El sumario del crimen de Los Galindos se pierde en un traslado

El derrumbe de un techo en los juzgados de Marchena obligó a la Junta a llevar el expediente a Sevilla, pero no fue catalogado debidamente

El sumario del crimen de Los Galindos se pierde en un traslado
El sumario del crimen de Los Galindos se pierde en un traslado
Fernando Pérez Ávila Sevilla

21 de julio 2015 - 05:03

El sumario del mayor asesinato colectivo de la historia reciente de Sevilla se ha perdido. El expediente 20/1975 de los juzgados de Marchena, que contiene la investigación de las cinco muertes que se registraron hace cuarenta años en el cortijo de Los Galindos, no se encuentra donde debería estar: los archivos de la Consejería de Justicia e Interior de la Junta de Andalucía.

Hasta el año 2014, los más de 1.300 folios del sumario estuvieron almacenados en los juzgados de Marchena, donde los tomos llegaron a estar apilados en el suelo, repletos de polvo y manchados de humedad, ante la falta de espacio y el mal estado de las dependencias judiciales. Prueba de ello son las dos fotografías que acompañan estas líneas, publicadas en la primavera de 2014 por el diario digital Arahal Información y que motivaron una intervención por parte de la Junta. Además de miles de papeles, se apilaban en el suelo algunas pruebas claves en otros casos de homicidios de la comarca.

El desplome de un techo de artesonado en el edificio de los juzgados de Marchena, en agosto del año pasado, provocó el traslado de todos los archivos que se guardaban en estas dependencias. Los expedientes se llevaron al almacén general de la Consejería de Justicia, en Sevilla, donde hasta ahora se creía que estaban. Fuentes de la Consejería de Justicia e Interior manifestaron ayer a este periódico que, debido a la urgencia con la que se hizo el traslado, éste se efectuó por bloques y no expediente a expediente, como debería haberse hecho normalmente. Esto motivó que no se catalogaran como es debido todos los legajos.

Las mismas fuentes admitieron que el sumario de Los Galindos no está en la parte del almacén que debería estar, según se catalogó el año pasado tras la mudanza. Esto no necesariamente significa, aclaran las fuentes, que haya desaparecido, puesto que el expediente puede encontrarse en otro bloque distinto que se trasladara desde Marchena y que simplemente fuera mal inventariado. En cualquier caso, lo cierto es que a día de hoy el sumario está ilocalizable. No está en los juzgados de Marchena ni tampoco aparece en los archivos de la Consejería en Sevilla.

Con la pérdida de estos papeles desaparecen unos documentos que no aclaran uno de los mayores misterios de la historia negra de España, pero sí que han adquirido con el tiempo un valor histórico. Existen algunas copias -incluso digitalizadas- en manos de algunas de las personas que participaron en la investigación del caso o que trabajaban en los juzgados durante la época en la que ocurrieron los crímenes. Hace veinte años, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la matanza, alguien incendió la puerta de los juzgados de Marchena, aunque el fuego no llegó a destruir ningún papel.

Precisamente mañana miércoles se cumplen cuarenta años del quíntuple crimen, que sigue sin resolver y que prescribió hace ya dos décadas. Si apareciera ahora el asesino -o los asesinos-, quedaría impune. En estos cuarenta años se han vertido todo tipo de teorías, algunas de ellas muy rocambolescas, acerca de esta matanza, que ha inspirado novelas, películas y programas de misterio. Otras, como la que maneja el periodista Francisco Gil Chaparro, que recopiló en su libro El crimen de Los Galindos una serie de reportajes sobre el caso, son más sencillas: aquel día no estaba previsto que muriera nadie en el cortijo. A alguien se le fue la mano con el capataz, Manuel Zapata Villanueva, de 59 años, que fue golpeado en la cabeza con una pieza de una empacadora llamada pajarito. Las otras cuatro víctimas debieron ser testigos que hubo que eliminar.

El cuerpo de Zapata apareció tres días después y en un principio se pensó que era el asesino, pero debió ser el primero en morir. Tras él, fue asesinada su esposa, Juana Martín Macías, de 53 años, también golpeada con el pajarito. Luego llegaron José González Jiménez, de 27 y tractorista del cortijo, y la mujer de éste, Asunción Peralta Montero, de 33. Ambos murieron a golpes y fueron descuartizados y quemados. El quinto muerto fue Ramón Parrilla González, de 40, también tractorista, que recibió dos disparos de escopeta.

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