Sol y sangre

25 aniversario del Diario de Sevilla

El último cuarto de siglo de ciencia se hila con las figuras de Manuel Losada Villasante, estudioso de la fotosíntesis, y de Estefanía García Guerrero, especializada en inmunoterapia

Manipulación de muestras en un laboratorio.
Manipulación de muestras en un laboratorio. / Europa Press
Miguel Lasida

03 de octubre 2024 - 03:03

De la ciencia básica a la aplicada, del milagro de la naturaleza a la tecnología genética, de la indagación en la fotosíntesis a los avances de la inmunoterapia, una breve glosa de las carreras profesionales de Manuel Losada Villasante y de Estefanía García Guerrero refleja con precisión el transcurso del último cuarto de siglo en la investigación local. Sesenta años separan a estos dos investigadores sevillanos, a quienes los une el fervor por los laboratorios: él, siguiendo el proceso por el que las plantas convierten la materia inorgánica en orgánica gracias a la energía solar; ella, profundizando en la curación de ciertos tipos de cáncer por medio de la transformación de los glóbulos blancos del torrente sanguíneo. El Sol y la sangre. Los estudios de estos dos investigadores sevillanos cumplen dos metáforas que señalan el paso del tiempo: la reciente tendencia de la ciencia, desde la botánica a la biomedicina, y el cambio de la prensa en los últimos 25 años, desde el papel, la celulosa, a las nuevas tecnologías.

No es fácil sintetizar en sólo dos páginas el papel de la investigación en la sociedad durante las últimas dos décadas y media. Menos difícil resulta trasladar las incesantes críticas de los investigadores a causa de la pertinaz falta de recursos a la que han de enfrentarse en el día a día. Si a cuentagotas llega el dinero desde las administraciones públicas, menos lo hace desde el ámbito privado. La investigación, el desarrollo y la innovación, ese I+D+i que ha adornado los titulares de la prensa a lo largo de los años, se han revelado un mero ejercicio de mercadotecnia. Aunque existen excepciones honrosas, el fracaso del sector privado en el desarrollo por medio de la investigación y de la innovación puede simplificarse en el descalabro de la antigua Abengoa, cuya caseta de la Feria fue sustituida por la caseta para los turistas. El símil es grandioso. Las migajas de las que se ha nutrido una brillante nómina de científicos de todas las materias pertenecen a las instituciones académicas y de los centros mixtos. La Universidad de Sevilla (US) cumplió 500 años en 2005. La Universidad Pablo de Olavide (UPO) se creó dos años antes del nacimiento de este periódico. Sobre sus trayectorias, venires y devenires, además de sobre el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS) el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD) y el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (Cabimer), vinculados a los hospitales públicos sevillanos, han dado ampliada cuenta estas páginas en el último cuarto de siglo.

A estas instituciones han estado afiliados los dos investigadores que sirven de hilo conductor en la breve historia de la investigación en Sevilla en los 25 años de existencia de este periódico. En la UPO se graduó como biotecnóloga Estefanía García Guerrero, que apenas tenía 10 años en 1999. En la US ha impartido clases el bioquímico y farmacéutico Manuel Losada Villasante, que frisaba la setentena hace 25 años, era un candidato al Premio Nobel y había sido distinguido un lustro antes con el galardón de Hijo Predilecto de Andalucía. No le faltan tampoco premios a García. El último ha sido la Medalla de Sevilla, este mismo año. Ella es de Camas y él es de Carmona y ambos nacieron en torno a dos fastos que han marcado a la ciudad y a sus lugareños. Losada en el año de la Exposición Iberoamericana de 1929 y García, en los preparativos de Exposición Universal de 1992. Una capicúa que sirve como imagen de la evolución del conocimiento científico en nuestros días.

El bioquímico Manuel Losada Villasante, en su laboratorio, en 2005.
El bioquímico Manuel Losada Villasante, en su laboratorio, en 2005. / De Lamadrid

Losada Villasante fue discípulo en Madrid de Severo Ochoa y a poco ha estado de sucederlo en el honor del Premio Nobel, la más alta distinción científica. Ambos fueron alumnos del instituto San Isidoro, el centro que tomó el nombre del sabio que urdió el primer intento de enciclopedia. Una importante porción de ese saber humanístico ha heredado nuestro personaje, que no ha dejado de mirar el Sol y el cosmos en tanto ha ido determinando los misterios químicos del reino vegetal. Premio Príncipe de Asturias por sus hallazgos en el campo de la fotosíntesis, pocos han llegado a un pensamiento tan elevado desde compuestos y elementos tan microscópicos. “El hombre y las plantas son seres vivos pero el hombre es un parásito”, respondió en una entrevista a este periódico en 1999. “Las plantas viven directamente de la luz del sol y fabrican todos los materiales que nosotros utilizaremos después. Son las únicas capaces de captar la luz del Sol y convertirla en alimentos. Todo tiene un origen vegetal. Nosotros somos esclavos de ellas”.

José Ángel García
José Ángel García / La biotecnóloga Estefanía García Guerrero, en el laboratorio.

Los de García Guerrero son códigos diferentes. Su contexto es el digital y el de la especialización extrema que caracteriza a los científicos de hoy. Es el espíritu de los tiempos. La innovación de la que responde es el programa de terapias CAR-T contra el cáncer en el Hospital Virgen del Rocío. El IBiS es su otro hogar. El método consiste en manipular genéticamente los linfocitos, parte de las defensas inmunológicas, que son reintroducidos en el organismo armados. El enemigo son los linfomas y otros males hematológicos. En 2014, la investigadora conoció en EEUU a la primera paciente tratada con la tecnología CAR-T, una niña con leucemia que no respondía a los tratamientos convencionales y que se sometió a un ensayo clínico de inmunoterapia. “Cuando mostraron el caso de esa niña sana, miré a mi jefe y le dije que yo quería trabajar en esto”, afirmó emocionada para este periódico hace unos meses, un cuarto de siglo después de lo anterior.

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