El soñador de imposibles

Empresario ejemplar El fundador de Ecovol, reconocido por la patronal

Valentín Álvarez Vigil recibió ayer el premio Rafael Padura Rodríguez, instituido por la CES, en reconocimiento a un empresario "adelantado a su tiempo"

Valentín Álvarez Vigil recibe el premio Rafael Padura de manos de Antonio Galadí.
Valentín Álvarez Vigil recibe el premio Rafael Padura de manos de Antonio Galadí.
Francisco Correal

16 de diciembre 2008 - 05:03

En los momentos difíciles, que los tuvo, el empresario Valentín Álvarez Vigil (Sevilla, 1929), no iba en busca de un psiquiatra o de subvenciones. Se conjuraba con una frase cuya autoría se atribuye: "Lo imposible es lo posible por hacer". Y así es como este sevillano de la calle Feria fue llenando su vida de imposibles que cuajaban en posibles. Eso le convirtió en "adelantado", "iluminado" y otros epítetos utilizados por quienes ayer le hicieron entrega de la segunda edición del Premio Rafael Padura Rodríguez, instituido por la Confederación de Empresarios de Sevilla en recuerdo de quien fue su presidente.

En la nomenclatura de los papas o los pelotaris, estaríamos ante Valentín Álvarez Vigil II. Valentín Alvarez Vigil I, su padre, se vino desde Pola de Siero con 11 años y abrió en la calle Feria una tienda de alimentación llamada La Asturiana. El nombre y los dos apellidos de su progenitor se perpetuaron gracias a la boda con una prima hermana. Su hijo se convirtió muy pronto en uno de los cinco empleados de la tienda del padre, que también regentaba un almacén de coloniales y una fábrica de jabón común llamada Jabonería La Bética.

La muerte de su padre lo convierte en empresario precoz a los 25 años. Mantiene la tienda de la calle Feria, frente al mercado y la iglesia de Omnum Sanctórum, y da el salto al economato, empresario subcontratado de Elces (Economato Laboral Colectivo de Empresas Sevillanas), donde permaneció durante 16 años.

Este hombre que celebra su santo el día de los Enamorados siempre tuvo un idilio con las fórmulas económicas novedosas. Por eso abanderó una unión de en torno a cien comerciantes de la alimentación que sin llegar a convertirse en cooperativa unieron sus esfuerzos para hacer frente a tiempos difíciles. "¿Qué año no es difícil?", dice el empresario galardonado. Nació el año del crash, palabra que en su opinión se queda corta para la situación actual. "La palabra más adecuada para estos momentos es la de hecatombe".

Después de la tienda, el economato y la unión de comerciantes, preparaba su gran proyecto, vinculado desde entonces a una palabra, Ecovol, que es inseparable de la historia de la ciudad y su desarrollo. "La idea es de 1968 y la implantación de 1970. Yo vislumbro la evolución que se va a producir en la distribución". Su intuición no fue percibida por su entorno. "Lo que encontré fue mucho rechazo por parte de mis colegas. Todos y cada uno rechazaron mi invitación a participar, lo veían inviable".

Empezó en el Polígono de la Carretera Amarilla. Su punto de partida fueron 982 familias incorporadas como clientes y al final de su aventura, treinta años después, el número ascendía a 33.438. "Buscaba el céntimo con calidades de primera", dijo ayer Antonio Galadí, presidente de la CES, en la ceremonia de entrega celebrada en la hacienda Gota de Leche, en Calonge.

Después de crear Ecovol, puso en marcha una empresa similar en Valencia, Nusico (Nuevo Sistema Comercial). En otras ciudades intentaron sin éxito copiar su fórmula. "No les llamo imitadores, porque la palabra es peyorativa, pero fracasaron todos y cada uno de ellos, porque la idea no cuaja sin una praxis empresarial y una filosofía de empresa basada en la verdad".

Lo imposible es lo posible por hacer. Sin ese axioma, el hijo del asturiano, el niño que nació en la misma calle que Juan Belmonte dice que no se entenderían los esfuerzos de quienes burlaron la ley de la gravedad para emular a Leonardo con sus ingenios aéreos, ni los descubrimientos científicos que se tradujeron en adelantos de la medicina. "No se entiende la evolución económica sin la utopía".

Un utópico, un bohemio, un romántico que con esos adjetivos cimentó una revolución doméstica que en la órbita familiar generó unos rendimientos que estima "en torno a los 50.000 millones de pesetas". Un incendio destruyó Ecovol en 1995. Dos de sus colaboradores, Juan Manuel Fernández Argüeso y José Joaquín de Bethancourt, se pusieron manos a la obra para buscar un espacio alternativo, que encontraron en la carretera de Utrera, antigua sede de Pryca.

Mantiene la amistad con quienes le acompañaron en el tránsito de la tienda al economato: Manuel Martín, Emilio Fernández, Jacinto Vázquez, cómplices de su filosofía. Al acto asistió María Luisa Rodríguez de Castro, viuda de Padura, acompañada de su hijo Rafael.

stats