El sueldo de un político
¿Cuánto deben ganar los cargos públicos? El descrédito que sufren los convierte en desmerecedores de un salario alto Cambiar esa percepción también está en sus manos
Alos políticos, en general, les pasa como a los taxistas: casi ninguno suele estar contento con sus ingresos y a todos los demás les parece que cobran demasiado. Pero el debate sobre las retribuciones de la clase política, un tema tabú que suele levantar ampollas, es más complejo.
¿Cuánto debería ganar un alcalde, un concejal, un parlamentario o un senador? Sin duda, un sueldo digno. La exposición pública a la que están sometidos por su responsabilidad no tiene precio a veces. Y basta con pensar en el asqueroso espectáculo que tuvo lugar el lunes en la puerta del Ayuntamiento, donde un trabajador de Mercasevilla deseó la muerte de la hija de un concejal cuyo único delito en ese caso fue destapar un cúmulo de despropósitos y fraudes que ha derivado en el escándalo de los ERE y en la ruina de la empresa. Si están o no justificados los cien despidos que habrá en la lonja es otro tema bien distinto pero que, en cualquier caso, no justifica un ataque tan bajuno en presencia de líderes políticos y sindicales que, bueno es recordarlo, tardaron horas en reaccionar. Más reciente aún está otro show que le montaron en el Parlamento andaluz a José Antonio Griñán los ex trabajadores de Delphi. El grito de ladrones fue el más suave que pudo oírse. Los insultos nunca están justificados, ni las faltas de respeto, pero hay ciudadanos que entienden perfectamente a quienes los lanzan después de saber que sus señorías, con el presidente de la Cámara al frente, acordaron en secreto cobrar más mientras recortan los salarios a los trabajadores.
En fin, la política tiene sus sinsabores. Y sus gratificaciones, pero estos estímulos, en tiempos de vacas flacas, también son menores, claro está. Esto hace que configurar un equipo de gobierno, a veces, no resulte una tarea fácil en los tiempos que corren, pues pocos profesionales de nivel están dispuestos a sacrificar sus carreras y sus ingresos por la política si ésta está mal remunerada. Y aquí se destapa uno de los principales problemas de los gobiernos de hoy: ¿la política no es una vocación? Antes lo era, pero se ha ido convirtiendo en una profesión, hoy muy mal vista. El enorme descrédito que padecen los políticos se debe en parte a esta profesionalización, que ha ido dando entrada a gente sin escrúpulos en busca de rédito económico. No todos los son corruptos, claro, pero es fácil contagiarse de una avaricia sana. Si fulano cobra tanto por no hacer nada..., ¿por qué yo no que me bato el cobre a diario?
Hace meses que el socialista Fernando Rodríguez Villalobos, el presidente de la Diputación de Sevilla y de su partido, viene pregonando la necesidad de regular por ley los salarios de los alcaldes y del resto de cargos públicos. A tantos habitantes, tanta responsabilidad y tanto sueldo. La ecuación también es bastante simplona y daría pie a categorías dentro de la política. ¿Y por qué no pagar en función de sus rendimientos? ¿No establecen los ayuntamientos pagas de productividad? Aquí el problema sería determinar quién establece si los objetivos se han cumplido o no. El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, dice que lo mejor está por llegar en los próximos dos años de mandato. ¿Debería haber cobrado menos en los dos anteriores en vista a los resultados?
Volviendo a la realidad. ¿Por qué a los políticos se les llena la boca hablando de transparencia y austeridad y renuncian con la boca chica a dietas y complementos que en muchas ocasiones son obscenos? En el Ayuntamiento de Sevilla ha costado que algunos renuncien a cobrar por los consejos de administración y eso se hizo, claro, después de saltar un gran escándalo público en el anterior mandato. Zoido declaraba a Hacienda los "gastos" mensuales de 1.759 euros que cobraba del PP, pero hasta ahora no ha trascendido a la opinión pública que tenía esos ingresos, sí en cambio que había renunciado a su sueldo de alcalde para cobrar del Parlamento, un salario que era incluso inferior, sin contar complementos. Su argumento era que no iba a costar un euro a las arcas municipales, pero las arcas públicas son el bolsillo de todos. El líder municipal de la oposición, el socialista Juan Espadas, también optó por quedarse con el sueldo del Senado, al que se le suman dietas y gastos de desplazamiento por un importe similar al del segundo salario de Zoido y, durante un tiempo, un paro de lujo, como se conoce a la cesantía puente en la que estuvo cuando fue proclamado candidato a la Alcaldía y dejó la Junta. Y a la que pudo renunciar en favor de las políticas de ahorro. No lo hizo.
Todo está declarado a la Agencia Tributaria. Bien, pero no todo está contado, narrado. ¿Cuándo cobran al mes realmente el alcalde y los concejales? Es difícil de calcular incluso con los papeles de Hacienda por delante. Y nadie está hablando de dinero b o facturas emitidas, sino de que hay conceptos, absolutamente legales, que están exentos de la declaración. Por ello el mayor ejercicio de transparencia sería que los cargos públicos cobraran en un solo paquete. Y que éste fuese elevado, y no sería ningún escándalo si se demostrara, al menos cada cuatro años, que ese dinero ha estado bien pagado. Ésa sí que sería una buena y necesaria inversión, incluso en crisis.
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