El siglo lleva las cuentas contra el olvido

Calle Rioja

Tributo. 24 años del asesinato del coronel Antonio Muñoz Cariñanos. Con este crimen acabó la ‘aventura’ criminal del Comando Andalucía, que había matado a Martín Carpena y al fiscal Portero

Una placa recuerda el lugar donde los etarras Iragi y Solana asesinaron al doctor Cariñanos. / M.G.

16 de octubre 2024 - 05:29

Siempre coincide con el premio Planeta y con la campaña del Domund. Ese día mi hija Carmen, que tenía seis años, venía particularmente contenta. La llevé al Clic de la calle Albareda y mientras ella aprendía el inglés con el que ahora se mueve con tanto desparpajo, yo aproveché para pasar la hucha que le habían dado en el colegio María Inmaculada por todas las mesas de la redacción. Todos se rascaron el bolsillo, como pudo comprobar mi hija cuando casi no podía con el peso de tanta generosidad. Como todos los lunes, ese 16 de octubre del año 2000 volvimos por la calle Jesús del Gran Poder, pero a la altura de la calle Aponte nos obligaron a girar por Trajano. Luces de policía, de ambulancias. ETA había asesinado en su consulta al coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos. No llegó a ver a los dos pistoleros, lo que no deja de ser un alivio. El terror lo delegó en la mujer a la que atendía en ese momento, que lo vio todo y desde entonces ha estado muchos años en tratamiento.

Ayer volví a pasar por esta calle. Es la calle más musical de Sevilla: acoge el Conservatorio en los Edificios Falla, Albéniz y Turina. Tiene además una histórica discoteca, Holiday, donde estaban de zafarrancho preparando una grabación. En la esquina con Santa Ana, hay dos grafitis con fotos de Silvio hechas por Pablo Juliá y Paco Cazalla. Cuando mataron al doctor Cariñanos, no había estafeta de Correos, que ahora sustituye a la que estaba en la calle San Vicente. El restaurante La Azotea, el hito gastronómico de Juan Gómez, era entonces la Corsetería Mónaco. Entre las prendas de ropa interior colgadas como estalactitas, una empleada vio cómo huían Igor Solana Matarrán y Hariet Iragi Gurrutxaga. En Sevilla acabó su aventura, que en ese año 2000, en el que ETA asesinó a 23 personas, se saldó con los asesinatos de José María Martín Carpena en Málaga, concejal de dicho Ayuntamiento, y de Luis Portero en Granada, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Mi hija Carmen, la niña del Domund, nos va a hacer abuelos si Dios quiere en el mes de enero. El doctor Muñoz Cariñanos no llegó a conocer a sus nietos. Como no los conocieron Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz, asesinados el 30 de enero de 1998. La joven pareja que aparecía en una foto de Paco Macías en el aeropuerto de Sevilla recibiendo a Carlos Totorika, alcalde de Ermua, que viajó por toda España para agradecer la respuesta al asesinato cobarde de su joven concejal Miguel Ángel Blanco. Tenía una novia hermosa y discreta de la que nunca más se supo. ETA sesgó un proyecto de vida, los hijos que no tuvieron, parafraseando los versos de Aute en Al Alba. No imaginaba Alberto que medio año después pasaría a engrosar ese vil y gratuito martirologio. El concejal de Ermua era músico en sus horas libres, le gustaban Héroes del Silencio, el grupo de Enrique Bumbury, pero su asesinato en directo generó un grito unánime de toda España. El país se rompió las gargantas pidiendo justicia contra los asesinos.

