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Un sevillano mata a sus dos hijos en Alemania

DOBLE PARRICIDIO

Sergio Oliva, de 38 años, permanece hospitalizado bajo custodia policial como sospechoso del doble asesinato de sus hijos, de 5 y 4 años.

Los menores, también sevillanos, fueron golpeados en la cabeza y acuchillados.

Sergio Oliva, con su ex mujer.
Fernando Pérez Ávila

23 de febrero 2017 - 07:00

Juan Sergio Oliva Gómez, de 38 años y natural de Sevilla, permanece detenido desde el pasado sábado en Alemania como presunto autor de la muerte de sus dos hijos. Los niños son Miguel Ángel, de 5 años, y Leonardo, de 4. Ambos nacieron en Sevilla. El presunto parricida se encuentra hospitalizado bajo custodia de la Policía, en el área de salud mental de un centro sanitario alemán. También intentó autolesionarse después de cometer presuntamente los dos crímenes.

Su ex mujer, Yulia Lantukh, de 34 años y nacionalidad rusa, permanece ingresada en otra área del mismo hospital. Está muy afectada emocionalmente por lo ocurrido, ya que incluso fue la que descubrió uno de los cadáveres, y precisa tratamiento psiquiátrico. Está acompañada por su madre, que se ha desplazado a Alemania desde Rusia, y por una amiga griega de ésta, que la acompaña. En los últimos días ha podido hablar por teléfono con sus amigas de Sevilla, ciudad a la que llegó en el año 2004 y en la que vivió durante diez años hasta que se marchó a Alemania, siguiendo los pasos de su pareja. Apenas ha dormido ni comido desde el día de los hechos y no se encuentra en condiciones de recibir el alta médica.

El doble crimen se cometió el pasado sábado, 18 de febrero, en el domicilio en el que vivía Sergio Oliva en la localidad de Aurich, en Vaihingen an der Enz, una ciudad ubicada a unos 25 kilómetros de Stuttgart, en la Baja Sajonia. La pareja vivía separada desde hace unos meses y los niños se encontraban pasando el fin de semana con su padre. La autopsia reveló que los menores habían sido golpeados en la cabeza con un objeto romo y también sufrieron lesiones de arma blanca. Yulia descubrió el cadáver de uno de sus hijos sobre las ocho de la tarde del sábado, cuando se acercó a la casa de su ex pareja un día antes de lo que tenía previsto. Yulia temía que Sergio atacara a los niños, ya que en una ocasión, durante los trámites de separación, la había amenazado con hacer lo mismo que José Bretón.

A pesar de esta amenaza, un juez había dictaminado que los pequeños tenían que pasar un tiempo con el padre de manera periódica. El pasado viernes, Yulia se sorprendió cuando fue a recoger a los niños a la guardería y allí le comunicaron que ya se los había llevado el padre. Lo habitual era que fuera ella quien los recogiera y los llevara hasta la casa de Sergio. La mujer llamó a su ex marido y éste le dijo que los niños ya estaban en casa y se encontraban descansando, que fuera a recogerlos el domingo por la noche, como de costumbre.

Según el relato de los hechos que le contó Yulia a sus amigos más íntimos, que viven en Sevilla, la mujer sospechó que ocurría algo anómalo y volvió a telefonear a Sergio la mañana del sábado. Lo hizo varias veces y en ninguna obtuvo respuesta. Por la tarde decidió coger el coche e ir a buscar a sus hijos. Cuando entró en la casa, lo primero que encontró fue que la escalera que subía a la segunda planta estaba manchada de sangre. Incluso en las paredes había sangre. Yulia subió y se encontró a su ex pareja sentada en el suelo junto a un charco de sangre. La mujer le preguntó qué había pasado y el presunto parricida señaló con el brazo hacia el salón. Allí encontró a su hijo mayor en pijama, tumbado en el sofá y con la cabeza y la cara ensangrentadas. Se acercó, tocó al niño y se dio cuenta de que estaba muerto. Entonces empezó a gritar y a pedir ayuda.

