres entidades asuma su responsabilidad. Mi proceso será como tenga que ser, y con el tiempo no tendré más fuerzas, sino que estaré más débil. Yo lo único que quiero es que se esclarezca todo". Cuenta que podría esperar que el conductor la visitara, pero se pone en su piel. "No sé lo que puede ser ver a una persona y no poder hacer nada por esquivarle. Me gustaría decirle que lo siento, porque también es un drama para él".

La muerte del padre

Su padre murió el 25 de diciembre de 2019, tres semanas después del accidente. Cuando ella ingresó en el Virgen Macarena, ni siquiera sabía que estaba enfermo. María del Águila estaba en la segunda planta y su padre en la octava. La familia pidió que la pudieran subir para despedirse de él. El hospital no lo permitió, alegando que era difícil desplazarla. "Fue una gestión inhumana", dice.

"Pero para hacerle pruebas sí que la movían", tercia su hermana Inmaculada, que la arropa durante parte de la entrevista. Era quien la esperaba aquel día en la Cuesta del Rosario y madre de su ahijado, que supone una gran motivación para ella. También fue la primera en llegar al hospital. La acompaña otra hermana, Teresa.

La superviviente del accidente tiene palabras de agradecimiento para su familia, para el traumatólogo Joaquín Yrayzoz y para los equipos que la atendieron en la UCI y la segunda planta. "Estrella, Raúl, Moisés, Cristina, Pilar... Puede que se me olvide alguno, pero no quiero dejar de aprovechar esta entrevista par darles las gracias".

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