¿Para qué sirve Fitur?
La Feria Internacional de Turismo es un gran foro donde todos los destinos compiten por uno de los sectores que más peso tienen en la economía de los países por la activación comercial que supone
El turismo ha cambiado. Eso es incuestionable, Hay quien matiza que esa transformación está muy relacionada con la forma de ver la vida después de la pandemia. El viajero, todos lo somos cuando cambiamos aunque sea por unos días nuestro lugar de residencia habitual, busca experiencias, sentir y sobre todo ser un ciudadano más. Quiere ver los monumentos y paisajes típicos de cada lugar, pero le gusta perderse y encontrar un rincón donde tienen el mejor café de Viena o el cacao con chile mejor de Guatemala. Si hace unos 20 o 30 años viajar era un gran privilegio hoy, si bien no es barato, sí es más asequible. Ante este panorama, una pregunta ronda en cualquiera de los múltiples foros, debates, charlas o corrillos que se montan en la Feria Internacional de Turismo durante los días en los que está abierta sólo a los profesionales del turismo: ¿Para qué sirve Fitur? Y la conclusión es que, quizá, sea necesario replantearse la forma de ejecutarlo, pero el concepto en sí es necesario.
La Feria Internacional de Turismo, por un lado, permite que cada destino presuma y ponga sobre la mesa lo que tiene de especial para que el turista lo escoja y por otro, permite conocer qué hacen destinos con características similares y aprender. Pero, sobre toda las cosas, Fitur es la fiesta de los sentidos. Todo sirve para atraer. La luz es protagonista. Solo hace falta darse una vuelta por el de la Comunidad Valenciana para ver la importancia del blanco, de la claridad. La luminosidad es importante porque invita al visitante a estar más tiempo en los diferentes puntos informativos.
Durante el fin de semana, los pabellones estarán abiertos al público general. Estos días suelen tener menos reuniones con touroperadores pero hay muchas personas que esperan este momento para decir sus próximos viajes porque si algo tiene el turismo, y los profesionales han insistido en ello durante estos tres días, es la capacidad de generar emociones. Por eso, cada stand compite en diseño y atractivo. Este año, el de Andalucía ha dejado atrás la oscuridad del año pasado, donde dominaba el negro, y ha optado por el amarillo, sin abandonar la oscuridad del ya conocido Andalusian Crush. Quizá con un poco más de iluminación y una luz no tan dorada, se hubiera apreciado mejor el diseño limpio y espacioso donde todos los stands de las provincias estaban completamente abiertos a la plaza central. Una cuestión que ha hecho que si coincidían dos o más presentaciones al mismo tiempo, más que una feria internacional de Turismo, parecía una feria de cualquiera de los municipios andaluces, en concreto, la calle con las atracciones.
Salvo estas dos cuestiones, la eliminación del escenario central y la conexión física entre todas las provincias ha sido una gran idea. En esta línea, ha llamado la atención a los turoperadores que el espacio dedicado a la provincia estuviera separado por un paramento del de la capital. Una circunstancia que no se ha dado en otra provincia andaluza (la ciudad de Málaga estaba situada en el pasillo entre los pabellones 5 y 7 ). La ciudad tiene su propio discurso turístico, pero si esos discursos quieren tener una continuidad mayor en el tiempo hay que buscar complementos turísticos y la provincia tiene municipios con riqueza patrimonial, natural y gastronómica, suficiente como para hacer que el visitante se sienta completamente como un sevillano más durante más días. En toda Sevilla, el turismo supone el 20% del PIB y una parte importante del empleo, ya sea directa o indirectamente. Una cifra que merece una estrategia lejos del sectarismo político.
Respecto a las presentaciones de productos, más de 60 en la provincia y unas 30 en la capital, las ha habido de toda clase. Los alcaldes de los municipios llegan a la Feria internacional de Turismo con la lección bien aprendida de lo que quieren vender. Por el stand de la provincia se han podido ver ediles de todos los colores políticos. El retraso que se acumula en las ferias de este tipo es importante y el caos de tráfico de una gran capital como Madrid ha hecho que no todas las presentaciones cumplan el horario establecido. Para llegar hasta Ifema, siempre mejor el Metro, aunque muchos sigan prefiriendo el traslado puerta a puerta de un coche. A quien no se le vio por el stand de la provincia (sí por el de la Costa del Sol) fue al presidente de la Junta, Juanma Moreno, ni al consejero, Arturo Bernal. En realidad, a este último se le pudo ver de lejos el primer día justo antes de que se abrieran las puertas en el recorrido oficioso que hizo por el pabellón. Curiosa fue también la coincidencia de Alberto Núñez Feijóo con María Jesús Montero, cada uno en uno de los laterales del pabellón de Andalucía, pero mientras que el líder de la oposición sí tuvo una rueda de prensa al uso con su espacio delimitado y sistema de sonido, la ministra tuvo que improvisar en un lateral con todos los periodistas agolpados y casi sepultada por micrófonos y grabadoras. Las cosas de Fitur.
Fitur tiene la capacidad de anular el eje espacio-tiempo porque hay miles de historias dentro de cada uno de los pabellones de Ifema, la Institución Ferial de Madrid. En el stand de Croacia una señora explicaba que su agencia fue de las primeras que propuso viajes a esta zona después de la guerra. Recuerda que el país remontó rápidamente después del conflicto de los Balcanes gracias, entre otras cosas, a que sus playas, patrimonio y paisajes naturales la convirtieron en uno de los destinos favoritos dentro de Europa. En el stand de Tunez, Jilani Zerria pinta paisajes para las personas que se paran en su pequeño mostrador según el color de cada uno "Todos tenemos un color", explica mientras pinta con sus dedos sobre un espejo.
En el de República Dominicana, todos se agolpan para ver cómo una jovencísima cigarrera prepara un puro con hojas de tabaco. Un trabajo artesanal como el que hacen dos mujeres de Castello Branco, en Portugal, bordan con hilo de seda sobre lino. Una artesanía tradicional y propia de esta región que está protegida por el Ayuntamiento del municipio portugués, que se encarga de que no se pierda. "Hay muchos talleres porque nos ayudan desde el Ayuntamiento", explica Lucia. Portugal ha traído mucha artesanía a Fitur, como la filigrana de Gondomar. Un trabajo minucioso de una joven artesana en directo donde se puede apreciar el mimo con el que trabaja el oro y, como muestra, un impresionante vestido con apliques de esta técnica que, además, es un homenaje a los navegantes portugueses.
Se ha visto mucha artesanía este año en Fitur. Los destinos saben que el turismo de calidad no busca grandes marcas, porque eso lo pueden tener en su país de origen, sino exclusividad y no hay nada más original que lo artesano. Tomen nota para próximas ediciones porque en Sevilla y su provincia hay mucho trabajo artesanal: bordados en oro o seda, flecos de mantones, ebanistería o guarnicionería, solo son algunos ejemplos. Porque para eso también sirve Fitur, para conocer por dónde van las sendas de los viajeros.
En definitiva, está claro que cuando se viven tres días intensos en Fitur en jornadas maratonianas se descubre que en Fitur no sólo se trabaja, y mucho, sino también que se aprende y se da a conocer también mucho.
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