"...pero siempre habrá poesía"

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Centenario. Diferencias políticas en la gestión del homenaje a los hermanos Bécquer, en cuyo honor hay dos jornadas de puertas abiertas en el Panteón de Sevillanos Ilustres.

"...pero siempre habrá poesía"
Francisco Correal

11 de abril 2013 - 01:00

ADEMÁS del derbi balompédico de mañana, hay otro derbi literario, el pleito que gobierno y oposición mantienen en el Ayuntamiento de Sevilla por los hermanos Bécquer, Valeriano y Gustavo Adolfo. Mientras que María del Mar Sánchez Estrella, delegada de Cultura, ausente en el acto de ayer en el Panteón de Sevillanos Ilustres, dice que la corporación lleva dos años homenajeando a Bécquer -el PP gobierna desde 2011 y un siglo antes se inauguró la escultura del parque de María Luisa sufragada por los Álvarez Quintero- el portavoz adjunto del PSOE, Antonio Muñoz, que sí acudió, e incluso leyó una rima -"los suspiros son aire y van al aire..."- echa en falta "cariño" y "calor" en el compromiso del Ayuntamiento con los Bécquer.

Diatribas al margen, ayer y hoy, gracias a los Bécquer, son jornadas de puertas abiertas en el Panteón de Sevillanos Ilustres de los sótanos de la iglesia de la Anunciación. El 11 de abril de 1913 llegaron hasta aquí los restos del pintor y el poeta cuyos destierros madrileños fueron mucho más largos que sus cortas vidas. Juntos hasta el final. "Pensamos que somos muy modernos y los modernos eran ellos. Estuvieron juntos en el arte, en la literatura y en el cuidado de sus hijos", dice Marta Palenque, profesora de Literatura, autora del libro La construcción del mito Bécquer: el poeta en su ciudad. "Los dos se separaron de sus mujeres y se fueron a vivir juntos con sus hijos". El poeta tuvo dos hijos con la soriana Casta Esteban. Su hermano Valeriano, el pintor, lo retrató en una pintura que figuraba en los billetes de cien pesetas. Un bécquer equivaldría hoy a 0,66 euros. Eso sí que es una devaluación y no la prima de riesgo.

En la tumba de los Bécquer hay tierra de Trasmoz, un pueblo del Moncayo por el que le gustaba perderse al poeta. La envió desde Aragón Miguel Mena, autor del libro Alerta Bécquer. Son varias las entidades que mueven este curioso centenario para acabar con el maleficio del exilio que marcó a los sevillanos Al Mutamid, Blanco White, Antonio Machado o Luis Cernuda. Entre ellas, la asociación Con los Bécquer en Sevilla a la que representó Pilar Alcalá, a quien Rafael de Cózar le dirigió su tesina sobre literatura artificiosa.

Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer murieron en 1870. El pintor, tres meses antes que el poeta. El Romanticismo los quería jóvenes en su particular sacrificio. "Yo tuve un profesor de Literatura en los Escolapios, un cura de más de ochenta años, que había conocido a la portera de la casa donde se suicidó Larra", dice José Daniel Serrallé, director de la Casa de los Poetas.

A falta de la delegada, al gobierno municipal lo representó José Lucas Chaves, director del ICAS. El Cicus también apoya este homenaje que sigue hoy con una ruta por los lugares becquerianos guiada por el periodista y flamante novelista Guillermo Sánchez. Fue uno de los que participó en la catarata de lecturas de textos de Bécquer al que se sumaron Pedro Luis Ibáñez Lérida, de la editorial En Huida, Gabriel Gil, poeta vocacional y jardinero de profesión, Javier Gato, autor del libro Diario de un gato nocturno, Rosario Biedma, técnica en accesibilidad que vino desde Jaén, los periodistas Nuria Gaciño y Paco Luis Murillo, y José Luis González Cáceres, de la tertulia poética Noches del Baratillo.

Gracias a los Bécquer y a los que recuerdan este traslado de sus restos tan proceloso como la película de Sam Peckinpah Quiero la cabeza de Alfredo García, es posible conocer esta necrópolis de autor de sevillanos ilustres que son muertos vivientes con latín y bibliografía. En el Panteón hay señores del callejero: Mateos Gago, Martín Villa, Rodrigo Caro, José María Izquierdo o José Gestoso, el gran valedor y patrocinados de la mudá becqueriana.

El último socio de tan distinguido subterráneo es Fernán Caballero, sobrenombre literario de Cecilia Böhl de Faber. "Fue la última en llegar", dice Federico González, bedel de la Facultad. "Con la crisis hace un año se suprimieron las visitas guiadas. Ahora se hacen con una becaria".

Frente a los Bécquer están las efigies de José Reinoso y Alberto Lista, tan ilustres como ilustrados. Allí están los restos de doña María Alonso Pimentel Girón y Ponce de León, condesa duquesa de Benavente, Gandía, Béjar y Arcos, que erigió este panteón después de que los franceses destrozaran en 1810 los sepulcros de su "gloriosa ascendencia" que estaban en el convento de San Agustín. Esta prócer consiguió salvar parte de los restos de su parentela, los Ponce de León, y dos grandes tablas de Murillo. A las rimas y leyendas las acompañó el violín de Noemí Sáez.

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