Así es el sevillano que ha alcanzado la cúpula de Telefónica
El perfil
La madre creyó en sus opciones y el hijo llegó a base de riesgo y espíritu de superación. Será el nuevo vicepresidente de Movistar Plus
Los nuevos nombramientos en la multinacional
Un sevillano ha alcanzado esta semana la cima de Movistar Plus al ser propuesto para la vicepresidencia de la multinacional. Rosauro Varo (Sevilla, 1979) tiene una trayectoria más que interesante marcada por los apoyos familiares, algunos amigos que han sido buenos consejeros y, cómo no, una actitud para asumir con cabeza ciertos riesgos.
Nadie con treinta y pocos años rechaza una oferta en firme para vender un negocio por más de 30 millones de euros. A esa edad se piensa en otras cosas, se está quizás a la búsqueda de un empleo estable, tal vez terminando de estudiar unas oposiciones, o sobreviviendo con un sueldo que roza los mil euros. Primero porque en la treintena no se manejan negocios de ese valor. Y segundo porque nadie rechazaría una oferta de ese importe. Cuando se repasan los listados publicados de alumnos célebres de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla siempre aparecen los mismos ilustres nombres. Políticos que han dormido en la Moncloa, ministros, alcaldes, etcétera. Figuran, sobre todo, licenciados que han alcanzado importantes cotas de poder en España. A la hora de elaborar esos cuadros de honor, el poder cotiza alto, el dinero menos y el prestigio nada. Derecho es esa carrera multiusos, ese robot de cocina de la Hispalense del que lo mismo salen unas lentejas que un pastel de puerros, lo mismo gente que ha estado en la cárcel que personalidades de la vida pública española. En esta facultad se licenció Rosauro, el Midas hispalense. La verdad es que él mismo no oculta con su simpatía habitual que acabó los estudios a trancas y barrancas. Terminó la carrera por dar una alegría a sus padres: un médico cordobés y una política socialista extremeña.
Lo suyo en los años de estudiante era olfatear las posibilidades de negocio en cualquier actividad. De entrada siempre tuvo en la noche una oportunidad de negocio. En vez de divertirse en las fiestas, maquinaba organizándolas. La Nochevieja era un filón. La empresa de reparto de bebidas, otro filón. El ocio productivo se organizaba en la discoteca BOSS de la calle Betis, la marca de la oferta nocturna a la que muchos siguen vinculando hoy a Rosauro Varo. Cuando ahora lo ven en Madrid con gente de las altas esferas del Íbex 35, siempre hay quien suelta: “Mira, es Rosauro, el de la BOSS”.
No hay torero sin cuadrilla, ni triunfo individual. Varo tuvo un primer padrino fundamental: el empresario Gonzalo Madariaga, que le confió una suerte de embajada de su empresa en Madrid. En la capital de España hizo relaciones fundamentales para su trayectoria. En su vida ha sido clave también su relación con los Medina, los hijos del difunto duque de Feria y Nati Abascal, que le pusieron en contacto con un selecto grupo de amistades, como también lo ha sido su período de vinculación con la Casa de Alba. En Madrid conoció a Javier Hidalgo, hijo de Juan José Hidalgo, dueño de Globalia, el holding turístico español. Javier Hidalgo es ese señor que lo mismo aparece con frac y pajarita en las fotos que con estética del que recoge las fichas en una atracción de coches locos. Varo hace su primer gran negocio al intermediar en una operación financiera en el extranjero. Ese dinero lo invirtieron en comprar Pepe Phone al padre de Hidalgo, el negocio de telecomunicaciones destinado a la población juvenil con precios muy bajos y grandes facilidades. Las altas y bajas se hacían con gran rapidez gracias a que no ponían las cortapisas de las compañías tradicionales. El gran logro posterior fue la venta a Más Móvil de la empresa Pepe Phone. Y no se vendió finalmente por esos más de 30 millones, sino por casi 160. La clave, como ahora se ve, fue su olfato para apostar aquellos años por el sector de las telecomunicaciones cuando se trataba de tiempos analógicos. El olfato, sí. Y el don para conocer gente, ser simpático, embaucar, persuadir, convencer… Y hacer de todas estas virtudes su modo de vida. Una simpatía productiva que esconde una capacidad para el riesgo y para el sufrimiento.
Cuentan que también fue muy productiva su gran relación con Jorge Moragas, muchos años jefe del gabinete del presidente Rajoy. Ambos se ven mucho en Ibiza. Varo apostó por Cabify cuando era más arriesgado. Se alió con el presidente de la compañía cuando todavía no se había promulgado el marco regulatorio de los VTC. Compró licencias en Madrid, Barcelona y Valencia. Se aprobó esa normativa y ahí siguen los cabify circulando.