Yulia salió a la calle. Varios vecinos salieron de sus casas y enseguida llegó la Policía. La mujer intentó entrar de nuevo en la casa pero los agentes no se lo permitieron. "Ella suplicaba que ayudaran a sus hijos y pensaba que los servicios de emergencias aún podían salvarlos", cuentan sus allegados que decía, mientras intentaba liberarse de la Policía e insistía en que sólo quería recoger a los niños y llevárselos a su casa. Uno de los agentes le dijo que esperara un momento, mientras la llevaba hasta un patrullero. Allí presenció la llegada de los servicios sanitarios, que no pudieron hacer nada por salvar la vida de los dos menores. Cuando se lo comunicaron, Yulia sufrió un ataque de histeria y tuvo que ser sedada en el vehículo policial. Se despertaría después, ya en el hospital.

La Policía le comunicaría más tarde que su ex pareja había matado a los niños golpéandoles la cabeza con una piedra y acuchillándolos. Los investigadores le aseguraron que podría tener la intención de descuartizarlos para deshacerse después de los cuerpos, pero su ex mujer llegó a la casa un día antes de lo previsto. El sospechoso habría declarado a la Policía alemana que varios delincuentes llegaron a su casa, mataron a los niños y le agredieron después a él. Los vecinos dijeron a los investigadores que no vieron a ninguna persona ni vehículo desconocidos y tampoco oyeron ruido de peleas ni del supuesto asalto. Sólo oyeron el llanto de los niños. Manifestaron no haber oído tampoco ninguna voz de adulto. Todo apunta que las heridas que mostraba Sergio fueron autoinfligidas.

La relación entre Sergio y Yulia arrancó en Sevilla hace más de seis años. Durante todo ese tiempo hubo muchos momentos de tensión en la pareja. Él sufría continuas depresiones, mientras que a menudo era ella la que mantenía a la familia. Los allegados de Yulia aseguran que Sergio nunca quiso tener hijos, y que incluso le pidió que abortara cuando se quedó embarazada del segundo niño. Sin embargo, cuentan que cuando salía a la calle se preocupaba mucho de que los demás lo vieran como un buen padre. Sergio se marchó hace aproximadamente dos años a Alemania. Al principio quiso ir solo, pero a los tres meses llamó a Yulia para que se fuera con él. De lo contrario, aseguraba que dejaría Alemania para instalarse en una casa de su familia en Sanlúcar de Barrameda.

Esto llevó a Yulia a trasladarse a Alemania con los niños. Casi desde el principio, la joven rusa se integró bien en el país, aprendió el idioma y comenzó a trabajar en el turno de noche de una fábrica. Llegaron incluso a comprarse una casa, la misma en la que fueron asesinados los niños. Tras numerosos problemas en la pareja, Yulia decidió separarse, algo que Sergio no aceptó.

"Le dijo que si no volvía, haría como Bretón"

Quienes conocen la relación entre Sergio Oliva y Yulia Lantukh definen al primero como una persona depresiva y que a menudo se desentendía de sus obligaciones como padre. A pesar de ello, de cara al público cuentan que era un actor, que se preocupaba por dar una imagen de buen padre y que enviaba numerosas fotografías a sus amigos en las que aparecía él cuidando a sus hijos o aliméntándolos. Sin embargo, la realidad era que, cuando se quedaban con él, Yulia veía que los niños estaban sucios y hambrientos. Además, ella era la que mantenía a la familia. La pareja sufrió tensiones importantes durante todos estos años, la mayoría de ellos a cuenta del desentendimiento de Sergio hacia los pequeños. Esto llevó a Yulia a separarse y a marcharse de la casa que habían comprado, y que ella pagaba. En los últimos meses, la pareja vivió una sucesión de denuncias y juicios. Los tribunales otorgaron la custodia a Yulia, pero mantuvieron al padre el derecho a que los niños pasaran fines de semana con él. Los amigos de Yulia aseguran que entonces Sergio le pidió que volviera. "Si no volvía con él, haría con sus hijos lo mismo que hizo Bretón".

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