Calle Rioja
Francisco Correal
De Montecarlo a Gibraltar con escala en Sevilla
EL Guadalquivir es un elemento esencial para Sevilla y sus alrededores; forma parte de nuestra cultura, paisaje, economía y clima siendo protagonista absoluto, pero ¿verdaderamente lo aprovechamos?
Hoy en día basta con escudriñar sus orillas para darse cuenta de lo poco aprovechadas que están. Entristece ver cómo la ciudad, y los pueblos ribereños, se han desgajado de su pasado fluvial y echan por tierra siglos de simbiosis. Areneros, pescadores o carpinteros de ribera, entre otros, son solo algunos de los oficios tradicionales que han ido desapareciendo. Por otro lado, en el sentir de Sevilla se ha desdibujado la conciencia clara de su puerto; perdió entidad, realidad física tangible, pues atrás quedaron los galeones de Indias o los barcos de vapor cargados de mineral. Sus aguas, ahora calmadas por la esclusa, han acabado por rendirse ante la pala y el remo.
Viene a colación que, si bien el Guadalquivir a lo largo de su historia ha sido aprovechado para distintos usos agrícolas, industriales, portuarios o lúdicos, su utilidad como transporte urbano hace ya mucho tiempo que desapareció. El sistema de barcas que iban y venían de una orilla a otra acabó siendo eclipsado por la inauguración del puente de Isabel II o de Triana (1852) y el de San Telmo (1931). Cercana a la fecha de este último acontecimiento, también dejaron de navegar los habituales vapores que unían Sevilla con Sanlúcar de Barrameda y otras localidades del Bajo Guadalquivir. Hoy en día, con la proyección de puentes sobre el cauce y carreteras en sus márgenes, estos sistemas de comunicación fluvial ya solo existen en la memoria de unos pocos.
Sin embargo, la paralización en 1983 de las obras del Metro de la capital, sumado al paulatino crecimiento urbano, en especial de la comarca del Aljarafe, han provocado que la ciudad y sus conexiones cada día se vean colapsadas por miles de automóviles. Es por ello por lo que deberíamos de retomar viejos sistemas de comunicación. El Guadalquivir necesita de nuevo a sus barcas y barqueros, eso sí, adaptados al siglo XXI.
De esta necesidad nace el proyecto Metrorio Sevilla (en la imagen), obra del físico coriano Agustín Salas García. Su objetivo es establecer una línea regular de transporte por catamarán para pasajeros en el área metropolitana que dé servicio a la capital y pueblos ribereños.
Esta aspiración en poco o nada se parece a algo que anteriormente se haya visto. En la escena, se trata de un novedoso aprovechamiento del cauce desde La Puebla del Río hasta Santiponce, incluyendo la propia dársena. El Guadalquivir, a pesar de poner a disposición de todos los municipios de la ribera una “autopista fluvial” libre de atascos, es una vía de comunicación infrautilizada. Tal idea se haría realidad gracias a una flotilla de modernos catamaranes de aluminio y eléctricos que se integrarían en el Consorcio de Transporte Metropolitano del Área de Sevilla, como lo hay, salvando las distancias, en la bahía de Cádiz. En líneas generales, el proyecto Metrorio aporta una solución tecnológica patentada para utilizar el río de manera eficiente, masiva, rápida y económica.
Para que se hagan una idea, un sistema parecido, aunque mucho menos moderno, puede verse en Londres. Los autobuses rojos de dos plantas son míticos medios de transporte en la capital británica, pero lo que menos gente conoce es que también hay un servicio por el Támesis. Nada menos que seis líneas de ferry que cubren todo el trayecto del río. Estos barcos, que se llaman River Bus, son parte del sistema de transporte público. Cogiéndolos te ahorras los atascos y agobios del metro. Sin embargo, dichos viajes son considerablemente largos. Como decíamos antes, la dificultad en las operaciones de intercambio de pasajeros entre la embarcación y el muelle o la lentitud de los desplazamientos por agua, hace que este tipo de transportes urbanos no puedan tener las características de rápido y eficaz. Por su baja eficiencia, prácticamente dicho sistema está relegado al uso turístico.
No obstante, hablar de este antecedente británico no quiere decir que el que se pretende instalar en el Guadalquivir peque de las mismas deficiencias. Para nada. Por ejemplo, según su autor, el sistema de atraque automático del proyecto Metrorio permite amarrar un barco en segundos solo con la intervención del capitán; sin maniobras. Es decir, el catamarán accedería a la estación donde unos flotadores laterales frenarían el barco y lo mantendrían estable mientras la gente desembarca o viceversa.
Dicho proyecto incluye la creación de dos líneas de transporte regular de pasajeros, una de ellas completamente urbana, por la dársena, y otra por la ría. Por si fuera poco, esta idea planea dotar a los correspondientes andenes con un espacio dedicado específicamente a la historia del Guadalquivir en esa zona. Para la línea 1, las hipotéticas paradas serían La Puebla del Río/Isla Mayor, Coria del Río, Gelves, San Juan de Aznalfarache, Camas y Santiponce. Para la línea 2, intercambiador sur (esclusa), Z.A.L., Heliópolis, Las Delicias, Los Remedios, Puerta de Jerez, calle Betis, Reyes Católicos, Plaza de Armas, calle Baños, Alameda de Hércules, La Macarena, San Jerónimo e Intercambiador Norte.
La necesidad y conveniencia resulta evidente. El momento es idóneo con los fondos Next Generation. Por suerte, recientemente el Gobierno español ha concedido al proyecto una subvención de casi 700.000 euros para crear un gemelo digital que demuestre su eficacia, y en su desarrollo se encuentran inmersos importantes ingenierías y astilleros. Falta que la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla tomen el relevo y consigan la financiación del primer piloto físico de Metrorio.
Se impone una ilusión, un proyecto en común para la capital de Andalucía. Hay que buscar soluciones modernas para viejos problemas. Por ello, es menester que las autoridades municipales, provinciales, autonómicas y estatales tengan en consideración este proyecto y estudien, al menos, su viabilidad. Para alguien que ama su tierra es fácil lanzar esta misiva, por lo que, desde estas escondidas líneas, recomiendo que se fijen en el Guadalquivir, pues en él está parte de la riqueza de la provincia.
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