Uno de sus grandes éxitos ha sido la compra de cinco millones de acciones de Telefónica por valor de 45 millones de euros. A Varo no se le puede negar su capacidad para el riesgo ni su obsesión por el trabajo. No todos los negocios le han salido redondos. Algún restaurante no ha cuajado, pero se trata de experiencias que dan enseñanzas y hasta prestigio cuando ocurren en Estados Unidos.
De codearse con Moragas pasó a correr maratones en Nueva York con el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, o incluso a recibirle en alguna de sus fiestas en su casa de la urbanización La Finca de Madrid. Tiene casa en el centro de Sevilla, es socio del Aeroclub y hermano del Amor.
Ha demostrado capacidad para moverse en las filas socialistas y populares. Uno de sus principales protectores es el empresario José María Pacheco, presidente de Konecta. Quienes lo tratan aseguran que es un tipo generoso, espléndido. Le encanta explicar su carrera, tiene necesidad de justificar su éxito en foros especializados: el máster de banca y finanzas en la UPO, las asociaciones de directivos, los foros en Antares, etcétera. En algunas de estas citas se hace presentar por Luis Miguel Martín Rubio, que siempre refiere sus grandes habilidades para el fútbol.
Su hombre de confianza para las finanzas era Pablo Ferre, el director financiero que controlaba los números después de que Varo haya olisqueado el negocio. Varo apuntaba en tiempos con el ojo y Ferre disparaba con los números. Cuentan que tiene un chófer que parece el primo de Zumosol. Por su corpulencia se intuye que tiene otras funciones encomendadas además de las de agarrar el volante. Se entiende la apuesta por los armarios empotrados si se tiene en cuenta su proyección.
En su mérito está el saber que hubo un tiempo en que su ascenso provocaba recelos, pero ya va para más de veinte años de progresión. Se podría decir que solo lo auténtico permanece. Es curioso que dicen que Varo no le tiene miedo a perder millones de euros en un negocio, pero tiene cautelas para asumir determinadas cuotas de protagonismo en Sevilla. Viaja de Madrid a Sevilla en el AVE casi con la misma facilidad que luce barba o se la quita. Aquel jovenzuelo que pudo ser un gran extremo izquierdo en el fútbol, que se lesionó una rodilla, se convirtió en un empresario de éxito muy bien relacionado. Si combina el PSOE con el PP con facilidad, también es capaz de pasarse una fiesta bebiendo coca-cola zero o una Feria a base de champán en su caseta de la calle Joselito El Gallo, donde se reserva la mesa de la primera fila. Criterio se llama.
La vida son recuerdos de las aulas de Portaceli, de un negocio de ropa que no cuajó, como tampoco lo hizo la compra masiva de aparatos chinos de cassete justo antes de la irrupción del Cd. Son recuerdos también de una primera oficina de Airtel en 1999 con la ayuda del difunto Alberto Yarte. La vida es un año de estancia en Nueva York para estudiar inglés. Es generar suspicacias en algunos políticos temerosos de que el éxito prematuro pudiera generar problemas, como es provocar la envidia en muchos de los que, en el fondo, quisieran ser como él. La vida es vivir la Semana Santa en una casa alquilada de tres plantas en la esquina de Placentines con la Cuesta del Bacalao, donde se reúnen bien atendidos por el gran Pedro Robles los cuatro jinetes del Apocalipsis: Varo, José María Pacheco, Miguel Báez Litri e Iván Bohórquez. La vida es tener siempre presente la terna de amigos con quienes hizo sus primeros pinitos como emprendedor: José Laguillo, Luis Morón y Pablo Alberca. La vida son viejas fotografías de aquellas fiestas en el loft de la calle Curtidurías. La vida es el culto al cuerpo en el gimnasio propio, los trajes cortados por un sastre de Madrid y disfrutar viajando en su Range Rover modelo Vogue.
Cuando mira por el ventanal de su despacho de la Castellana ve la sede del Ministerio de Interior. De la vicepresidencia de Prisa a la de Movistar Plus. Ahora ya es un personaje consolidado en Madrid, esa selva tan temida como deseada. Mira la hora en su Rolex, modelo Daitona, y quizás recuerda aquellas primeras 250.000 que le prestó su madre para el primer negocio en el año 2000. La primera persona que creyó en sus posibilidades.
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