“Las gargantas que cuidaste, Antonio Muñoz Cariñanos, te cantarán ahora la copla más triste”. El médico coronel sí tuvo quien le escribiera. Palabras de su amigo Antonio Burgos en el primer aniversario de este asesinato en su ausencia. Burgos comparte placa en la clínica Aránzazu con el doctor Cariñanos con su heterónimo Abel Infanzón, un préstamo machadiano para las causas perdidas de la ciudad. La ciudad cantaba mucho peor a partir del 17 de octubre de 2000. Habían matado al médico que cuidada las voces de las tonadilleras. Al conocerse el crimen, esa misma noche Carlos Cano suspendió el concierto de tributo a la copla que iba a dar en el teatro Lope de Vega. Murió dos meses después en una clínica de Nueva York. En el día más literario del año, se suspendió la presentación de una novela de Andrés Sorel en La Carbonería.

Muchos de los que transitan por la calle no habían nacido cuando ETA asesinó al doctor Muñoz Cariñanos en esta calle que une la Capillita del Carmen con el Corte Inglés. Sigue la música pero se fueron los cines de la calle: primero el Ideal de verano, después los Alameda de invierno que se inauguraron con Asignatura pendiente de Garci en 1977. La Casa de las Sirenas sigue en pie, con la rica historia que contó el doctor Fernando de la Portilla, que será Gaspar en la Cabalgata de 2025, el año que se cumplirá un cuarto de siglo del triple asesinato del Comando Andalucía. La noche que mataron a Martín Carpena estábamos en Benalmádena visitando a mis padres. Volvimos a Sevilla con el corazón contrito. El concejal que ahora da nombre al pabellón donde juega el equipo más en forma del baloncesto español iba a acompañar a su hija a la Malagueta a un concierto de Maná.

La calle Jesús del Gran Poder es de las más largas de la ciudad, con una serie de pequeñas calles-afluentes. Sevilla tiene la manía de dedicarle calles muy pequeñas a gigantes: Murillo, Olavide, Magallanes. Aquí pasa lo mismo. Una calle minúscula con el nombre de Juan de Oviedo, arquitecto monumental al que Víctor Pérez Escolano dedicó su tesis doctoral; Arias Montano, el gran colaborador de Felipe II, donde siguen incólumes los nombres tan literarios de sus bares: El Barón Rampante, El Bosque Animado; o Manuel Font de Anta, callejón que desemboca en Casa Ricardo para gloria del músico que murió en plena Guerra Civil el mismo día que José Antonio Primo de Rivera y Buenaventura Durruti (20-N de 1936).

La noche del asesinato de Cariñanos se falló el Planeta, que ese año ganó Maruja Torres. El finalista, Salvador Compán, escritor de Úbeda, que fue profesor de Lengua y Literatura en el San Isidoro, me contó que cuando estaban de gira con sus novelas, a Zaragoza les llegó la noticia de que ETA había asesinado a Ernest Lluch en un garaje de Barcelona. Los crímenes del año 2000, año bisiesto y olímpico (Juegos de Sidney) llevan la cuenta puesta contra el olvido. Así hasta que llegue el siglo XXII. Estos crímenes están mucho más próximos en el tiempo que los de la Guerra Civil. Son los que conocieron los niños que nos van a hacer abuelos. Los que tuvieran 15 años en el 36, el año que nacen el papa Francisco o Vargas Llosa, tendrán ahora 103 años. La memoria es selectiva y eso que para la Selectividad cada vez los tribunales piden menos memoria.

Los asesinos de Martín Carpena, Portero y Cariñanos, para los que la banda eligió el infame nombre de Comando Andalucía, saldrán pronto de rositas y puede que les hagan un reality. Querrán ser los hijos de la fábula, como Fernando Aramburu retrató en su parodia del crepúsculo de la banda a los últimos supervivientes. La realidad siempre supera a la ficción. Anoche, por la festividad de Santa Teresa, se falló una nueva edición del Planeta; se ven muchas menos huchas del Domund. Suena la música en los edificios Falla, Albéniz y Turina. La Palma de Oro, el bar donde Cuadernos de Roldán homenajeó a José Saramago, en la esquina con Hombre de Piedra, fue después bar Tarín, un restaurante chino y ahora es un marroquí. La globalización. Otra secuela del efecto 2000 con las cuentas de Dionisio el Exiguo.

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