El sillar de las lamentaciones
Leyenda Hoy se cumple siglo y medio desde que García Vinuesa lloró el fusilamiento de 82 jóvenes sevillanos
El alcalde aprovecha el acto de inauguración de una placa sobre los 150 años de la Piedra Llorosa para defender su política de conservación del patrimonio
El alcalde quiso ayer aprovechar el acto de colocación de una placa conmemorativa de los 150 años de la Piedra Llorosa para hacer una encendida defensa de su política de conservación del patrimonio histórico. Como claro ejemplo del empeño conservacionista del Consistorio puso la recuperación de esta piedra (un "sillar sin ningún valor patrimonial, pero sí simbólico", según los expertos) que se encuentra al inicio del muro de San Laureano (en la Puerta Real) y que, según una leyenda (falsa como todas), fue el lugar donde el alcalde García de Vinuesa se paró a llorar tras el fusilamiento de 82 jóvenes revolucionarios (otros dicen que carlistas) en la Plaza de Armas.
Después de lamentar "amargamente" los años del desarrollismo en los que "buena parte de la ciudad fue arrasada" y jugar al retruécano al afirmar que "conservacionismo y conservadurismo son dos palabras que nunca se han llevado bien", Alfredo Sánchez Monteseirín se felicitó de que "hoy estamos demostrando que es posible conservar el patrimonio de una ciudad sin convertirla en un museo". Para el primer edil no hay duda de que su modelo es el "progresista" y de que la "renovación de la ciudad es la que nos está haciendo descubrir su riqueza patrimonial".
La idea fuerza del alcalde es muy clara: frente a los que quieren conservar a base de preservar (y, por lo tanto, de impedir el disfrute popular del patrimonio), "nuestra intención es promover el disfrute ciudadano. El único modelo que se ha demostrado que preserva el patrimonio".
La placa que ayer inauguró el alcalde, colocada sobre un muro de granito que poco tiene que ver con el encalado anterior a la rehabilitación del histórico inmueble, rememora una leyenda que los historiadores han demostrado falsa. Según esta narración apócrifa (desconocida para la mayoría de los sevillanos), el 11 de julio de 1857, el alcalde García de Vinuesa se sentó a llorar en el sillar tras presenciar en la Plaza de Armas el fusilamiento de 82 jóvenes que habían participado en una revuelta popular de origen y motivos inciertos, al mismo tiempo que exclamaba "pobre ciudad, pobre ciudad".
Como toda leyenda, contiene algo de realidad y algo de ficción. Como ha demostrado el catedrático de Historia de la Universidad de Sevilla Rafael Sánchez Mantero, en aquellos años, García de Vinuesa todavía no era el alcalde de la ciudad, sino concejal de número. Además, según las fuentes escritas, la cifra de fusilados fue la de 24, y no los 82 de la leyenda. Al parecer, las intensas gestiones que García de Vinuesa hizo ante el Gobierno de Isabel II dieron algún resultado y se evitaron bastantes muertes. Una cosa es bien cierta, los fusilamientos supusieron un mazazo en una ciudad que por entonces no alcanzaba los 80.000 habitantes.
Además, aunque desde un texto difundido por el Ayuntamiento se denomina a los jóvenes fusilados como "liberales radicales", hay investigadores que apuntan a su filiación carlista (no hay que olvidar que los fusilamientos se producen en el contexto de la primera guerra carlista).
Para Manuel Grosso, invitado por el alcalde al acto de colocación de la placa como especialista en aquellos hechos, no existe ningún problema por las inexactitudes de la leyenda. "Como dijo John Ford: 'Entre la Historia y la leyenda, imprima la leyenda". Además, Grosso ve en este episodio una lectura actual: "García de Vinuesa representa la dignidad del hombre frente a la pena de muerte".
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